Introducción a la celebración
Hermanos: La mesa
del altar hoy nos congrega para celebrar al Dios que nos dio la vida y, sobre
todo, nos infunde el don de la fe y la gracia de conocer y seguir a su Hijo
Jesucristo, en la comunión de su Iglesia, señal e instrumento de la
íntima unión de Dios con los hombres y los hombres entre sí hasta lograr la
plena unidad en Cristo. Un logro que el Señor quiere obtener mediante
nuestra mejor buena voluntad. Por eso celebramos esta misa. Comencemos
cantando…
Saludo
Venimos a adorar a un Dios escondido que
se manifiesta en el misterio palpitante de su Hijo hecho hombre, el cual nos
anima a lavarnos los ojos con el agua pura que hace ver lo
que muchos no ven o no quieren ver, en el
Sacramento del pan y del vino que él convierte en su Cuerpo, Sangre, alma y
divinidad: ¡Que él esté ahora y siempre con cada uno
de ustedes!
Acto penitencial
¡Cuántas veces el trajín y las contrariedades diarias, los sacrificios
que hay que afrontar y las tentaciones de volvernos atrás, hacen que nos
cansemos, nos acobardemos y hagamos lo que no hay que hacer!
Por las veces que desestimamos la
libertad de los hijos de Dios y nos
dejamos tentar por placeres que nos atan a errores, mentiras y maldades: Señor, ten piedad.
Porque con nuestro mal ejemplo podemos inducir a otros a “darse todos los gustos en vida”, renegando de la vida cristiana
prometida en el Bautismo: Cristo, ten
piedad.
Porque en estos días, si bien cumplimos algunas prácticas cuaresmales,
quizá poco hacemos por cambiar criterios y conductas reprochables: Señor, ten piedad.
Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé
la vida eterna. Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (1Sam
16, 1b. 5b-7. 10-13a): Samuel es un hombre abierto a la luz de la verdad de
Dios, que guía al pueblo hebreo por sus caminos y es enviado por Dios a buscar
un sucesor del rey Saúl, a quien Dios reprobó por sus infidelidades.
Salmo (Sal
22, 1-6): El Salmo expresa confianza en el Señor, Pastor que cuida, vigila y
permanece al lado de nosotros. Participamos de esta oración diciendo: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Segunda lectura (Ef
5, 8-14): Pablo escribe a los primeros cristianos de Éfeso y los exhorta a
permanecer fieles a Dios, que los sacó de las tinieblas del paganismo y les dio
vivir en la plena luz de Cristo, por él, con
él y en él.
Evangelio
(Jn 9, 1-41): Yo soy la luz de Dios, y
he venido a iluminar a todo hombre que viene a este mundo. Esta es la proclama que Jesús rubrica con el milagro de dar vista a un
ciego de nacimiento.
Oración
de los fieles
Luego de escuchar las enseñanzas del Señor, de meditar en sus
exigencias, de profesar nuestra fe y comprometernos a vivirla, y muy
conscientes de que sin su ayuda podríamos quedarnos en palabras o, lo que es
peor, en tinieblas, supliquemos: Ilumina
los ojos de nuestro corazón.
Por el Papa, nuestros obispos
y sacerdotes, enviados a proclamar el evangelio e iluminar al mundo con la
verdad y la santidad de Dios, para que se desvivan con entusiasmo y
perseverancia por eliminar oscuridades de errores y mentiras. Oremos.
Porque no faltan mercaderes
de tinieblas... Para que nuestras obras de fe y caridad disipen ignorancias y
aclaren el buen camino a los que, encandilados por fantasías, han perdido el
rumbo. Oremos.
Porque también nosotros,
desprevenidos o culpables, nos aventuramos por callejones oscuros y sin salida,
para que recurramos humildemente al sol
venido de lo alto y llenos de su claridad
la reflejemos en nuestros ambientes. Oremos.
Para que tu Espíritu suscite
más apóstoles de tu reino no sólo en nuestras ciudades ya evangelizadas sino,
muy especialmente, para que se animen a misionar en tantos lugares donde aún no
te conocen ni oyeron hablar de ti. Oremos.
Por los misioneros y
comunidades cristianas que sufren persecución y muerte a causa de su fe, para
que sientan tu protección y el apoyo de sus hermanos a lo largo y ancho del
mundo, y no dejen de testimoniar tu verdad con valentía. Oremos.
Y por los que ya han pasado a
la vida en tu casa del Cielo, para que reciban la corona reservada a los que
fueron fieles en su misión de iluminar la vida de sus prójimos con la luz de la
fe concretada en sus buenas obras. Oremos.
Oremos:
Señor Jesús, Sol de justicia y verdad, que bajaste
del Cielo para enseñarnos la verdad y el amor de tu Padre, danos mantener bien
encendido el cirio recibido en el Bautismo e iluminar con él nuestro tiempo
presente. Amén.
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