07 febrero 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 7 febrero

Volvemos a las andadas. Ahora el rechazo del evangelizador se da por parte de los poderes públicos. Se ha cumplido en Juan, y con ello se presagia lo que va a suceder con Jesús. Quizá en otro momento tengamos que volver sobre esto. Por hoy, voy a proponeros una reflexión sobre la muerte de Juan y los factores que, según el relato de Marcos, intervinieron en ese desenlace.

Hace ya tiempo que se distinguió entre poder e influencia. Una mujer ha introducido recientemente una precisión, que formulaba en estos términos: "los hombres tienen el poder; las mujeres, la influencia" (C. Alborch). También se ha dicho: "la mano que mueve la cuna es la mano que gobierna el mundo". Quizá no sea necesario acotar una definición exacta de estos términos para comprender lo que se quiere decir. A nosotros nos basta con volver sobre el episodio evangélico de hoy para entender la diferencia. Herodes manda. Y va a ser quien mande decapitar a Juan; pero lo hace subyugado por la hija de Herodías, rendido ante la perfecta ejecución de la joven danzante. El deseo, o el capricho, de una mujer ha sido orden para un hombre que se encuentra todavía bajo su embrujo y que no se siente con ánimo para volverse atrás de su juramento, a pesar de que se le pedía algo que estaba fuera de toda ley. La cabeza de Juan Bautista rodará antes que se enfríe el entusiasmo del rey y se desvanezca el encanto del momento. Así se teje la red de complicidades humanas.
No nos interesa si las cosas sucedieron exactamente como se narran en el evangelio. Nos basta con reconocer que el relato refleja algo bien real.
Por suerte, también pueden juntarse el poder y la influencia en orden a lo bueno, a la conquista de formas de vida mejores, de comportamientos ejemplares y envidiables. Podemos poner otro ejemplo tomado del evangelio. Recordemos la escena de Caná.
La situación es bochornosa para las familias que celebran la boda de sus hijos. María se percata de lo que sucede e interviene ante Jesús, que a la postre secunda el deseo de "la mujer". Incluso se ha pensado muchas veces la función de María glorificada como la de la gran intercesora, la "omnipotencia suplicante", que obtiene de su Hijo en favor nuestro dones de salvación.
En ocasiones no tenemos nada, ni podemos hacer nada, nos sentimos totalmente impotentes para sacar algo a flote o para encauzar de forma creadora y favorable una situación. En otras ocasiones tenemos alguna influencia: no tiene por qué tratarse de una influencia turbia, y acaso sea sólo la influencia de una palabra cargada de sentido y de fuerza para sacudir las conciencias; así era la palabra profética de Juan el Bautista. En fin, otras veces, tenemos poder para ejecutar o mandar ejecutar determinadas acciones que cambian una circunstancia o situación de signo negativo. Lo importante es saber discernir y actuar en consecuencia.
Pablo Largo, cmf

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