26 noviembre 2014

Hoy es 26 de noviembre, miércoles de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario.

Hoy es 26 de noviembre, miércoles de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario.
Toma conciencia de este día y ábrete a esa presencia amorosa que te sostiene en la vida. Lleva tu atención a la respiración hasta que comprendas que te vas silenciando. Observa por unos segundos tus manos, manos para tender, manos para acariciar, manos para construir. Acoge la mano que Jesús te ofrece hoy para cuando llegan momentos de dificultad.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 21, 12-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

Continuamos meditando el Discurso de Jesús que comenzamos ayer. Jesús anuncia la persecución que sufrirán los cristianos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía.» Ser discípulo de Cristo nunca ha sido fácil ni cómodo. Tampoco, en estos tiempos. El acoso a los cristianos está ahí: comentarios, sonrisitas, chanzas que humillan y ridiculizan nuestro vivir de cristianos… A veces hasta de los amigos y familiares sufrimos la incomprensión. No nos matan ni nos meten en la cárcel, pero sí quieren callarnos y meternos en la sacristía. Esto no es nuevo. Lo anunció Jesús y ocurrió a los Apóstoles y a los primeros cristianos, que tuvieron que afrontar furibundas persecuciones. Ellos vieron en eso una oportunidad de dar testimonio de Cristo. Por eso lo vivían con gozo, como una bendición. ¿Miramos los cristianos de hoy las dificultades como una ocasión de dar testimonio y de dar razón de nuestra fe? Señor, que, ante las dificultades no nos echemos atrás. Te ruego de modo especial por los jóvenes y los más débiles en la fe, quienes encuentran más dificultades para resistir a las ataques del ambiente. Hazlos fuertes, Señor.
Ante las dificultades el Señor nos invita a persevera:. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». Perseverar en la vivencia del Evangelio, en seguir los caminos de Jesús: del amor, de la entrega, del servicio y defensa de los más débiles, del perdón y amor a los enemigos… Dar testimonio valiente y gozoso de nuestra fe. Perseverar en la oración, en la búsqueda de la voluntad del Padre, en la confianza en su amor, aun en medio de las contradicciones. En el esfuerzo por caminar por la senda estrecha y escarpada del Reino de Dios, venciendo la comodidad, la pereza, la rutin, que quieren impedirnos darnos definitivamente al Señor. Señor, hazme fuerte. Concédeme perseverar hasta el final.
Una perseverancia que se afinca en el triunfo de Jesús: porque sabemos que el mal no tiene la última palabra; que el Señor es más fuerte. Esa es nuestra esperanza segura. Nosotros somos débiles, pero él es fuerte y está con nosotros. El ya ha ganado para nosotros todas las batallas. ¿Cómo no confiar en la victoria? Tu promesa, Señor, es rotunda : «Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.» Gracias, Señor, por estar con nosotros, que somos tan fáciles al desaliento y tan proclives a escondernos ante la dificultad. Señor, “danos un corazón grande para amar, fuerte para luchar”, que perseveremos siendo testigos de la esperanza de tu Reino.
Vuelve sobre lo que Jesús ofrece. Os daré palabras de sabiduría. Ningún cabello de vuestra cabeza perecerá. Salvaréis vuestras almas. Y trae al corazón los nombres de personas que han dado su vida por la cauda de Jesús. Haz memoria agradecida de esos hombres y mujeres mártires por el evangelio y la justicia de tu reino.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario