19 abril 2012

Evangelio del día y reflexión, 19 de abril


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo 
según san Juan 3, 31-36


El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo está por encima de todo. Él da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Compartiendo la Palabra
Por Carlos Latorre, cmf

El libro de los Hechos de los Apóstoles es el libro del tiempo pascual, de la acción del Espíritu que Jesús ha derramado en el mundo después de su resurrección. Movidos por Él, los discípulos de Jesús declaran llenos de coraje ante los tribunales: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y recorren entusiastas el mundo conocido entonces anunciando la resurrección de Jesús y formando comunidades de nuevos cristianos.
Es la fuerza del testimonio de una fe ardiente y gozosa que se propaga gracias a ese impulso interior que el Espíritu regala a los creyentes. Proclamar que Jesús ha resucitado, que vive, que va a volver y va a juzgar, es tan directo que no deja a nadie indiferente.
El evangelio de hoy recoge la última parte del diálogo de Jesús con Nicodemo. Una vez más Jesús nos pide la fe, abrir la puerta, dejarnos invadir por la gracia que con Él nos llega desbordante, como manantial que salta hasta la vida eterna: “El que cree en el Hijo posee la vida eterna”.Nos estamos preparando para dar comienzo al AÑO DE LA FE. El desafío que tenemos por delante los cristianos, sobre todo en el continente europeo, es de titanes. Se dice que “a grandes males, grandes remedios”. ¿Cómo movilizar esas multitudes de cristianos que viven aletargados en su rutina? Se han bautizado, pero la fe no es más en ellos fuente de alegría que contagia a quienes no creen.