12 febrero 2014

Homilías para el VI Domingo del T.O. 16 febrero

1.- DIOS SABE DE VERDAD CUÁL ES NUESTRA INTENCIÓN
Por Antonio García-Moreno
1.- SI QUIERES... Libres, capaces de hacer el bien o de hacer el mal. Tenemos ante nosotros, de forma continua, dos caminos: uno que nos aleja de Dios, otro que nos acerca a Él. Uno, es verdad, fácil de recorrer, cómodo de andar, atractivo a nuestros ojos. El otro empinado, duro y estrecho, poco apetecible a nuestro espíritu de sibaritas. Pero ya sabemos por la fe, y por la experiencia muchas veces, que al término del camino ancho nos aguarda la tristeza, el fracaso, la angustia, la muerte. En cambio, después de recorrer el camino duro encontramos la paz, la alegría, la esperanza, la vida.

"Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja". Sí, Dios ha nos da libertad para elegir, pero al mismo tiempo es justo con nosotros, nos dará lo que merezcamos... Sin embargo, como haciendo trampa y llevado de su misericordia, ha prometido ayudarnos, venir a nuestro lado cuando le llamemos con fe y confianza, ha prometido darnos su gracia, sin dejar por eso de premiar el éxito final que con su ayuda y nuestro pobre esfuerzo consigamos
2.- DIOS ES INMENSAMENTE SABIO, INFINITAMENTE PODEROSO. Él es capaz de hacer libre al hombre, de darle una voluntad apta para la lucha, para querer, para decidirse por una cosa o por otra. Querer, intentar, poner los medios. Y es esa voluntariedad, esa intención lo que determina la bondad o la maldad de nuestros actos. Tanto es así que si intentando, de buena fe, hacer algo bueno, resulta algo malo, Dios mirará a lo que intentamos y no a lo que hicimos.
Pero no pensemos que entonces no hay por qué conseguir nada efectivo, bastando con intentarlo. Dios sabe cuándo realmente queremos y cuándo sólo deseamos sin más algo por lo que no ponemos afán y esfuerzo. Es decir, que Dios sabe de verdad cuál es nuestra intención. Y hasta qué punto estamos actuando con sinceridad o con engaño. A Dios no se le puede despistar como despistamos a los hombres. "Los ojos de Dios ven las acciones, Él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos".

2.- EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY Y LA PERFECCIÓN DE LA LEY
Por Gabriel González del Estal
1.- No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Los cristianos no debemos conformarnos con ser simples cumplidores de las leyes, tanto civiles, como religiosas. Debemos, eso sí, conocerlas en la letra y en el espíritu, pero sabiendo que, en muchos casos, como nos advierte el mismo san Pablo, “la letra mata, mientras que el espíritu vivifica”. Las leyes deben ser puestas siempre al servicio de la persona, nunca al revés. Una ley que, cumplida literalmente, haga daño, físico, social o moral, a alguna persona, no es una ley cristianamente buena y, en consecuencia, los cristianos no deberemos cumplirla literalmente. En una sociedad democrática y libre, podemos suponer que el espíritu de una ley, aprobada en el Parlamento, ha sido aprobada con la sana intención de contribuir al bien de las personas a las que se dirige la ley. Pero puede ocurrir que, aun cuando la intención, y el espíritu de la ley, haya sido realmente bueno, la concreción y expresión literal de esa ley aprobada resulte literalmente inaceptable para un cristiano. Eso es lo que le pasaba a Jesús con la Ley judía: el espíritu de la Ley de Moisés era, en su origen, siempre bueno, pero la expresión literal de esa ley, tal como se aplicaba en tiempos de Jesús, a Jesús le resultaba realmente inaceptable. Lo que Jesús les decía a sus discípulos era que él no sólo no había venido a abolir el espíritu de la Ley de Moisés, sino que había venido, precisamente, a perfeccionar la Ley, a darle plenitud. La expresión que usa Jesús es muy clara: “habéis oído que se dijo…, pero yo os digo”. Los letrados y fariseos del tiempo de Jesús querían aplicar la Ley de Moisés literalmente, perjudicando en muchos casos a las personas más débiles, entre ellas, a las mujeres, a los enfermos y a los pecadores. Jesús les dice a sus discípulos que, en su origen, el espíritu de la Ley de Moisés siempre fue ayudar a las personas más débiles y que así es como quiere él que se cumpla y se dé cumplimiento a la Ley de Moisés. Pensemos en la interpretación que Jesús hacía sobre las leyes referidas al descanso sabático, o sobre la conducta de Jesús frente a la mujer sorprendida en adulterio, como ejemplos más claros. En el evangelio de hoy Jesús les pone cuatro ejemplos concretos: las leyes sobre el asesinato, el adulterio, el divorcio y los juramentos. En todos estos casos, Jesús quiere que la Ley de Moisés sea interpretada según la intención y el espíritu con el que fueron dadas estas leyes, cosa que los letrados y fariseos de su tiempo no estaban haciendo. Nosotros, los cristianos, somos discípulos de Jesús, no de Moisés, y debemos cumplir siempre las leyes atendiendo al espíritu de la ley, que no puede ser otro que ayudar a las personas a hacer el bien.
2.- Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano de lo que quieras. En este texto del libro del Eclesiástico, el autor defiende la libertad del ser humano, frente a los que decían que “se habían desviado por culpa del Señor”. El Señor siempre aborrece el pecado, premia al que hace el bien y castiga al que hace el mal. Hoy día nosotros hablamos mucho de libertad, pero nunca debemos confundir la libertad con el libertinaje. Usar nuestra libertad como Dios quiere es cumplir la voluntad de Dios, es decir, usar nuestra libertad para hacer el bien y rechazar el mal. Es cierto que la libertad humana es muy frágil y está muy limitada por múltiples circunstancias, pero, en la medida en la que somos libres, Dios quiere que usemos siempre bien nuestra libertad; libertad, repito, para hacer el bien, cumpliendo la voluntad de Dios.
3.- Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo. La sabiduría a la que se refiere aquí san Pablo es la sabiduría de la cruz, que era considerada “escándalo para los judíos y necedad para los griegos”. Predicar a un Dios crucificado y resucitado no era realmente algo fácil de admitir por los sabios griegos del tiempo de san Pablo. Por eso, dice el apóstol que su predicación no se basa en una sabiduría humana, sino en una sabiduría divina, que Dios le ha revelado por el Espíritu. Tampoco en nuestro mundo es fácilmente aceptada la sabiduría de la cruz de Cristo, por eso los cristianos debemos hacerla inteligible, más que con palabras, con nuestra conducta, haciendo del dolor propio y ajeno un instrumento de salvación. Los cristianos vemos en cada persona injustamente crucificada, al mismo Cristo crucificado, y luchamos con todas nuestras fuerzas para suprimir de nuestro mundo el mal y el dolor injusto, tanto propio como ajeno. Y esto lo hacemos movidos por la sabiduría divina, que nos ha sido revelada por el Espíritu, en Cristo Jesús.

3.- SINO SOIS MEJORES…
Por José María Maruri, SJ
1.- “Si no sois mejores que los escribas y los fariseos no entrareis en el Reino de los Cielos”… ¿pero qué hicieron estos pobres a los que el Señor excluye del Reino de los Cielos? El deseo de ser perfectos en el cumplimiento de la Ley lo atomizaron en más de 700 preceptos y redujeron el valor de la Ley a preceptos externos.
Lo malo que hicieron es no llegar al corazón de la Ley, no llegaron al corazón de Dios, autor de la Ley, ni del hombre seguidor de esa ley. Dejaron al corazón humano fuera de la Ley, ni al del hombre seguidor de esa Ley, cuando es la fuente del bien y del mal.
Como nos decía la primera lectura: “Tenían ante sí el agua y el fuego”, y eligieron el agua inocua, que no hace daño, que lava por fuera, y dejaron el fuego que urge y purifica por dentro.
A la luz que se resume en “amar a Dios y al prójimo” la arrancaron el corazón, la fosilizaron el corazón. (Por eso hay una frase en la Escritura que dice: “arrancaré de vuestro pecho el corazón de piedra y meteré en su lugar un corazón de carne”, un corazón humano que late y vive, y ríe y llora…
2.- “Si no sois mejores que los escribas y los fariseos…” ¿Lo somos?
--¿nos ríe el corazón sirviendo a Dios y a los hombres?
--¿nos late el corazón pensando en Dios y en los demás?
--¿nos llora el corazón cuando estamos lejos de Dios y de los hermanos?
--¿No hemos elegido el agua inocua del “yo no robo, no mato, no me voy con otras mujeres”? En lugar del fuego que urge a quitar todo rencor del corazón a salir del encuentro del que me necesita. A llevar consuelo y alegría al que lo necesita.
De los mandamientos entendidos como NOES hemos hecho unos barrotes de la cárcel en que vivimos, entristecidos y separados. Hemos hecho una empalizada, una muralla… Y fuera hemos dejado todo eso que deberíamos amar: a nuestros hermanos con sus problemas y necesidades. ¡Más aún! Si miramos bien esas que vemos a través de nuestras rejas y empalizadas distinguiremos, sin duda, el rostro del Señor, que también se ha quedado fuera, porque el Señor siempre está con los hermanos.
Los Mandamientos no se cumplen con los NOES de dejar de hacer si no con un… ¡sí rotundo!... a Dios y a los hermanos. O mejor con lo que dice San Juan con sí rotundo al hombre, ·”porque si no amas al hermano que ves, cómo vas a ver a Dios que no ves”.
3.- “Habéis oído…pero Yo os digo… nos digo nos dice el Señor. Y en este camino hacia Dios a través de los hermanos hemos oído muchas cosas
--que no hay que hacer daño a nadie
--que la caridad comienza por uno mismo
--que no hay que exagerar y ser prudente
--que el prójimo es el más cercano.
“Pero yo os digo”: parte tu pan con el hambriento, el pan que te ibas a llevar a la boca, da de beber al sediento, visita al enfermo.
--ama a tu enemigo
--da tu vida por el hermano como yo la he dado
--amaos como yo os he amado.
4.- Ahora decidme si somos mejores que los escribas y fariseos cuando mil millones de cristianos que hay en el mundo entero consentimos que cada día mueran por falta de asistencia y pan 40.000 niños en el mundo entero. “Si no sois mejores que los escribas o los fariseos no entraréis en el Reino de los Cielos”.

4.- LA NUEVA LEY ES EL AMOR
Por José María Martín OSA
1.- El don precioso de la libertad. El Libro del Eclesiástico deja bien claro que el mal no procede de Dios, sino que su origen es el mal uso que hace el hombre de su libertad. Dios no quiere nunca el mal. Si lo permite, es para salvaguardar la libertad humana, sin la cual el ser humano no puede realizarse ni ser feliz. Ante el hombre siempre está la posibilidad de la vida o la muerte, es decir el pecado. “Si quieres…. guardarás los mandatos del Señor”. El hombre, si quiere, puede optar por la vida, pero, si elige el pecado, la responsabilidad es solo suya. Hay una relación estrecha entre libertad y responsabilidad en el hombre. Moisés, cuando presentó los mandamientos, decía a su pueblo: "Ante ti están la muerte y la vida; tú escogerás".
2.- El Salmo 118 expresa el amor a la voluntad y los mandatos del Señor. El creyente sigue sus palabras y sus leyes libremente, porque ama a Dios. El efecto que produce es la paz de corazón, como expresa San Agustín: "Mucha paz tienen los amadores de tu ley y para ellos no hay escándalo". Debemos seguir palabra tras palabra, frase tras frase de este salmo, con mucha lentitud y paciencia. Descubriremos entonces el amor a la Palabra de Dios.
3.- San Pablo propone la verdadera sabiduría. No es de este mundo y Dios la concede a todos los que llegan, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo, a participar de la misma vida divina. Esta sabiduría, como experiencia de la salvación cristiana, es la que se esconde en la voluntad divina de salvar a los hombres y se manifiesta ya en los creyentes, aunque ha de llegar aún a revelarse plenamente al fin de los tiempos. Mientras las religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca graciosamente viniendo él mismo donde nosotros estamos.
4.- No ha venido a abolir, sino a dar plenitud. Jesús reconoce el Antiguo Testamento como palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar precisamente esta palabra definitiva vino él al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud". Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Porque Jesús restituye los mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
5.- La nueva Ley del cristiano. Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con un amor cuya única medida es no tener medida. Nos amó hasta el extremo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley comienza con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno está dispuesto a morir por sus enemigos. No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir hasta el amor a los enemigos. El perdón es anterior a la ofrenda. Jesús es el primer pacifista… Solo con la reconciliación y el perdón se puede construir un mundo nuevo. Lo predicó y lo practicó en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

5.- AMOR Y LIBERTAD
Por Pedro Juan Díaz
1.- Jesús habla a la gente desde la montaña. Los textos que estamos escuchando estos últimos domingos forman parte del Sermón de la montaña. Jesús ha anunciado las bienaventuranzas, les ha invitado a ser sal de la tierra y luz del mundo y ahora les recuerda (y nos recuerda) los mandamientos. Para el evangelista Mateo, Jesús es el nuevo Moisés, que viene a dar el sentido definitivo a la Ley. No podemos vivir los mandamientos como si solo fueran un conjunto de normas o prohibiciones que quieren complicarnos la vida y hacerla más difícil. Igual que tenemos unas normas de circulación o para convivir, en la fe también es importante cuidar una serie de cosas. Pero los mandamientos van más allá. La Ley, los mandamientos, están atravesados por el amor y quieren ayudarnos en nuestro seguimiento de Jesús y hacer nuestra vida mejor y más feliz. Quizá tenemos que hacer el esfuerzo de verlos desde un punto de vista más positivo, como una invitación a vivir, aquí y ahora, las actitudes que hacen crecer el Reino de Dios entre nosotros.
2.- El texto de hoy hace una relectura de algunos de estos mandamientos. En primer lugar, nos invita a cuidar de las personas, de todas y de cada una, reconociéndolas como nuestros hermanos, ya que todos formamos parte de la gran familia humana que Dios ha creado. Todo el que se enoje con su hermano debe recapacitar y corregir. A veces decimos: “yo no mato, ni robo, no tengo pecados”. Pero Jesús va más allá. Cualquier insulto o injuria o descalificación hacia un hermano ya es una falta grave, y ahí pecamos todos. Es tan importante cuidar nuestra relación con los demás, que está por encima incluso de nuestra participación en la Eucaristía. Por eso, antes de venir hay que ponerse en paz con los hermanos. “No podemos amar a Dios, a quien no vemos, y no amar a nuestros hermanos, a quienes vemos”, decía San Juan.
3.- La otra cosa a cuidar es la mujer de mi hermano. El respeto hacia la mujer (o el marido) de mi hermano o hermana es fundamental para mantener una buena relación fraterna con él (o ella). Y también algo muy importante es la palabra dada. Antes, con decirnos si o no y darnos un apretón de manos, la cosa quedaba sellada. Ahora necesitamos firmar miles de documentos delante de notarios que den fe de ello para que no nos echemos atrás. Ser sinceros con nuestra palabra, ganarnos la confianza de nuestros hermanos con la fidelidad a la palabra dada también es un mandamiento importante de la Ley de Dios. La falsedad y la mentira destruyen esa confianza y también nuestra relación fraterna con nuestros hermanos.
4.- Todos los mandamientos están atravesador por la ley del amor. Pr eso decía San Agustín: “ama y haz lo que quieras”. Porque, en palabras de San Pablo, “el que ama ya está cumpliendo toda la Ley”. Pero también están atravesador por otro elemento importante y fundamental: la libertad. Y para reflexionar sobre esto nos va a ayudar mucho la primera lectura, que es toda una reflexión sapiencial sobre la libertad humana. Vivimos en una sociedad de consumo que no para de ofrecernos cosas, incluso a veces creándonos la necesidad cuando no nos hacen falta. Pero la reflexión del Libro del Eclesiástico nos invita a elegir comprometiendo, con esa elección, la orientación de nuestra vida. Dice la primera lectura: “Si quieres, guardarás sus mandatos… ante ti están puestos… le darán lo que él escoja”. Dios, que camina a nuestro lado en la vida, nos ha dado el regalo más valioso que es nuestra libertad, y lo respeta con todas las consecuencias, ya que nos deja libres para elegir y decidir, aunque nos equivoquemos. En nosotros está formar bien nuestra conciencia y crecer en nuestra fe para que nuestras elecciones y decisiones sigan el camino que Dios nos marca. Y para eso tenemos los mandamientos, para no equivocarnos, para no desviarnos con nuestras elecciones libres. Amor y libertad son los dos grandes instrumentos que Dios nos ha dado para vivir nuestra vida con autenticidad.
5.- Hagamos hoy revisión de nuestra vida, lo que conocemos como examen de conciencia, y pongámonos en paz con Dios y también con los hermanos a los que hayamos podido ofender. Entonces podremos acercarnos con sinceridad a la Eucaristía y se acrecentarán nuestra comunión y nuestra fraternidad con los demás hermanos y hermanas. Y así andaremos más cerca del Reino de Dios.

6.- ¡NO TODO VALE!
Por Javier Leoz
Dice una conocida sentencia: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Ha de ser ley porque es justa”. El hombre, que anhela su propia libertad (sin más límites que la propia conciencia) está inclinado a rechazar todas aquellas normas, o mínimas pautas, que vayan en contra de esa idea: yo soy dueño de mi vida, de mi historia y de todo lo que pienso y realizo. ¿O no es así? ¿No hay una práctica rebeldía del hombre contemporáneo a todo lo que se le impone como ley?
1. El evangelio de este domingo VI nos viene estupendamente. Frente al “todo vale” con el que, en cierta manera, nos intoxica el mundo, Jesús nos dice el “pero yo os digo”.
-Frente al aborto (porque el ser humano es dueño de su propio cuerpo), el Señor nos recuerda que –el 5º mandamiento- sigue tan vigente como lo conoció y escuchó Moisés: “¡No matarás! “Y que, la vida, viene de Dios y, sólo Dios, puede disponer de ella.
-Frente al olvido o la marginación de los más mayores (cuando la sociedad afirma que ya han cumplido), el Señor nos trae a la memoria el 4º punto de lo revelado por Dios en el Monte Sinaí “honrarás y respetarás a tus padres”.
-Frente a la opulencia (en contraste escandaloso con los países más pobres), el Señor nos lleva al segundo mandamiento: “amarás al prójimo como a ti mismo”.
-Frente al intento de absolutizar leyes y normas que siendo indignas se exigen a todas las personas sin derecho a objeción de conciencia, a ser diferentes o pensar de diferente forma, Jesús nos recuerda que, sólo Dios, es digno de ser adorado y de ser tenido como suprema ley a favor del hombre.
2. La Palabra de Dios, sus leyes, no son ningún adorno para la humanidad. Es la constatación de un hecho real: muchos de los que creemos en el Señor no tenemos orientada suficientemente, y con fortaleza cimentada, nuestra vida en el Reino de Jesús. Dios, y es así, no es ningún adorno: si su Ley fuera cumplida muchos dramas del mundo serían superados.
Jesús no quiere esclavos de su Reino. Hay un dicho que dice algo así “la letra con sangre entra”. La ley del Señor, desde el momento en que está sustentada en el amor, requiere discípulos libres (no obligados), con luz propia (no con imitaciones), con sal y picante (no derretidos o vencidos). A nadie se nos obliga a creer y, por lo tanto, cumplir la voluntad de Dios, esperar en El y en sus promesas nos lleva a la siguiente conclusión: vivir según Dios es un gran regalo. Un privilegio que el Señor nos recuerda en el evangelio que acabamos de escuchar.
Cristo que sabe cómo se vive con Dios metido en el corazón, desea para nosotros lo mismo: la felicidad auténtica. ¿Y cómo se alcanza? Sirviéndole con alegría y con prontitud, con entusiasmo y con diligencia, con perfección y con humildad.
3.- Iba un peregrino camino de Compostela y, en un anochecer, mirando hacia las estrellas preguntó: “Señor; ¿qué quieres de mí? Vivo según tu Palabra y camino por tus sendas. Te busco…y no sé si acabo de encontrarte. Una voz, desde lo más profundo del silencio le contestó: “te quiero a Ti”. Esta es la ley del Señor. Sus mandamientos están encaminados precisamente hacia ello: a un encuentro real, misterioso y personal entre Dios y el hombre.
4.- QUE NO SEA REBELDE, SEÑOR
A tu Palabra, pues ella me ilumina
me enseña los caminos hacia tu Reino
A tu presencia, pues contigo y en Ti,
encuentro la felicidad plena
la dicha verdadera y las razones para vivir
QUE NO SEA REBELDE, SEÑOR
A tus leyes, pues con ellas,
podré ser libre de verdad
sin someterme a otras, que en el mundo,
son injustas y caprichosas

QUE NO SEA REBELDE, SEÑOR
A tu voluntad, para no ser esclavo de nadie
y sirviéndote a Ti, pueda descubrirte
en mi entrega sencilla pero sincera a los demás

QUE NO SEA REBELDE, SEÑOR
A tu proyecto sobre mí,
y llevar a buen puerto
lo que, mis débiles fuerzas, me permitan

QUE NO SEA REBELDE, SEÑOR
A tus exigencias en la vía hacia la perfección
A tu corazón, para moldear el mío frío y duro
A tu llamada, para no olvidarme
de lo mucho que, hoy siempre, me amas.
Amén.

7.- PERO… ¿ES QUE NO HAY FARISEOS HOY?
Por Ángel Gómez Escorial
1.- No por ser suficiente conocido deja de sorprender. La idea de un Jesús de Nazaret afable, que ayuda a todo el mundo que se lo pide, que cura a los enfermos con especial delicadeza y que les hace protagonistas de su propia curación al poner el ejemplo de su fe, contrasta con la continuidad y dura crítica contra fariseos, saduceos, sacerdotes, escribas y maestros de la Ley. Estos, sin duda, a los ojos de la sociedad contemporánea de entonces eran lo mejor, de la mejor, una autentica élite social, religiosa y hasta administrativa. Y, sin embargo, el Maestro de Galilea los descalifica continuadamente. Esa actitud tuvo que desconcertar a muchos judíos de entonces quienes pensaban que la doctrina renovadora –dicha con autoridad—de Jesús no tenía que ser incompatible con la religión oficial. De todas formas, esa oposición continua y pertinaz llevó a Jesús a la muerte con lo que hemos de decir que, sin duda, estuvo golpeando dura y eficazmente a ese sistema aristocrático de poder y religiosidad oficial.
2.- Dicha sorpresa de la gente normal, de la que buscaba continuadamente la verdad, tuvo que producir la respuesta que Jesús nos muestra hoy en el evangelio de Mateo. Y lo dice muy claro: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Pone de manifiesto que Él no está la Ley, sino contra aquellos que la “administran”. Y es que toda clase superior dedica muchas horas de su jornada a mantener su estatus, sus ventajas. Existiría, sin duda, entre los miembros de esa “superioridad” un sentido corporativo enorme que no aceptaría la menor crítica. Además, el demoledor sistema de cumplimiento –“cumplo y miento”—basado en las casi 800 preceptos de obligado cumplimiento servían para tener adoctrinado, entretenido y agobiado al pueblos, sin tiempo para pensar, sin autonomía para actual, pero, sobre todo, siendo víctima de un engaño premeditado, de un sistema alienante…
3.- Y Jesús entra de cara en la realidad del problema. Se refiere a dicha clase aristocrática como causa principal del alejamiento de la gente del verdadero Dios que es tierno y amoroso con sus criaturas. La creencia –sin duda sencilla—en Dios había sido suplantada por la norma hasta sus últimos extremos. La metáfora de que fariseos y saduceos habían encerrado a Dios en una jaula de oro es adecuada y nunca excesiva. Pero, en fin, Jesús –según el relato de Mateo—se ve también en la obligación a apostillar esa doctrina oficial que, por supuesto, tiene su base en la enseñanza de Moisés, entregada por Dios en el Sinaí, en las tablas de piedra. Y con ello no deja el asunto en un presunto choque entre personalidades religiosas. Es un camino reformista profundo y lleno de vida, que tuvo que sorprender e influir considerablemente en todo aquel que le escuchaba. Despliega, pues, una ampliación de la norma llena de humanidad y de amor, más conforme con la idea de un Dios que es un padre comprensivo y no el presidente o consejero delegado de una gran empresa. El análisis de todo el contenido evangélico dentro del “pero yo os digo” de Jesús es, sin duda, un avance de su doctrina, una confirmación práctica de las bienaventuranzas, un camino de amor y justicia que, sin duda, conduce al Dios Padre, compasivo y misericordioso. Sin duda, la doctrina del “Abba”, de Dios como “papaíto” es la gran revelación del Profeta de Nazaret.
4.- Pero estos consejos de Jesús en este Sexto Domingo del Tiempo Ordinario, tienen aplicación en febrero de 2014, ahora mismo. ¿No hay en la Iglesia como organización un cierto fariseísmo? ¿Unas élites que intentan gobernar al pueblo más por el “cumplo y miento” que por el amor? ¿No está el papa Francisco intentando desmontar –por ejemplo—la superestructura que hasta ahora ha mandado en el Vaticano? Lo sorprendente a lo largo de los siglos es que después de la clara enseñanza de Jesús de Nazaret contra fariseos, saduceos, escribas y maestros de la ley, figuras similares hayan seguido floreciendo en su Iglesia con procedimientos y efectos sobre el Pueblo de Dios muy parecidos a los que criticaba nuestro Dios y Señor. Sinceramente, creo que este evangelio de Mateo que se ha proclamado hoy está más de actualidad que nunca…

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

COHERENCIA, RADICALISMO Y PROFUNDIDAD
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- A veces se dice, este se enrolla más que una persiana (de las antiguas, que se enroscaban). Y tal proceder no es el que corresponde a nuestra actualidad, que quiere frases cortas y sencillas, pese a que puedan pecar de banales. Del fragmento del evangelio que se nos ofrece en la misa de este domingo, alguien se atrevería a decir lo mismo. Si tuvierais en la mano el leccionario, veríais que se ponen algunos párrafos entre paréntesis, que los editores pensaron que se podían omitir. Dependerá del criterio del que preside, el que sea más o menos larga la proclamación.
2.- Pienso que el contenido del mensaje son los tres conceptos del título. Porque si bien el Maestro pone ejemplos concretos, algunos que no corresponden a nuestra realidad, el conjunto es muy homogéneo. Vivir de acuerdo con estos principios colectivamente, no haría crecer el producto interior bruto de un país y eliminaría muchos funcionarios que hoy ocupan su jornada en tareas burocráticas. Pero el Evangelio es así, quiéranlo o no los políticos y economistas. Seguir al Maestro, mis queridos jóvenes lectores, no está de moda en nuestro burgués mundo capitalista.
3.- Me parece que será mejor que yo tome el texto y os lo comente brevemente, por el orden que aparecen. El Evangelio no es una moda pasajera, ni un proceder propio de antiguos tiempos. Jesús no es de aquellos que revientan todo lo anterior, para decir que traen algo nuevo y perfecto. Él habla de aceptar lo antiguo recibido y mejorarlo y que será definitivo. Mis palabras no pasarán, decía. Advertiréis que se habla de estilo gótico y neogótico, en arquitectura. De capitalismo y neocapitalismo o de modernidad y postmodernidad, para poner algún ejemplo. Nunca oiréis hablar de neo- evangelismo o neo- cristianismo. Sí, de nuevos mártires, nuevos profetas o nuevos pastores, fruto de la misma Fe y prueba que demuestra la vitalidad de la doctrina que, como las plantas cada primavera brotan y dan frutos nuevos. Añade, y es muy importante, que enseñar el mal es la mayor desgracia y hacer el bien la mayor fortuna.
4.- ¿Cuál es mi proceder? Debe preguntarse cada uno. Ir pasando, entreteniéndose y gastando la vida sin provecho ni sentido, es una manera de dar testimonio de inutilidad y de desacreditar, si se tiene, la propia religiosidad… El mal no lo pone el Maestro en la mano que empuña espada asesina, ya el odio y el insulto es el inicio del pecado de Caín.
5.- Seguramente vosotros, mis queridos jóvenes lectores, si vais a misa, la celebráis en rito romano. Si asistierais a una liturgia ambrosiana, propia de Milán y su entorno, observaríais que el sacerdote dice antes del ofertorio: recordando el dicho del Señor de que si te acercas al altar estando enemistado con tu hermano, dejes la ofrenda y vayas a reconciliarte con él. Ahora, pues, reconciliémonos con un gesto de paz, antes de continuar la misa. Me gusta mucho más este gesto que el proceder latino, que a veces es pura comedia de besitos y abrazos (cosa que las normas no aceptan, pero de las que muchos no hacen caso).
6.- El pecado de adulterio no lo sitúa en el lecho. Jesús advierte que se inicia en el corazón. No modifica el mandamiento del Sinaí, pero es más exigente. Del adulterio interior, no se enterará seguramente nadie, ni ningún juez dictará sentencia condenatoria. Dios y la conciencia recta, sí. Las expresiones del texto: córtate el brazo, sácate el ojo, no hay que tomárselas al pie de la letra, son lenguaje de estilo semítico, pero no por ello menospreciarlo. Es mejor carecer que poseer injustamente, sea dinero, títulos, premios u homenajes.
7.- Continúan existiendo el juramento, a veces, pura formula de protocolo, otras solemne compromiso, pero es mejor no recurrir a ello si no nos lo exige quien lo puede hacer. Hay que ser personas de palabra. Ser fiel a lo que se dice, que los demás puedan fiarse de nosotros, sin que temamos represalias, que las puede haber, por ser consecuentes con lo que afirmamos.
No seáis mediocres ni ruines. Que los otros puedan reclamaros coherencia con lo que decís, pese a que haya pasado mucho tiempo. En el mundo jurídico existe la prescripción, en el de la conciencia cristiana, no. El perdón solicitado humildemente y otorgado por Dios, sí.

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