21 marzo 2014

Guión Litúrgico 1- IV Domingo Cuaresma, 30 marzo


Introducción a la celebración

Hermanos: La mesa del altar hoy nos congrega para celebrar al Dios que nos dio la vida y, sobre todo, nos infunde el don de la fe y la gracia de conocer y seguir a su Hijo Jesucristo, en la comunión de su Iglesia, señal e instrumento de la íntima unión de Dios con los hombres y los hombres entre sí hasta lograr la plena unidad en Cristo. Un logro que el Señor quiere obtener mediante nuestra mejor buena voluntad. Por eso celebramos esta misa. Comencemos cantando…


Saludo


Venimos a adorar a un Dios escondido que se manifiesta en el misterio palpitante de su Hijo hecho hombre, el cual nos anima a lavarnos los ojos con el agua pura que hace ver lo que muchos no ven o no quieren ver, en el Sacramento del pan y del vino que él convierte en su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad: ¡Que él esté ahora y siempre con cada uno de ustedes!

Acto penitencial

¡Cuántas veces el trajín y las contrariedades diarias, los sacrificios que hay que afrontar y las tentaciones de volvernos atrás, hacen que nos cansemos, nos acobardemos y hagamos lo que no hay que hacer!

Por las veces que desestimamos la libertad de los hijos de Dios y nos dejamos tentar por placeres que nos atan a errores, mentiras y maldades: Señor, ten piedad.

Porque con nuestro mal ejemplo podemos inducir a otros a “darse todos los gustos en vida”, renegando de la  vida cristiana prometida en el Bautismo: Cristo, ten piedad.

Porque en estos días, si bien cumplimos algunas prácticas cuaresmales, quizá poco hacemos por cambiar criterios y conductas reprochables: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé la vida eterna. Amén.

Liturgia de la palabra

Primera lectura (1Sam 16, 1b. 5b-7. 10-13a): Samuel es un hombre abierto a la luz de la verdad de Dios, que guía al pueblo hebreo por sus caminos y es enviado por Dios a buscar un sucesor del rey Saúl, a quien Dios reprobó por sus infidelidades.



Salmo (Sal 22, 1-6): El Salmo expresa confianza en el Señor, Pastor que cuida, vigila y permanece al lado de nosotros. Participamos de esta oración diciendo: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Segunda lectura (Ef 5, 8-14): Pablo escribe a los primeros cristianos de Éfeso y los exhorta a permanecer fieles a Dios, que los sacó de las tinieblas del paganismo y les dio vivir en la plena luz de Cristo, por él, con él y en él.
Evangelio (Jn 9, 1-41): Yo soy la luz de Dios, y he venido a iluminar a todo hombre que viene a este mundo. Esta es la proclama que Jesús rubrica con el milagro de dar vista a un ciego de nacimiento.

Oración de los fieles


Luego de escuchar las enseñanzas del Señor, de meditar en sus exigencias, de profesar nuestra fe y comprometernos a vivirla, y muy conscientes de que sin su ayuda podríamos quedarnos en palabras o, lo que es peor, en tinieblas, supliquemos: Ilumina los ojos de nuestro corazón.
     Por el Papa, nuestros obispos y sacerdotes, enviados a proclamar el evangelio e iluminar al mundo con la verdad y la santidad de Dios, para que se desvivan con entusiasmo y perseverancia por eliminar oscuridades de errores y mentiras. Oremos.
     Porque no faltan mercaderes de tinieblas... Para que nuestras obras de fe y caridad disipen ignorancias y aclaren el buen camino a los que, encandilados por fantasías, han perdido el rumbo. Oremos.
     Porque también nosotros, desprevenidos o culpables, nos aventuramos por callejones oscuros y sin salida, para que recurramos humildemente al sol venido de lo alto y llenos de su claridad la reflejemos en nuestros ambientes. Oremos.
    Para que tu Espíritu suscite más apóstoles de tu reino no sólo en nuestras ciudades ya evangelizadas sino, muy especialmente, para que se animen a misionar en tantos lugares donde aún no te conocen ni oyeron hablar de ti. Oremos.
    Por los misioneros y comunidades cristianas que sufren persecución y muerte a causa de su fe, para que sientan tu protección y el apoyo de sus hermanos a lo largo y ancho del mundo, y no dejen de testimoniar tu verdad con valentía. Oremos.
    Y por los que ya han pasado a la vida en tu casa del Cielo, para que reciban la corona reservada a los que fueron fieles en su misión de iluminar la vida de sus prójimos con la luz de la fe concretada en sus buenas obras. Oremos.

Oremos: Señor Jesús, Sol de justicia y verdad, que bajaste del Cielo para enseñarnos la verdad y el amor de tu Padre, danos mantener bien encendido el cirio recibido en el Bautismo e iluminar con él nuestro tiempo presente. Amén.


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