09 diciembre 2015

III Domingo de Adviento. Homilía

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LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR. NOSTALGIA DEL FUTURO
Situación:
Muy a menudo nos puede la nostalgia del pasado: cualquier tiempo pasado fue mejor.
Frente a las dificultades del presente tendemos a idealizar el pasado y a ignorar el futuro. “Entonces sí que éramos felices”; “entonces sí que había respeto a los mayores”; “entonces las iglesias estaban llenas”…
Como si la plenitud de lo que esperamos estuviera en el pasado y no en el futuro. El hombre es hijo del pasado, pero no es esclavo de él; es el responsable de su presente y de su futuro. El hombre no lo puede todo, pero tiene capacidad para corregir y mejorar lo heredado.
Con la gracia de Dios, el hombre es capaz de alumbrar otro mundo mejor.
“Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad. Sonarán las campanas desde los campanarios, y los campos desiertos volverán a granar unas espigas altas, dispuestas para el pan.
También será posible que esa hermosa mañana ni tú, ni yo ni el otro la lleguemos a ver; pero habrá que empujarla para que pueda ser”.
(José Antonio Labordeta).

La luz de la Palabra de Dios
Una persona con esperanza es siempre una buena noticia. La alegría y la esperanza son signos de salvación; ni cansan, ni se cansan. Todo es distinto cuando nos dejamos habitar por la esperanza.
La esta brota espontánea cuando caemos en la cuenta de que Dios interviene a favor nuestro, de que Dios está cerca, de que lo nuestro tiene arreglo.
La historia está llena de intervenciones de Dios; la historia es historia de salvación porque hace memoria del paso de Dios por nuestra tierra; la tierra que pisamos es “tierra sagrada”. Pero además “viene uno que es más fuerte que yo. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
Acoger al Señor que llega tiene consecuencias muy saludables; genera otra vida, otro mundo, otra Iglesia…
Lucio Arnaiz Alonso

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