03 febrero 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 3 febrero

Esta semana vamos a centrar nuestra atención exclusivamente en el evangelio y vamos a formular a los textos una única pregunta: ¿cómo reacciona la gente ante Jesús, ante su persona, sus palabras, sus acciones? Probablemente tendremos la oportunidad de asomarnos a toda una galería de personajes cuyas facciones representan una amplia gama de posiciones ante esa presencia.
Comenzamos hoy por el episodio del endemoniado geraseno. Es una historia algo extraña. Los estudiosos de la Biblia han debido de rastrear en ella distintos motivos: uno es sencillamente "folklórico". Entre nosotros se cuentan, o se contaban, chistes de españoles, franceses e ingleses. Es una pieza simpática (para nosotros), bien etnocéntrica, de nuestro folklore. Siempre es más agudo nuestro compatriota y sale ganando en todas las competiciones que se entablan.
En el episodio de Mc 5 sucede algo parecido: una piara de 2000 cerdos, número redondo y abultado, acaba sepultada en el mar de Galilea, para regocijo de todo buen judío, enemigo de cuantas granjas de animales impuros hubiera en el entorno. Otro motivo puede ser veterotestamentario: la legión evoca a los egipcios que acabaron sepultados en el mar.
Sea de ello lo que fuere, nosotros nos concentraremos en lo nuestro. La gente del pueblo y los cortijos se quedó espantada de lo que había sucedido y le rogó a Jesús que se marchase de su país. La presencia de Jesús resultaba demasiado perturbadora. Es una triste y tristemente equivocada reacción de "autodefensa". Cerramos las puertas a una posible salvación que necesariamente desmantela nuestros tinglados. Uno prefiere quedarse como está y poner distancias, aparentemente salvíficas, a entrar en contacto con esa presencia que ha irrumpido en el propio mundo. Y dice: "déjame en paz, que no me quiero salvar. En el infierno no se está tan mal". Tenemos miedo a la luz, miedo a la historia de libertad que se nos regala, miedo a los precios que hay que pagar si damos cabida a esa presencia.
Pero quien ha conocido la liberación está dispuesto a embarcarse en la historia de Jesús, como el antiguo endemoniado. Se quedará, sin embargo, entre los suyos y se convertirá en un evangelizador "en tierra extranjera", contando a la gente "lo que el Señor había hecho con él por su misericordia".
Pablo Largo, cmf

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario