04 febrero 2015

Liturgia 4 de febrero

De la feria
Verde
Antífona de entrada cf. Sal 105, 47
Sálvanos, Señor y Dios nuestro, congréganos de entre las naciones, para que podamos dar gracias a tu santo nombre y gloriarnos en tu alabanza.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, concédenos honrarte con todo el corazón y amar a todos con amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Lectura Heb 12, 4-7. 11-15
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: En la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre. Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: “Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes. Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquél que recibe por hijo”. Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Por eso, “que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano”, para que el rengo no caiga, sino que se sane. Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor. Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.
Palabra de Dios.

Comentario
Para vivir la fe es necesario prepararse, equiparse y tener la disposición de enfrentar cualquier dificultad a causa de la fe. Un cristiano que no mide su compromiso con el presente, difícilmente tendrá claro hacia dónde va y cuál es el proyecto de Dios.
Salmo 102, 1-2. 13-14. 17-18a
R. El amor del Señor permanece para siempre.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.
Como un padre es cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo. R.
Pero el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos de los que lo temen y observan su alianza. R.
Aleluya Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
Evangelio Mc 6, 1-6
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Palabra del Señor.
Comentario
“Con Dios y ante Dios hay que dejarse sorprender, hay que dejar siempre un margen al asombro, a la admiración y al desconcierto. Sus planes no son nuestros planes y sus caminos no son los nuestros. Incluso haciendo las cosas lo mejor que podemos, Dios nos sorprende siempre. Y nuestra mejor respuesta es fiarnos más que nunca de ese Dios sorpresivo y confiar en él” (Fray Hermelindo Fernández Rodríguez en http://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/03-02-2010).
Oración sobre las ofrendas
Presentamos ante tu altar, Señor, los dones de nuestra entrega; te rogamos que los aceptes con bondad y los conviertas en el sacramento de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 30, 17-18
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
O bien: Mt 5, 3. 5
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Oración después de la comunión
Alimentados con el don de nuestra redención, te pedimos, Padre, que con este auxilio de salvación eterna se acreciente siempre en nosotros la verdadera fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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