31 marzo 2014

Homilías (2), V Domingo Cuaresma, 6 abril

LÁZARO EL DE BETANIA, EL AMIGO, EL RESUCITADO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- JESÚS VOLVIÓ A BETANIA PARA MORIR

Por José María Maruri, SJ


1.- Estamos a unos días de Semana Santa –a una semana exactamente—y también la escena del evangelio se realiza a unos días del primer Viernes Santo de la historia, y toda ella están transida de Viernes Santo. Su mensaje es que Jesús es Señor de la Vida, pero absorbiendo en Si la muerte y que asume la muerte ajena y da la vida de la que es Señor. Y asume la muerte y da la vida por amor, nadie le obliga ni a asumir la muerte, ni a dar la vida lo hace porque nos quiere.

2.- Y la escenificación de este drama de amistad, muerte y vida se desarrolla en la casa de una mujer, Marta, a la que el Señor quería, así como a su hermana María y a Lázaro, pero la primera a Marta…

¿Cuál es el por qué de este especial amor de Jesús? Claro que para el amor de Dios no hay porqués. Sabéis que está en discusión si esta María de Betania es la misma que aquella María Magdalena. El padre Martín Patino se inclinaba a creer que era la misma y eso explicaría muchas cosas.

¿No es extraño tres hermanos solteros en un ambiente en que todos se casaban jóvenes en al esperanza de tener muchos hijos y que entre ellos Dios eligiera el Mesías? ¿Por qué los tres hermanos solteros? ¿Qué desequilibró la vida de esa familia?

Una María emotiva y cariñosa tal vez no pudo aguantar el ambiente de una casa regentada por una hermana buena pero más que cariñosa, eficaz y perfeccionista. Y un hermano mayor, Lázaro, encorsetado en extremo en el cumplimiento de mil normas sin sentido. Y se fue de casa en busca de libertad, como el hijo pródigo. (¿Y no sería una hija, esta hija, a la que Jesús se refería?)

Un día Marta se acercó al Maestro y con lágrimas en los ojos le descubrió el problema de su casa y Jesús buscó a María y arrojo de ella siete demonios, como dice el evangelio.

La familia volvió a la normalidad, pero se había parado en el tiempo. Los tres hermanos solteros querían a Jesús llenos de agradecimiento y Jesús quería a Marta por su servicialidad y su buen corazón, ocultó en ropajes de brusquedad: “¿Es qué no te importa nada que María no me ayude?” le había dicho una vez. Y hoy le echa en cara no haber vuelto a tiempo: “Si hubieras estado aquí…”. Es decir, si hubieras venido cuando te enviamos el mensajero…

** Jesús quería a Lázaro, íntegro, tal vez hasta el extremo del rigorismo.

** Y Jesús quería a María con el especial cariño con el que el pastor quiere a la oveja perdida y salvada por él entre zarzas y breñas.

3.- Y Jesús los amó más que a su vida, tan evidente era que volver a Judea, y más a Betania a tres kilómetros de Jerusalén era exponer la vida, tanto que Tomás anima a sus compañeros con aquellas palabras: “Vayamos y muramos con Él… Es la muerte lo que van a buscar a Betania.

Jesús sabe más. Y es que lo que va a hacer a Betania va ser el detonante de aquel decreto que los fariseos iban a aprobar en el Consejo…”porque conviene que un hombre muera en lugar de todo el pueblo”

Jesús, atendiendo a petición de Marta y María, decreta su propia muerte, lo sabe, pero ¿no hay mayor amor que el que da la vida por el amigo, al que devuelve a la vida, perdiendo la suya?

Esta fue la clave de la primera Semana Santa, un amor a los suyos más fuerte que la muerte, un amor a cada uno, a Marta, a María, a Lázaro… Y a tantas Martas, Marías y Lázaros a lo largo de los siglos: “me amó y se entregó por mí” es el centro de la vida de Pablo. “Y al cabo de tantos trabajos venir a morir en cruz y esto por mi” es la traducción de Ignacio de Loyola. Es el que da la vida por sus ovejas. Es el amigo que da su vida por devolver la vida al amigo.

4.- Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron Consejo y decían: “Qué hacemos, porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación. Pero uno de ellos Caifás les dijo: ‘Vosotros no sabéis nada. Ni caéis en la cuenta de que nos conviene que muera una solo por el pueblo, en lugar de toda la nación”

2.- LA ENTRAÑABLE HUMANIDAD DE CRISTO

Por Antonio García Moreno

1.- "Esto dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, pueblo mío..." (Ez 37, 12). Sepulcros, lugar de oscuro encierro y de podredumbre. Silencio definitivo, descomposición nauseabunda, final desastroso de una carne que se corrompe y que apesta... Así es la vida a veces, así de muerta y olvidada, así de triste y de trágica. Sí, hay muchos sepulcros detrás de los brillantes mármoles de nuestras fachadas.

La voz de Cristo abrió el sepulcro de Lázaro, hediondo ya después de cuatro días. Y Cristo abrió los sepulcros de aquellos leprosos de carne corroída, el de la mujer adúltera, mil veces más podrida. El de tantos y tantos, sepultados bajo la fría losa de sus miserias y pecados... Nuestros sepulcros, Señor, mi sepulcro. Ábrelo. Vence a la muerte con la vida. Llena de rosas siempre vivas este hoyo en el que sólo hay carne en putrefacción. Tú lo has dicho: Pueblo mío, yo mismo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de ellos.

Y cuando abra vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor... Es también Ezequiel quien nos habla de un campo lleno de huesos secos, un inmenso rastrojo, fatídico y macabro. Pero el soplo de Dios pasa sobre esos huesos, la fuerza y el calor del Espíritu actúa, realiza el prodigio de hacer brotar la vida en donde sólo había muerte.

Dios infunde su Espíritu y la vida surge pujante, la tristura irreprimible se convierte en desbordante alegría, la angustia que oprime se transforma en esperanza que esponja el alma. Los sepulcros se han abierto, se han llenado de luz.

El Señor lo dice y lo hace. No es como nosotros, que decimos pero no hacemos. Él es distinto. Su palabra es sustantiva, poderosa, eficaz. Por eso, una vez más hemos de ahuyentar la tristeza y el miedo, con la confianza y la seguridad del que sabe bien de quién se ha fiado.

2.- Cristo, vencedor de la muerte. Señor, tu amigo está enfermo. Así anunciaron a Jesús la grave enfermedad de Lázaro. Es un detalle más que nos confirma la entrañable humanidad de Cristo, la hondura de los sentimientos del Hijo de Dios hecho hombre. Jesús, en efecto, amaba a Lázaro. Lo demostrará luego, cuando llore delante de los demás al ver la tumba del amigo. Y lo demuestra en su decisión de ir a curarle, aunque ello suponga acercarse demasiado a Jerusalén y exponerse a las asechanzas de sus enemigos, que tenían ya determinado matarle. Pero el Señor, llevado del amor a Lázaro marchó decidido a Betania. Su postura de lealtad y de gallardía es un reclamo para nosotros, para que también seamos amigos de veras. Sobre todo, cuando la persona amada nos necesita, aunque el ayudarla suponga graves riesgos.

La muerte ensombrece el hogar de Lázaro y sus hermanas, tan acogedor en otras ocasiones. Donde había paz y alegría, hay ahora zozobra y tristeza. Jesús contempla el dolor de Marta y María, ve sus miradas enrojecidas por el llanto y se estremece interiormente, rompiendo en un sollozo incontenible. Es muy humano sentir dolor ante la muerte de un ser querido, derramar lágrimas por la ausencia irremplazable del amigo. Lo mismo que le ocurre a Jesucristo en esta ocasión.

Pero al mismo tiempo esos sentimientos, cuando hay fe, han de dar paso a la esperanza y a la serenidad. Sí, entonces nuestra fe ha de iluminar los rincones más oscuros del alma, ha de recordarnos que detrás de la muerte está la Vida. Hemos de pensar que la separación no es definitiva sino provisional, porque la vida se nos transforma, no se nos arrebata. En la resurrección de Lázaro, Jesús muestra su poder omnímodo, adelanta su triunfo final sobre la muerte. Así, pues, este prodigio es una primicia del botín definitivo, cuyo comienzo será la pasión y su final apoteósico, la grandiosa polifonía del aleluya de la Pascua.

3.- NUESTRO DESTINO ES VIVIR

Por Gabriel González del Estal

1.- Sí, nuestro destino es siempre la vida. Desde que nacemos estamos gozosamente condenados a vivir. Las lecturas de este domingo hablan de la vida en esta vida, de la vida mortal y pasajera, de la vida que, a través del túnel de la muerte, desembocará inexorablemente en la otra vida, en la vida eterna. Lázaro, en estricta terminología cristiana, no resucitó, sino que revivió, volvió a vivir en la misma vida que había tenido antes de morir. Después, evidentemente, moriría y, entonces sí, seguro que resucitó a la vida eterna. No se olvide que estamos todavía en cuaresma, en el duro camino hacia la Pascua de Resurrección. Hablar de resurrección en este V domingo de cuaresma es prematuro. Debemos hablar, eso sí, de promesa de resurrección. Primero tiene que resucitar Cristo, nuestra primicia; después resucitaremos nosotros. Lo de Lázaro fue reviviscencia, como lo fue la vuelta a la vida del hijo de la viuda de Sarepta, por intercesión del profeta Elías, o del hijo de la sunamita, por el profeta Eliseo. Lo importante en este domingo es saber que nuestro Dios es el dueño de la vida y que nos ha dado la vida para que vivamos siempre. Primero en esta vida, superando, con el espíritu de Cristo, todas las tentaciones de muerte que nos acosan cada día. Ni la enfermedad, ni el desánimo, ni los fracasos temporales, nada, en definitiva, pueden apartar a un cristiano de su vocación de vivir. De vivir en plenitud ya en esta vida, animados por el espíritu de Dios, por el espíritu de Cristo. Nuestro destino tan sólo es vivir, vivir y dar vida, luchando cada día contra todo lo que es muerte y destrucción.

2.- Os infundiré mi espíritu y viviréis. El profeta Ezequiel se dirige a un pueblo que vive en el destierro, a un pueblo que está totalmente desanimado y seco, como están secos los huesos de sus muertos en cementerios extranjeros. El Señor les habla y les dice que él mismo va a derramar su espíritu sobre ellos, para que se animen y se reanimen y así puedan caminar y entrar con alegría en la tierra que les tiene prometida. La esperanza es la sabia de la vida; sin esperanza nos volvemos secos y como paralizados y estériles. La esperanza en el Señor no defrauda, porque la esperanza en el Señor de la vida produce vida. Dios no quiere nuestra muerte, quiere que vivamos y que vivamos en plenitud. El espíritu del Señor es siempre un espíritu de vida. El espíritu del Señor es aliento, es fuerza, es consuelo, es luz, es vida.

3.- Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el espíritu de Dios habita en vosotros. Una vez más, en esta carta a los Romanos, Pablo vuelve a contraponer carne y espíritu. Carne, aquí, es sinónimo de debilidad y de pecado; espíritu es sinónimo de gracia, de fuerza y de vida. El espíritu que nos anima a nosotros, los cristianos, es el espíritu de Cristo, del Cristo que venció y rompió las ataduras de la carne y resucitó con un cuerpo inmortal y glorioso. Esto es lo que Pablo les dice a los cristianos de Roma: que si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ellos, vivificará también sus cuerpos mortales. Un cuerpo vivificado es un cuerpo vivo y un cuerpo que viva vivificado por el espíritu de Cristo está destinado a resucitar con Cristo. Vivamos nosotros, los cristianos, vivificados por el espíritu de Cristo, ya en este mundo, con un cuerpo lleno de vida, de fuerza y de amor. Así también nuestro cuerpo mortal resucitará un día en un cuerpo inmortal y glorioso.

4.- Desatadlo y dejarlo andar. Cristo curó la debilidad y la muerte del cuerpo de Lázaro y le devolvió la vida. Le devolvió una vida mortal, pero con la promesa de que, si sigue creyendo en él, no morirá nunca para siempre, porque Cristo es la resurrección y la vida. El amor de Cristo no podrá nunca permitir que mueran para siempre las personas a las que él ama. Si amamos a Cristo como le amaban Marta, María y Lázaro tampoco nuestros cuerpos morirán para siempre. Lo importante es que nuestro amor a Cristo nos ayude a romper las ataduras, las debilidades y las miserias que nos mantienen anquilosados y muertos. También es una bella misión de todo cristiano ayudar a los demás a romper ataduras, para que puedan andar libres y liberados. Nuestro mundo está lleno de ataduras injustas: las ataduras del egoísmo, de la corrupción, de la ambición de poder, del hambre, de la sed, de la tiranía del cuerpo y del culto al cuerpo. Luchemos para que sea el espíritu de Cristo el que dirija nuestro cuerpo y nuestro mundo, para que sea siempre la vida y no la muerte la que nos dirija y gobierne. Nuestro destino y nuestra vocación es siempre la vida, es vivir.

4.- CARA A CARA CON ELLA

Por Gustavo Vélez, mxy

“Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días de muerto. Marta salió al encuentro del Señor y le dijo: Si hubieras estado aquí”… San Juan, Cáp. 9.

1.- Una religión que no enfrente los grandes problemas de la vida, no merece la pena. Pero nosotros los cristianos recibimos de Jesús de Nazaret una clave que nos descifra el enigma de la muerte. En su enseñanza y luego por su resurrección, al tercer día. La teología aclara que resurrección es el paso de esta vida mortal a otra indestructible, cuando Dios transforme nuestro cuerpo mortal en otro que no puede morir. Entonces, si el evangelio cuenta que el Señor resucitó a la hija de Jairo, a un joven en la aldea de Naim y también a Lázaro, entendemos que los devolvió a esta vida presente, con la obligación de morir otra vez. Sin embargo estos signos demostraron el poder del Señor y prepararon a sus discípulos para creer en el Resucitado.

2.- Ante la persecución de los judíos, el Maestro se ha refugiado al otro lado del Jordán y allí recibe un aviso de Marta y de María: “Lázaro, tu amigo está enfermo”. Pero Jesús se queda allí otros días, y afirma ante los suyos: “Esta enfermedad servirá para que el Hijo de Dios sea glorificado”. Aunque luego les dijo: “Lázaro duerme”. Una forma piadosa de señalar que ha muerto. “El sueño, moneda fraccionaria de la muerte", ha dicho un escritor.

Cuando llega a Betania, hace ya cuatro días que Lázaro ha muerto. “Ya huele mal”, dirá luego Marta, al ordenar Jesús que muevan la piedra del sepulcro. Por su parte, María le ha reclamado: “Si hubieses estado aquí no hubiera muerto mi hermano.” Aunque declara su fe en el Maestro: “Yo sé que Dios te dará lo que le pidas”. Sin embargo esta mujer sigue creyendo dentro del esquema judío: “Sé que mi hermano resucitará el último día”. La tradición de los rabinos hablaba de un futuro, que algunos creían próximo, cuando Dios destruyera este mundo visible.

3.- San Juan nos cuenta que Jesús, viendo llorar a María y a los judíos que la acompañaban, también “Se echó a llorar”. El Maestro estaba cara a cara con la muerte. Experimentaba nuestras angustias y perplejidades ante ese más allá desconocido. La impotencia de nosotros los mortales frente la intrusa visitante. Cuando movieron la piedra del sepulcro, el Señor luego de dar gracias al Padre, “gritó con voz potente: Lázaro, ven fuera. Y el muerto salió, los pies y las manos atadas, y la cara envuelta en el sudario”. Jesús entonces ordenó desatarlo.

Desearíamos más detalles sobre este signo milagroso, aunque luego junto a Jesús resucitado, comprenderemos muchas cosas del dolor y de la muerte. Allí en Betania, el Maestro terminaba de explicar su pensum sobre fe y vida, al enseñarnos que este morir corporal es poca cosa, que el poder de Dios va más allá de nuestros cálculos. Su presencia más allá de nuestros miedos.

4.- Los primeros cristianos tenían tal convicción sobre la victoria de Jesús sobre la muerte, que algunos de ellos ya se creían resucitados. En algún evangelio apócrifo leemos: “Quien dice: Primero morimos y luego resucitamos, se engaña. Si no vives como resucitado desde ahora, nada entonces alcanzarás después”.

5.- ¿SÁCANOS FUERA, SEÑOR!

Por Javier Leoz

1.- Nos encontramos en la recta final de la Cuaresma. Tres sugerentes catequesis bautismales, impresionantes todas ellas, han querido incentivar nuestra fe en estos últimos domingos: la samaritana, el ciego de nacimiento y hoy la resurrección de Lázaro.

Y, en las tres instrucciones, un denominador común: JESUS como agua, luz y vida para el creyente.

-¿Por qué, si Jesús es vida, nos cuesta tanto transmitir precisamente esa idea sobre la fe?

-¿Por qué, cuando muchas personas se acercan a nuestras celebraciones, tienen la sensación de que –en vez de savia- ahí se respira rutina, excesiva mecanicidad en los gestos o que no estamos en aquello que celebramos?

Hoy, la resurrección de Lázaro, pone las cartas sobre la mesa: ¡Cristo es la resurrección! El motor que nos empuja a un cambio de mentalidad y de actitudes. Sólo por este gran regalo que nos trae Jesús, una resurrección para nunca morir, merece la pena intentar una renovación en el aquí y en el ahora. Situar a Dios justo en el lugar que le corresponde y saber que, el Señor, está por encima de la misma muerte.

2.- Existen muchos agoreros que, desde distintos vértices –creyentes o no- presagian un final desencantador y de difícil solución para el mundo. Pero, Dios, que puede todo como Dios y que tiene un corazón de Padre, nos hace comprender que, con Jesús, la salvación es posible.

De muchos temores nos libra Jesús. A Marta y María, les recuperó del dramatismo y del colapso que les supuso la muerte de su hermano querido. A Lázaro le desembarazó de una muerte injusta y venida por sorpresa. Y, ¿a sus amigos y vecinos? Pues, tal vez, les sacudió de aquel mar de dudas que, tal vez en aquel momento, se hallaban inmersos sobre Jesús.

3.- ¡Pero ojo! El relato de Lázaro tiene un trasfondo que nos debe hacer más reflexivos y llevar a una interiorización: ¡Lázaro! ¡Sal fuera! Y ¿qué hizo Lázaro? Obedecer. El creyente, por si lo hemos olvidado, es alguien que confía en Dios, que se fía de Dios y que obedece al Pastor.

¡Cuántas personas muertas en vida que viven de espaldas a la novedad del Evangelio! Prefieren quedarse en sus sepulcros fletados por el poder, el bienestar o el dinero.

¡Cuántas personas asfixiadas por las vendas de la seducción, de la apariencia o de la incredulidad! Han optado por lo efímero y, cualquier invitación a dejar todo su “modus vivendi” es poco menos que una injerencia o una falta de respeto a su libertad

¡Cuántas personas rodeadas, no por “Martas ni Marías” (que alertan a despertar a la fe y a la vida ) sino por ambientes hostiles a la fe cuando no indiferentes, apáticos o descaradamente contrarios.

4.- El evangelio de hoy nos interpela a todos: ¿Somos vida como creyentes? ¿La anunciamos? ¿Somos portadores de la Buena Noticia de Jesús? ¿Recurrimos a Jesús para hacerle sabedor de aquellos que, tal vez, han muerto un poco o un todo para la fe? ¿Llamamos a Jesús para que nos socorra y nos reanime –aunque sea eventualmente como lo fue en Lázaro- y luego, a continuación, buscarle, creer en El y seguir sus caminos?

Hoy, con el Evangelio de Lázaro, tenemos que reafirmar nuestra fe en Cristo surtidor de vida eterna.

5.- Hoy, con el Evangelio en mano, hemos de procurar ser más intrépidos para gritar donde haga falta y a quien más veamos que lo necesite: ¡Sal fuera! De tus miserias, de tu cerrazón, de tu tristeza, de tus angustias, de tus pruebas o de tus cruces! ¡Sal fuera! Sólo así, aventurándonos en esa línea valiente y convencida ¡Sal fuera! Podremos llevar a Jesús a tantos hombres y mujeres que, en vida, ha muerto porque nadie les llevo a tiempo a Jesús fuente de vida. ¿Lo intentamos? De todas maneras, en este quinto domingo de cuaresma, pidamos al Señor: ¡sácanos de la muerte a la vida!

6.- CRISTO NOS ABRE LAS PUERTAS DE LA VIDA

Por José María Martín OSA

1.- Encuentro con la cruda realidad de la muerte. Paso a paso vamos recorriendo el itinerario de la cuaresma que nos lleva hacia la Pascua: una pascua física, en el sentido que nos preparamos para su celebración inmediata; yuna pascua espiritual en la medida que vamos creciendo en la experiencia de encuentro con Cristo, y éste ya resucitado. Nos vamos, en la fe, introduciendo en el misterio de Dios revelado en Cristo y en su significado para nuestra existencia histórica. El recorrido realizado y propuesto por la Palabra de Dios nos ha llevado a descubrir, de episodio en episodio evangélico, lo que Jesús es en realidad: la Resurrección y la Vida. El punto culminante de la revelación de Cristo llega con el caso de la resurrección de Lázaro. Los simbolismos de los anteriores domingos de agua-sed, luz-fe, se convierten aquí en muerte-resurrección. En el caso de Lázaro se trata de un encuentro con esta cruda y diaria realidad que es la muerte. Ésta es un dato constante de la experiencia humana, aunque nadie mientras vive tiene esa experiencia personal. Pero, no obstante si tenemos conciencia de experimentar la muerte de los demás: familiares, amigos compañeros… En cada adiós definitivo algo nuestro muere con ellos. La muerte biológica, su anuncio paulatino en las múltiples enfermedades, su presencia brutal en los accidentes, y su manifestación en todo lo que es negación de la vida debido a la violación de la dignidad y derechos de la persona, constituye el más punzante de los problemas humanos.

2.- Vida sin límites y para siempre es la más profunda aspiración que llevamos dentro. Sin embargo, la muerte siempre frustra este deseo provocando dolor y angustia en el hombre que nos lleva a cuestionarnos ya que no encontramos sentido a la realidad de la muerte: ¿es la muerte el final del camino, acaba aquí toda la existencia del ser humano?, ¿es la muerte el final o el comienzo?, ¿nos espera la nada u otra vida distinta?, ¿somos aniquilados o transformados?, ¿ al final del camino está Dios o el vacío?..., Según sean las respuesta que les demos a esta preguntas así será nuestra actitud ante la muerte e incluso ante la vida. Ante estas preguntas y ante la realidad de la muerte el cristiano tiene en Cristo la respuesta, poseemos la fuerza de la fe que nos hace descubrir que Cristo, es la resurrección y la vida y que sólo en él encontramos sentido a la muerte, sino también a la vida. El discípulo de Cristo identifica la vida futura en que cree y espera, con un ser vivo, personal y amigo que es Dios, de cuya vida entra a participar ya ahora y continuará participando en su destino futuro. Fundamento de tal creencia y esperanza es la fe, basada en los gestos salvadores de Dios por medio de su Hijo hecho hombre, que murió y resucitó para darnos la vida y salvación eternas. Por ello, Cristo resucitado es la única respuesta válida al enigma de la muerte del hombre. La esperanza a la que Cristo nos abre se nos relata en este evangelio. Todos los milagros de Jesús son signos de lo que él es y de lo que viene a dar a los hombres, pero en ninguno de ellos se aproxima tanto a la realidad como el don de la vida. En el evangelio del domingo anterior, la curación del ciego, sirve para exponer de una manera dramática el tema de Jesús como luz del mundo; la resurrección de Lázaro también sirve para dramatizar el tema de Jesús como la vida. Los dos temas el de la luz y el de la vida aparecen combinados en el Prólogo (del evangelio de Juan) al describir las relaciones de la Palabra con los hombres. Del mismo modo que la Palabra dio la luz y la vida a los hombres en la creación, también Jesús la Palabra hecha carne, da la luz y la vida a los hombres durante su ministerio como signo de la vida eterna que otorga a través de la iluminación que se obtiene mediante su doctrina: una palabra que nos lleva a la fe, es decir, a creer en él como la resurrección.

3.- Cristo es la Resurrección y la vida. El profeta Ezequiel, en la primera lectura, nos dice que Dios nos dará la vida infundiéndonos su Espíritu. En la resurrección de Cristo se nos dio el Espíritu, por ello, san Pablo dice que si el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucito de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Esto quiere decir, que el creyente debe afrontar la muerte con confianza en el Señor, el cual sabemos que nos ama y nos dejará en el sepulcro, sino que nos hará salir de nuestros sepulcros para darnos la vida plena en Cristo. Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí –dice Jesús- aunque haya muerto vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. La fe es la anticipación de esa resurrección escatológica que todos esperamos. Por eso desde la fe podemos y debemos vivir como resucitados en la vida nueva que Dios nos da. La esperanza cristiana de resurrección y vida perenne se vincula y fundamenta directamente en la resurrección de Cristo. Lázaro resucitó para vivir de nuevo esta vida y morir otra vez. Jesús en cambio. Venció definitivamente a la muerte y no abre las puertas de una nueva vida, plena y eterna, donde no hay ya más dolor ni muerte.

4.- Gracias a Cristo resucitado el hombre es un ser para la vida. La vida y comunión con Cristo por la fe del bautismo y por los sacramentos de la vida cristiana alcanzan al hombre entero, cuerpo y espíritu, en esta vida y en la futura. Por ello el cristiano ya no entiende la vida y ni la muerte como hombres sin fe; para el creyente tiene un sentido nuevo. La muerte no será sino el paso a la plenitud de una vida iniciada ya ahora. El creyente se siente radicalmente libre y salvado por Cristo, liberado del pecado y su consecuencia, la muerte. Esta liberación no es de la muerte biológica, pues también Cristo murió, sino de la esclavitud opresora de la muerte, del miedo a la misma, del sinsentido y del absurdo de una vida entendida como pasión inútil que acaba en la nada. A la luz de la resurrección del Señor, el cristiano entiende y vivencia ya desde ahora, que la muerte física, inevitable a pesar de todos los adelantos de la medicina y de la apasionada y torturante aspiración del hombre a la inmortalidad, no es el final del camino sino la puerta que se nos abre a la liberación definitiva con Cristo resucitado. Gracias a Cristo resucitado el hombre no es un ser para la muerte sino para la vida con él, ya desde ahora y en el futuro. Pues nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Gracias a El, que es la resurrección y la vida, la última palabra no la tiene la muerte sin la Vida.

7.- “SEÑOR, SI HUBIERAS ESTADO AQUÍ…”

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Jesús de Nazaret había resucitado a más personas en su vida pública. Y son, obviamente, impresionantes y muy emotivos los relatos de la resurrección de la hija de Jairo o del hijo de la viuda. Pero la vuelta a la vida de su amigo Lázaro se iba a producir en el momento más difícil de la posición de Jesús ante las autoridades judías. Él mismo evita ir a Jerusalén en esos días. Es obvio, asimismo, que las otras resurrecciones produjeron un enorme impacto. Sin duda. Pero ahora las cosas transcurrían de otra manera. Y así, y no nos engañemos, la resurrección de Lázaro va a ser como un pórtico a la propia muerte de Jesús. Pero, además, la familia de Betania, los amigos de Jesús en Betania, debían ser gente muy principal y muy conocida en Jerusalén. Por tanto, el impacto tuvo que ser fortísimo. Muchos que conocían a Lázaro acudieron los días posteriores a su vuelta a la vida para verle y hablar con él. Y hasta curiosear, con un cierto morbo, en torno al sepulcro, escenario del prodigio.

Estas serían, pues, las cuestiones sociales y políticas que habían suscitado el hecho extraordinario de la resurrección de Lázaro. Pero junto a ello está lo que, a mi juicio, es más importante. Y que incide en el nivel de amistad que Jesús tenía con los tres hermanos de Betania. De todos es sabido –y nosotros lo sabemos bien aquí en la web Betania—la relación profunda e importante que mantenían los cuatro personajes y que se refleja en varios episodios evangélicos. El de Marta y María, el de la acción y la contemplación –“Dile a María que me ayude con las cosas de la casa…”—es otra de las cumbres de las enseñanzas evangélicas. Por eso Jesús va a llorar cuando ya cerca del sepulcro de Lázaro Marta le dice que por qué no ha llegado antes.

2.- El misterio profundo de la realidad de Jesús puede estar ahí. ¿Si el sabía que iba a morir, por qué no acudió antes? ¿Y si sabía, también, que Lázaro iba también a fallecer por causa de la enfermedad por qué se queda dos días más en Galilea? ¿O es que todos sus actos tenían que estar al servicio de su misión sin tener en cuenta sus propios sentimientos? No lo sabemos. O, mejor, si lo sabemos, no podemos comprenderlo. Esos aspectos desconocidos y fronterizos de la personalidad de Jesús, donde sabiendo él mismo que es Dios se comporta como un hombre muy obediente, sujeto a las exigencias de una misión, serán siempre un misterio para nosotros y que, tal vez, ninguno podamos comprender con exactitud en esta vida. Pero, por otro lado, ya para evitar los excesos de nuestra imaginación, es bueno centrarnos en el relato del evangelista Juan y sacar enseñanza de toda la riqueza que se nos ofrece en el texto que acabamos de escuchar.

3.- Está claro que ya Jesús expresa que la enfermedad de Lázaro no acabará con la muerte y que será causa para admirar la gloria de Dios. ¿Verdad que todavía nosotros seguimos confusos? Los apóstoles, a su vez, le recuerdan lo peligroso de volver a Judea. La mención del apedreamiento es sinónimo de muerte, porque esa forma de ejecución a pedradas era –digamos—más habitual que la de la cruz. Tomás será un poco el profeta del grupo y dirá eso de “muramos con él”. Y hay que decir que, más pronto o más tarde, todos los apóstoles, salvo San Juan, acompañaron a Jesús por la senda del martirio. Luego está el relato preciso de la llegada a Betania. Del encuentro con Marta antes de entrar en la aldea, con la declaración clara de la mujer de que Jesús es el Mesías. Después, la llamada de Marta a María y el cortejo que se forma para acudir al sepulcro…

4.- “Señor, si hubieras estado aquí…” esa frase dicha por María la hemos repetido nosotros muchas veces. Le hemos preguntando directamente a Dios por sus supuestas ausencias cuando le hemos necesitado, porque muchas veces nos hemos sentido completamente solos ante la aflicción, ante la muerte de un ser querido, echando de menos una presencia divina que, de acuerdo con nuestra idea, habría servido para evitar toda desgracia. Pero, como decíamos antes, la relación del ser humano con Dios está llena de misterios. Es posible que una de las mejores frases de la sabiduría popular es aquella que nos dice que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Nunca podemos apercibirnos de los planes de Dios, porque todo lo nuestro es fruto de la inmediatez, de la necesidad próxima e imperiosa. Pero nuestros caminos no son los de Dios. “Señor, si hubieras estado aquí… Pero Él siempre está. Otra cosas es que seamos capaces de verle.

5.- Muchas veces uno tiene la impresión que el mejor texto de homilía es el que no existe. Y esto nos ocurre, sobre todo, con los últimos aspectos del evangelio de hoy, desde el momento cuando Jesús dice: “¿Dónde le habéis enterrado?” Los comentarios no parecen posibles. La fuerza del relato es tanta que sería mejor que todos nos calláramos. De ahí, sin duda, la importancia que tiene para todo fiel la relectura de los textos de la Misa de cada domingo. Y, probablemente, tanto antes, como después, aunque permanecer toda una semana –hasta el domingo siguiente—deglutiendo ese contenido nos puede hacer mucho bien.

6.- Jesús llora. La humanidad de Cristo nos llega muy especialmente. Es posible que, sin quererlo, tengamos “excesivamente” divinizado al Señor olvidando que, además de Dios, es uno de nosotros, es un hombre, uno de nuestra raza humana, que llora, ríe, come, suda se cansa e, incluso, como nosotros, tuvo sus temores y sus dudas. Por eso, probablemente, en este episodio de San Juan da gracias a Dios. Sabe que le ha escuchado. La losa ya está abierta. Él ya nota la percepción de que la vida vive al fondo del sepulcro. Sabe de la presencia de Dios y sabe de su fuerza. El grito fuerte Cristo sería para despertar a Lázaro del sueño, porque resucitado ya debería haber resucitado al haber movido la losa.

Hemos de confiar en Dios y pedirle hasta la extenuación lo que deseamos. Hemos de rezar mucho e insistentemente. Y no tanto porque el Señor se haga rogar. El tomará sus medidas cuando sea conveniente y utilizará sus renglones torcidos para escribir derecho, cosa que nosotros no entendemos. Nuestra insistencia en el rezo es por nosotros mismos. Nos sirve para convencernos de que nos creemos lo que pedimos. Desearlo no es suficiente, Hemos de creer que Dios nos va a socorrer y nos marcará el camino que más conviene.

Estamos a una semana de la Semana Santa. En ella, Jesús de Nazaret va a ser puesto a prueba y hasta un extremo enorme, tremendo, inhumano. Nosotros debemos de acompañarle y llevar con junto con Él nuestros dolores o nuestras dudas. Tengo la impresión de que cada uno no terminará de convertirse hasta que no haga suya –en la medida de sus fuerzas—la Pasión de Cristo. Y si eso fuera mucho, por lo menos sumergirse, con la mayor honradez posible, en los textos bíblicos de estos días que se acercan, en la misma liturgia que nos propone la Iglesia, para así vivir todos dichas jornadas en la sintonía de algo muy grande. La meta de ese camino será hacer nuestra esa Pasión salvadora que nos hizo libres a todos, porque –sin duda—en la noche santa que resucitó el Señor Jesús todos resucitamos con el.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

LÁZARO EL DE BETANIA, EL AMIGO, EL RESUCITADO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- He estado bastantes veces en Betania. He entrado a la que, con mucha probabilidad, es la tumba de Lázaro. Tanto la población, que crece desordenadamente, sin ningún plan urbanístico, como la tumba, decepcionan al peregrino, por su falta de limpieza y decoro. Añádase a lo dicho que el Muro de la Vergüenza separa el conjunto de plazas y calles de toda salida directa hacia Jerusalén, que dista no más de 4km. Llegar allí, hoy en día, supone muchos más. No obstante estas y otras dificultades, se esfuerza uno en ir, para poder revivir emotivamente y en sincera oración, los misterios que en esta villa ocurrieron. En alguna ocasión me han dicho ¿para qué quieres meterte dentro, si ya la has visto otras veces? Se refieren a la tumba. No se trata de ver, sino de meditar in situ. Cuando uno ha bajado las escaleras sucias, oscuras y resbaladizas y llegado al plano inferior, mira el sepulcro abierto y vacío y se mete dentro, parece que todavía oiga resonar las palabras del Señor: sal fuera. Se las dirigió a su amigo Lázaro, ya cadáver, pero también me las dirige a mí. También yo debo salir del letargo, de la quietud perezosa en que con frecuencia vivo.

2.- Quisiera, mis queridos jóvenes lectores, ofreceros algunas reflexiones que allí me he hecho y he pensado. Ofrecéroslas para que juntos las compartamos, enriqueciéndonos. Se habla y comenta, muchas veces con morbosa curiosidad, de posibles enamoramientos se Jesús. Quien lo hace, ignora que esta clase de amor ha sufrido muchos cambios. Nuestro enamoramiento goza de unos atractivos que no son comunes a los de otros tiempos o culturas. El matrimonio a través de las diversas épocas, ha cambiado mucho en su génesis y vivencias. Para que me entendáis: Abraham con sus esposas o Jacob con las suyas, formaban unas familias, sentían unos afectos personales, muy diferentes a los que puedan sentir nuestros enamorados contemporáneos. Ahora bien, si estos cambios ocurren con esta clase de amor, no podemos decir lo mismo de la amistad. El aprecio que pudo tener Jesús hacia Lázaro, es semejante al que podáis sentir entre vosotros, sin llegar a su calidad, ciertamente.

3.- Cambio de planteamiento. Quisiera ahora que recapacitarais de otra manera. Cada uno de nosotros posee dos tipos de conocimiento. El discursivo y el intuitivo. La intuición, por desgracia, se ahoga pasada la niñez, casi completamente. Vosotras, mis queridas jóvenes lectoras, la conserváis con mayor calidad e intensidad que gozan vuestros compañeros varones. Casi siempre es así. Os ha ocurrido a veces que estáis seguras de un enamoramiento, sin que nadie os lo haya demostrado. Estáis seguras, pero, cuando os ponéis a cavilar, surge la duda hiriente. Ya que, cuando empezáis a analizar palabras y estas no corresponden a lo que sentís en vuestro interior, vivís gran congoja interior. En el encuentro de estas dos maneras de conocer, se produce una lucha que os inquieta, que trastorna vuestra vida, que os inunda de dudas. Imaginad lo que sentiría el Señor que además de poseer intuición, capacidad de inducir y deducir, poseía una sobrenatural ciencia divina, propia de su Filiación al Padre. Os he explicado esto para que tratéis de comprender el texto evangélico de la misa del presente domingo. Jesús, un solo individuo, estaba dotado de tres capacidades de conocer, que no siempre coincidían en sus apreciaciones. Entenderéis, pues, porque lloraba sinceramente, por la perdida del amigo, mientras estaba convencido de su poder divino y se encaminaba hacia el sepulcro para resucitarlo. Lloraba y daba gracias, sin perder honradez sus dos vivencias simultaneas.

Ya os he dicho que en la actualidad Betania está muy alejada de Jerusalén, pero, hasta hace muy poco tiempo, ir de una a otra población era un paseo de menos de una hora. Os lo digo por experiencia. Así, por aquellos tiempos, las comidillas del pueblo, eran conocidas al cabo de poco en la capital. Atreverse a hacer un tal milagro ante las mismas narices de los notables religiosos y políticos, resultaba un arriesgado atrevimiento. Se jugaba la vida. Pero Jesús se la jugó sin vacilar. Se trataba de su amigo. ¿Obráis vosotros, mis queridos jóvenes lectores, de esta manera, o escurrís el bulto para no sufrir adversas consecuencias?

4.- El caso de Lázaro no fue propiamente una resurrección, aunque la llamemos así. Más apropiado sería decir que fue una resucitación. Volvió a la vida histórica, gozó de ella y un día le llegó la hora de morir. Corren por Francia leyendas al respecto. Os he explicado esto porque si bien fue un gran prodigio, no obstante no se puede comparar con la resurrección de Cristo. Que esta sí fue definitiva, que no fue entrar de nuevo en existencia histórica, pues en su caso, en el de Jesús, abandonados en el sepulcro los condicionamientos espacio-temporales, existe, a partir de entonces, siempre actual Él, en la superior realidad eterna.

No olvidéis pues, el ejemplo que nos da el Señor. La amistad exige fidelidad, como el amor matrimonial. Sus fidelidades exigen aceptar riesgos, de otra manera serían puro y simple compañerismo o complicidad. Lo que hizo por Lázaro, si es preciso, lo hará por nosotros, ya que ha dicho que también somos sus amigos. Nunca os avergoncéis de amar con ternura, Jesús a la vista de sus amigos, de los vecinos y de los simples visitantes, no ocultó su pena y lloró.

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