22 junio 2015

Dadnos algún signo interrogativo

Romper el hielo
Llovían las preguntas, las lecturas estaban sembradas de signos de interrogación. Tenía la impresión de un terreno minado, con las bombas que explotaban una detrás de otra. Yo añadía mis preguntas, que desgraciadamente tenían que permanecer mudas, sin la detonación, porque en la iglesia se impone el silenciador. Yo lo lamento con frecuencia, pero después me convenzo de que, si se concediera de verdad la posibilidad de preguntar al predicador, pocos se aprovecharían de ello, y la mayoría bufaría mirando al reloj.
Pienso en ciertas conferencias o afines. Al final el orador da la palabra a los oyentes (los pocos íntimos de siempre, salvo alguna excepción): «Y ahora, si tenéis alguna pregunta que hacerme sobre el tema, estoy a vuestra disposición para daros toda clase de explicaciones. Por otra parte, como habéis visto, el tema tratado se presta a ulteriores investigaciones y desarrollos… A ver, ¿quién se anima a tomar la palabra?…». Y mientras tanto él se sirve un poco de agua mineral en el vaso.
Sobre el auditorio cae una capa de silencio embarazoso, mientras todos agachan la cabeza, cohibidos y con miedo a plantear preguntas que están absolutamente ausentes de su cerebro.
«¿Todo claro?», insta el conferenciante, acercando los labios al vaso y escrutando a hurtadillas al público, para captar un signo imperceptible de interés. En realidad, la única cosa clara es que ya no se está habituado a dialogar, y el discurso se desarrolla siempre en dirección única, con las partes rígidamente fijadas: uno que habla y los otros que escuchan y al final, a lo mejor, aplauden. Y así sea.
El orador podría beberse tranquilamente la botella entera, si en un momento dado no se pusiese en pie, intrépido, el párroco: «Comienzo yo, para romper el hielo…».
A veces la cosa funciona, y algún trocito de hielo se derrite en tímidas preguntas, pero la mayor parte de las veces se plantean cuestiones banales, inocuas.
Preguntas con respuesta incorporada
El hecho es que no hemos sido educados para plantear preguntas verdaderas, incómodas, o se ha tenido cuidado para desacostumbrarnos. La discusión se considera un ejercicio de alto riesgo. El cura es visto por muchos como un suministrador de respuestas, ciertamente no como un suscitador de preguntas. El mismo se asigna ese papel, es más, interpreta resueltamente, por una especie de deformación profesional, un doble papel: ese del maestro sabio que pregunta y ese del discípulo que responde con seguridad, como primero de clase. Cuando lanza una pregunta, se puede estar seguros de que esa pregunta ya lleva la respuesta incorporada.
La mayor parte de las veces se trata de preguntas artificiales, falsas, a las que corresponden respuestas sabidas, ampliamente previsibles. Falsos problemas con la solución aneja prefabricada que no sirve para nadie.
Muchas veces he oído a predicadores que decían: «Y ahora me preguntaréis…». Puedo garantizar que ninguno de nosotros se planteaba ese problema, nadie hubiera soñado sugerir esa pregunta, extraña a nuestras exigencias. Las cuestiones eran muy distintas; si hubiéramos podido exponer las dudas, hubieran sido muy diferentes.
Daban ganas de protestar: «¿Quién te autoriza a interpretar nuestros interrogantes?».
Los curas no sólo se han atribuido el monopolio de las respuestas, sino que nos han confiscado también las preguntas. Ellos plantean nuestras preguntas, para tener la posibilidad de dar una respuesta segura —la que han aprendido en los libros— que cierre el discurso sin excesivo daño para el prestigio del maestro, habituado a encajar consensos más que a aceptar una confrontación real y leal con éxitos imprevisibles.
Un rostro dudoso, perplejo, desconfiado, según ellos, no va de acuerdo con la docilidad. Rompamos el hielo, pero que las aguas no se salgan del cauce…
He leído en un periódico que, hace un tiempo, al terminar una mega-reunión juvenil, algunos de los participantes (después se descubrió que se les había seleccionado con mucho cuidado) fueron autorizados a levantarse para plantear algunas preguntas directamente al papa, y que él con gusto respondería. Lo sorprendente estaba en el detalle de que, terminada la serie de preguntas —ciertamente no explosivas, más que nada salvas festivas, fuegos artificiales coloreados de retórica— el pontífice se ha limitado a responder después de que le pusieran delante un folio que seguramente no estaba en blanco… Señal evidente de que todo ya estaba preparado y concordado, para evitar cualquier pregunta impertinente.
No creo que el papa temiese ese tipo de preguntas no programadas. Probablemente la culpa era de los organizadores a quienes no gustaban los imprevistos que podrían aguar la fiesta.
Estoy convencido de que un verdadero educador de la fe —y no sólo de la fe— debe preocuparse de acostumbrar a los individuos a plantearse cuestiones, a confrontarse con problemas reales, frecuentar incertidumbres, no contentarse con soluciones prefabricadas, desconfiar tanto de las preguntas como de las respuestas preconfeccionadas.
Hay que preparar a los jóvenes a expresar, cuando llegue el caso, su desacuerdo; a decir, cuando llegue el caso, que están insatisfechos, que las cosas no son tan simples como se querría hacer creer.
Se ha dicho que todos son capaces de dar respuestas. Solamente el genio logra suscitar preguntas.
Finalmente el Señor se decide a responder..
Job no ha dudado en «embestir» a Dios con un torrente tumultuoso de preguntas. Y era una granizada de preguntas provocadoras, ásperas, ciertamente no convenidas, medidas, domesticadas.
Al final un desafío franco: «He ahí mi firma. Que el Omnipotente me responda». Y Dios, finalmente se decide a dar una respuesta rápida a las preguntas disparadas por aquel desgraciado que había perdido todo menos la palabra, y que continuaba protestando.
«El Señor habló a Job desde la tormenta…». Pero he ahí la sorpresa. Dios responde planteando una pregunta, es más, una serie impresionante de contrapreguntas (he ido a leerme enteros los capítulos 38 y 39, porque no me he conformado con las cuatro líneas leídas desde el ambón. Y me he topado con un verdadero abanico de preguntas a las que el pobre hombre se veía incitado a responder).
«¿Quién es ese» que pretende discutir con Dios «con palabras sin sentido?». Y «¿dónde estabas tú cuando afiancé la tierra?… ¿Quién cerró el mar con una puerta?…». Luego Dios responde arremetiendo contra Job, acosándolo con una sarta de preguntas.
Parece que se invierten los papeles. Estamos habituados a pensar que Dios tiene obligación de dar respuestas claras, definitivas a nuestras preguntas. Y, sin embargo, descubrimos que es él quien exige de nosotros respuestas, naturalmente después de habernos permitido desfogamos, como ha hecho Job, con todos nuestros «porqué» más angustiosos.
Los amigos de Job (¡te los recomiendo!) pretendían taparle la boca, cerrar el discurso con sus certezas. Job se rebela, hace saltar con la ganzúa de su experiencia dramática los mecanismos perfectos de sus teologías tan probadas como viejas. Por otra parte es Dios mismo, sin necesidad de abogados de oficio, quien reabre el discurso…
Un célebre teólogo, en la confusión del posconcilio, se ha preocupado de escribir un libro sobre los «puntos’Intocables». ¿Para cuándo un libro sobre los puntos interrogativos de la fe?
El aguijón de las preguntas para tenernos despiertos
También en el evangelio se entrelazan las preguntas. Jesús está dormido en la barca cuando arrecia la tormenta, o sea, en el momento menos oportuno (y esto se repite también hoy con frecuencia). Los apóstoles le despiertan sin demasiadas consideraciones: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?».
Jesús finalmente se decide a hacer callar al mar enfurecido, increpa al viento para que cese. Así pues, todo en orden, discurso cerrado. Y darían ganas de poner un signo exclamativo.
Sin embargo, de improviso, el Maestro interpela a los discípulos sometiéndoles a un verdadero y propio interrogatorio: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿aún no tenéis fe?». Como si no bastase, los mismos protagonistas de la desagradable aventura, al final, se preguntan unos a otros: «¿Pero quién es éste?».
Así se vuelve a abrir el discurso y quién sabe cuándo se cerrará. Los puntos finales (y los de exclamación) pueden esperar. Mientras Dios duerme, y parece ausente, extraño a nuestras vicisitudes borrascosas, siempre hay sitio para la protesta.
Y también para despertar nuestra fe, y tener lista nuestra conciencia, no hay nada mejor que una granizada de interrogantes.
Para no perder el camino
Mientras tanto yo, el domingo, me he llevado a casa al menos cuatro interrogantes. El párroco ha explicado que la frase de Pablo «nos apremia el amor de Cristo» se puede traducir, más eficazmente, por «el amor de Cristo nos tiene en su poder». Y entonces me pregunto: si es así, ¿cómo logramos con frecuencia sustraernos a ese poder, a romper el cerco, a estar fuera?
Y, aun quedándonos con la traducción oficial que usa el verbo «apremiar», ¿por qué, a pesar de ese apremio, damos la impresión de quedarnos quietos, clavados en el terreno de las costumbres?
Viene después esa otra afirmación de Pablo, según la cual «el que vive con Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha
pasado, ha llegado lo nuevo». No he podido evitar la pregunta: ¿cuáles son los signos de la novedad cristiana que exhibimos?
No me parece que quien nos observa cuando salimos de misa note en nosotros algo nuevo en nuestro comportamiento. Todo continúa como antes. En otros tiempos, al menos, los domingos, al ir a la iglesia, se lucían vestidos nuevos. Hoy, especialmente en el verano, ni siquiera eso, es más, se prefiere una vestimenta descuidada…
El predicador ha puesto en evidencia cómo, en el antiguo testamento, había dioses paganos, los baales, que dormían, mientras el Dios de Israel no duerme y ni siquiera dormita, como afirma el salmo 120, 4. También los ángeles son esos que «nunca duermen», según el texto de Daniel 4, 10. Dios era, por definición, el que velaba.
Pero en el evangelio tenemos al Hijo de Dios que, como un hombre cualquiera, se abandona a la debilidad del sueño. Parece una contradicción…
Y en este momento, me asalta una duda: ¿acaso tener fe significa, no tanto fiarse de un Dios que vela, sino sobre todo de un Dios que duerme, que parece ausente, insensible a nuestras dificultades?
Finalmente, tengo que hacer las cuentas con una última cuestión más bien inquietante: «¿Aún no tenéis fe?». Yo que la daba por descontada, me veo obligado a poner en discusión precisamente la consistencia e incluso la existencia de mi fe.
Cuatro preguntas son suficientes para llenar una semana. Y como si no bastase, ha surgido una quinta: ¿el éxito de una predicación no depende quizás de los interrogantes que uno lleva a casa para no perder el camino de la fe?
Sí, la señal más tranquilizadora, paradójicamente, puede venir de un signo interrogativo…
A. Pronzato

Frase del día, 22 junio

Lunes XII de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por darme este tiempo para mi oración. Te necesito en mi vida y en la vida de mi familia, porque me dejo agobiar fácilmente por las actividades de mi ocupación cotidiana perdiendo la noción del tiempo que debería dedicarte a Ti y a los demás. Pero sé que siempre estás ahí para mí con tu amor incondicional. Gracias. Te amo y quiero que siempre seas el centro de mi vida. 
Evangelio del día (para orientar tu meditación) 
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No juzguen y no serán juzgados; porque así como juzguen los juzgarán y con la medida que midan los medirán. 
¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que tienes en el tuyo? ¿Con que cara le dices a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo”, cuando tú llevas una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga que tienes en el ojo, y luego podrás ver bien para sacarle a tu hermano la paja que lleva en el suyo.”
Palabra del Señor.
Reflexiona lo que Dios te dice en el Evangelio (te sugerimos leer esto que dijo el Papa) 
«No se puede corregir a una persona sin amor y sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo morirá de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y aceptar la corrección. Apartarlo, con mansedumbre, con amor y hablarle.
En segundo lugar es necesario no decir algo que no es verdad. Cuántas veces en nuestras comunidades se dicen cosas una persona de la otra que no son verdaderas: son calumnias. O si son verdad, se arruina la fama de esa persona. Por eso los chismorreos hieren, los chismes son bofetadas al corazón de una persona. Ciertamente, cuando te dicen la verdad no es bonito escucharla, pero si se dice con caridad y con amor es más fácil aceptarla. Por tanto, se debe hablar de los defectos de los otros con caridad.
A continuación, Francisco ha explicado que el tercer punto es corregir con humildad. “¡Si debes corregir un defecto pequeño allí, piensa que los tuyos son mucho más grandes!
La corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, ahí, en el tejido de la Iglesia que es necesario coser de nuevo. Y como las madres y las abuelas, cuando cosen, lo hacen con mucha delicadeza, así se debe hacer la corrección fraterna. Si no eres capaz de hacerlo con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, se comete una ofensa, una destrucción del corazón de la persona, se hace un chismorreo más, que hiere y te convierte en un ciego hipócrita, como dice Jesús. ‘Hipócrita; quita primero la viga de tu ojo…’ ¡Hipócrita! Reconoce que eres más pecador que el otro, pero que tú, como hermano debes ayudara corregir al otro. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 12 de septiembre de 2014, en Santa Marta). 
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal¿Qué? El que más amor implique… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a reflexionar sobre mi actitud al corregir o perdonar, para detectar y renunciar a «eso» que me impide acercarme más a los demás.

Comentario al Evangelio de hoy, 22 junio

Eguione Nogueira cmf
Estimados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz y bien!
Con los verbos “ver”, decir” y sacar”, Jesús insiste en la actitud de no juzgar a las personas. Para eso, el Evangelio nos presenta la comparación entre la “viga en nuestro ojo” y la “mota en el ojo ajeno,” símbolos del que juzga y del que es juzgado. En la comparación ya se ve que hay una desproporción abismal entre una viga y una mota. Esa imagen tan exagerada de la “viga en el ojo” es una forma de decir que, al final, somos incapaces de ver al otro tal como es: un hermano, una hermana, a quien estoy llamado a amar y no a juzgar. Además, mirar la “mota en el ojo” del otro es dar una gran importancia a un detalle mínimo y olvidarse de que el otro es mucho más que sus errores. Es la actitud típica del que siempre está buscando los fallos en los demás.
Por mucho que nuestra intención al juzgar esté revestida de una apariencia de preocupación por la situación del otro, muchas veces nuestras correcciones no son más que una forma de disimular nuestras propias meteduras de pata. La “viga” del resentimiento, de la incoherencia, de los fracasos personales se terminan convirtiendo en las gafas a través de las que vemos a las personas. Y así nuestra mirada es una mirada hecha de prejuicios, una mirada muy limitada, una mirada miope.
Santa Teresa de Calcuta dijo una vez que “el que juzga a las personas no tiene tiempo para amarlas.” Es una cuestión de escoger: o juzgamos o amamos. Jesús escogió amar y hoy nos invita a hacer lo mismo. A los que las autoridades religiosas de su tiempo veían como pecadores, Jesús los miró y los acogió con amor.
Como Jesús estaba libre de todos esos prejuicios cuando se relacionaba con las personas, su mirada veía en ella mucho más que un pecador. Recordemos cuando se acercó a Leví, cobrador de impuestos, y le invitó a seguirlo. Enseguida se sentó a la mesa con muchos otros publicanos y pecadores (Mc 2,14-17). O su respuesta al grupo de escribas y fariseos que le presentaron la mujer encontrada en adulterio (Jn 8,2ss). O cuando entró en Jericó y vio a Zaqueo, aquel rico jefe de los publicanos de la zona, y se auto-invitó a ir a su casa y a quedarse en ella (Lc 19,1ss). Lo más probable es que todos esos con los que Jesús se encontró no tuvieran simplemente una “mota en el ojo” sino grandes y auténticas “vigas” según los criterios sociales y religiosos de aquel tiempo. Pero Jesús no juzgó su comportamiento sino que, con su presencia acogedora, les ofreció la posibilidad de cambiar.
Pidamos en este día la gracia de mirar a las personas con unos “ojos” evangélicos, libres de “vigas” y trabas, especialmente aquellas con las que nos cuesta más relacionarnos. Hoy te desafío a que llenes de amor todas tus relaciones.
¡Que tengan un buen día!

Evangelio del día, 22 junio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,1-5):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Palabra del Señor

17 junio 2015

Domingo día 21: Oración de los Fieles 3



CALMA LAS TORMENTAS DE NUESTRAS VIDAS, SEÑOR

Padre, gritamos en nuestra angustia y confiamos en ser escuchados, las olas se alzan a lo alto, llévanos a tiempo de bonanza. Repetimos:

R.- CALMA LAS TORMENTAS DE NUESTRAS VIDAS, SEÑOR

1. – Por el Papa Francisco, para que sea asistido en todo momento y conduzca la barca de la Iglesia a buen puerto.

OREMOS

2. – Por los gobernantes para que pongan todo su esfuerzo en el bienestar de sus pueblos.

OREMOS

3. – Por las familias y matrimonios cristianos, para que el Señor calme las tempestades que se generan en la vida diaria.

OREMOS

4. – Por todos los niños y jóvenes para que acudan a Dios en sus días de fuertes tormentas.

OREMOS

5. – Por los hombres de la mar, para que el Señor les de prudencia y sabiduría en su trabajo diario.

OREMOS

6. – Por todos nosotros, presentes en la Eucaristía, para que vivamos una fe llena de confianza en Cristo que nos haga salir de nuestra cobardía y afrontar cada día los retos que lleva aparejados la construcción del Reino de Dios.

OREMOS

Padre, tú que calmas las aguas y apaciguas los mares, arráncanos de la tribulación y condúcenos al ansiado puerto.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

Domingo día 21: Oración de los Fieles 2




CALMA NUESTRA TEMPESTAD, SEÑOR

Señor, cuando te sentimos un poco lejos el miedo y la zozobra nos invade. Cuando llega la tormenta, nuestra debilidad nos acobarda. Sal, Señor y calma nuestras angustias para que podamos trabajar en tu Reino con todas nuestras fuerzas. Hoy repetimos:

R.- CALMA NUESTRA TEMPESTAD, SEÑOR.

1. – Por la Iglesia, que vive momentos de tempestad interna, hazte presente Señor en el corazón de todos sus presbíteros y fieles para que la calma vuelva a la barca de Pedro.

OREMOS

2. – Por el mundo, por el fin de las guerras, de las disputas, de los egoísmos, para que entendamos que la unidad es fundamental para el desarrollo.

OREMOS

3. – Por los enfermos, los que han dejado enfriar su fe y viven en el desasosiego, por los que sufren la soledad, la marginación, los que han perdido el trabajo, los emigrantes desamparados, para que el Señor calme sus tormentas interiores y puedan disfrutar la calma y misericordia de Dios.

OREMOS

4. – Por todos los que comienzan sus vacaciones, para que en este tiempo de relax, sepan dar gracias a Dios, y fortalecer su relación con el Señor de todas las cosas.

OREMOS

5. – Por las familias, para que en tiempos de tormenta, sepan acudir a Cristo y en su Amor, arreglen los desperfectos que el temporal pueda haber causado en sus hogares.

OREMOS

6. – Por todos nosotros que nos alimentamos del Pan Eucarístico, para que no dejemos de darle gracias al Padre por todas las cosas que nos ha regalado, especialmente a Jesucristo, Nuestro Señor.

OREMOS

Padre, atiende con misericordia estas plegarias que te presentamos y te damos gracias por todo lo que nos has dado. Lo hacemos por medio de Jesucristo Nuestro Señor.

Amen.

Domingo día 21: Misa Familiar II

Prepara: Javier Leoz

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos amigos.

En este ecuador del mes de junio el Señor, nuevamente nos acompaña en la Eucaristía dominical.

Hoy, en concreto, vamos a sentir su presencia en medio de las dificultades. ¡Cuántas tormentas hay sobre nosotros! Preocupaciones, violencia, guerras, malos tratos, abortos, egoísmo, inmigrantes que perecen en las olas de los diferentes mares… Pidamos al Señor que no nos abandone. Que nuestra fe sea cada día más grande para luchar en contra de aquello que intenta hundirnos. ¿Lo intentamos? Que esta eucaristía nos ayude. Nos ponemos de pie.

2. PENITENCIAL

2.1. Con esta TELA NEGRA queremos pedir perdón al Señor por el miedo que tenemos a manifestar nuestras convicciones religiosas. Señor, ten piedad

2.2. Con la palabra “NO” queremos pedir perdón a Cristo por las veces que le negamos con nuestras palabras y obras. Cristo, ten piedad

2.3. Con esta PLASTILINA queremos pedir perdón al Señor por la debilidad y la blandura de nuestra fe. Señor, ten piedad.

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

Domingo 21 de junio: Moniciones




MONICIÓN DE ENTRADA

Recibid todos, nuestra más fraternal bienvenida a la Eucaristía del XII Domingo del Tiempo Ordinario. En el evangelio, San Marcos nos va a describir la conocida escena de la tormenta y los apóstoles. Sintieron miedo y abandono. Pero ahí estaba el poder de Jesús para protegerlos. El mal enfurecido se calmó con una sola palabra del Señor. Jesús nos librará de todo mal como libró a los apóstoles de la tormenta, con una sola palabra. Confiemos en el Señor a toda hora y esperemos de Él y en Él. Esto es todo un plan de vida que hoy se nos manifiesta aquí en nuestra celebración eucarística.



MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS

1.- La primera lectura de hoy procede del capítulo 38 del Libro de Job. Es un breve texto que nos habla de cómo Dios manda en la tormenta. Luego en el Evangelio Jesús hará enmudecer al temporal. Una vez más –como otros muchos domingos-- la primera lectura y el Evangelio guardan estrecha relación.

S.- El Salmo 106, a su vez, como la primera lectura considera el poder de Dios reflejado en su poder sobre la tormenta. Este salmo –uno de los más extensos del salterio—es una oración de acción de gracias a Dios por haber librado al pueblo judío del destierro y de las calamidades sufridas y, entre ellas, de la feroz tormenta que también les afligía.

2.- San Pablo, en el fragmento de la II Carta a los fieles de Corinto plasma perfectamente la teología del hombre nuevo, a partir de una vida llena de Cristo. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo, dice el Apóstol.

3.- La escena de la tormenta en lago es narrada por Marcos con brevedad y gran precesión. Los discípulos se admiran del poder de Jesús igual que, poco antes, se admiraban de que durmiera mientras que olas embravecidas parecían que se iban a tragar la barca.



Lectura de Postcomunión

MONICIÓN

El padre Leoz nos escribe una nueva plegaria para estos momentos finales de nuestra Eucaristía



¿POR QUÉ SOY TAN COBARDE, SEÑOR?

¿Por qué me asusta tanto el  navegar en tu barca?

Dímelo, Señor.

Ayúdame a vencer mis miedos

A surcar los mares de tantas  dificultades que me asolan

A no quejarme de que los  tiempos pasados

fueron mejores que los que  ahora yo vivo.

De ti me fío, Señor, y en Ti  confío:

No me dejes de tu mano, me  ahogaría

No dejes que palidezca mi  fe,

necesito de luz para avanzar  en mi camino.

No me des demasiadas  seguridades

pero, Señor, sí que te pido

que Tú seas mi seguridad, mi  baluarte,

mi esperanza, mi riqueza,

el mar por el que yo avance

con los remos de mi fuerte  fe.

Y, si además Tú quieres,  Señor,

haz que mi fe sea como una  brújula

en medio de tantas  tormentas.

Amén.
Exhortación de despedida

Afrontemos la vida sin miedos. El Señor Jesús nos librará de todo mal como libró a los apóstoles de la tormenta. Eso nos hace salir hoy de la Eucaristía con serenidad y alegría.

Domingo día 21: La Música

«¡HASTA EL VIENTO Y LAS AGUAS LE OBEDECEN!»
“Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto”
(Salmo 106)
Ambientación musical: “Tú has venido a la orilla” en Momentos de Paz-1.
La travesía de la fe. “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Es necesario que dejemos nuestra ribera para pasar a la otra orilla. Aunque la travesía del mar de la vida nos produzca miedo, tenemos que ir más allá, al otro lado, a la orilla de la fraternidad y del compartir, a la ribera de sentirnos hermanos calma y bonanza, aguas tranquilas y verdes praderas.
Canto de entrada: “Iglesia peregrina” MD 19; CLN 408; o bien “Piedras Vivas”, en el CD del mismo título (San Pablo). “Reunidos en el nombre del Señor” MD 73; CLN A 9.
Antífona Salmo Responsorial: “Dad gracias al Señor, porque es bueno…”
Santo: nuevo “Santo” del CD “Piedras Vivas”.
Aclamación al Memorial: “Anunciamos tu muerte” CLN J 2
Comunión: “Cerca de Ti, Señor” CLN 702; “Tú has venido a la orilla” CLN – “Oh Señor, delante de ti” MD 193.
Antonio Alcalde Fernández

Domingo 21 junio: Misa de familia I

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Domingo XII de Tiempo Ordinario

San Gregorio Barbarigo

Nació en Venecia en 1625. Al cumplir los veinte años fue escogido por el gobierno veneciano como acompañante del embajador Luigi Contarini, al famoso Congreso de Munster, donde los representantes de Alemania, Francia y Suecia, firmaron el tratado de Westfalia, el 24 de octubre de 1648, y así pusieron fin a la guerra de Treinta Años.
En 1657, el Papa Alejandro VII, le nombró obispo de Bérgamo y en 1660, le consagró cardenal; cuatro años más tarde, fue transferido al obispado de Padua. Era benigno y misericordioso, su piedad se mostraba sobre todo a los que sufrían o estaban en desgracia.    Con el propósito de fomentar la cultura, fundó un colegio y un seminario que tuvieron gran renombre.
A las dos instituciones las dotó con imprenta propia y una biblioteca bien surtida, particularmente con los escritos de los Padres de la Iglesia y los estudios sobre las Sagradas Escrituras.
San Gregorio Barbarigo murió el 15 de junio de 1697 y fue beatificado en 1761 y canonizado por S.S. Juan XXIII, el 26 de mayo de 1959.

Comentario al Evangelio de hoy, 17 junio



Pedro Belderrain, cmf
Tengo cincuenta años. Cuando tenía trece o catorce, quizá buscando excusas para desengancharnos de lo que nos costaba, mis amigos y yo criticábamos mucho a la gente que iba a misa a enseñarse, para que se les viera, para que otros se dieran cuenta de que estaban allí.
Es probable que la crítica fuera desproporcionada: ni eran tantos ni era para tanto. Pero algo de razón teníamos. En aquella sociedad de medio-cristiandad la participación en el culto y las prácticas de Iglesia implicaba cierto mensaje colateral: “aquí estamos nosotros”. Unos veinte años después tuve una sensación parecida: en una España bastante distinta mostrarse públicamente católico volvía a otorgar cierto pedigrí. Se trataba de un catolicismo distinto, pero que compartía con el anterior el deseo de notoriedad, de visibilidad, de llamar la atención.
Ayer recordaba a un claretiano difunto. Hoy podría apelar a uno vivo, valiente misionero español en América Latina, que en nuestros años de estudiantes de teología repetía mucho: “Dios es discreto, Dios es discreto”. La frase me acompaña desde entonces. Es verdad: le podemos aguardar en el huracán y no está; en el terremoto y tampoco; en el fuego, ¡y resulta que se muestra en la brisa suave! (cf. 1 Re 19). Podemos esperarle en las apariencias y la buena estatura y resulta que está en el único de los ocho hijos que no nos enseñan, como David (1S 16), o en la jovencilla de Nazaret que no sabe de palacios, casas de renta ni grandes familias.  
No tenemos que ocultarnos. Hace pocos días se nos invitaba a ser sal y luz. No debemos avergonzarnos del tesoro que hemos recibido, pero debemos pedir mucho la gracia de la discreción. Estamos leyendo una de las cartas a los corintios: no somos el tesoro, somos la vasija de barro; no somos el Señor, somos sus discípulos. En nuestra vida sigue habiendo demasiada trompeta y más ostentación que la deseable. Volvamos al texto: salgamos al encuentro de nuestro Padre, el que está en lo escondido.
Vuestro hermano
Pedro

Evangelio del día, 17 junio


Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor

16 junio 2015

Domingo día 21: Misa con jóvenes



Domingo 12° durante el año - (21 de junio de 2015)


1- Entrada:

¡Bienvenidos todos a esta Misa! En la vida muchas veces tenemos que afrontar tormentas que nos asustan y nos desconciertan pero debemos saber que el Señor nos acompaña siempre. Preparemos nuestro corazón y comencemos cantando.

2- Liturgia de la Palabra:

En la Biblia el mar simboliza muchas veces las fuerzas del mal. Hoy el Señor nos muestra su poder y su autoridad sobre ellas. Escuchemos, confiemos y no tengamos miedo.


3- Oración de los fieles:

Sabiendo que el Señor puede cambiar el huracán en una brisa suave, digámosle con fe: ¡Maestro, ayudanos!

-      Por la Iglesia, para que como barca de Dios que navega en los mares agitados de la historia, pueda conducir a todos los hombres al puerto deseado del Cielo.
-      Por nuestro país, para que superemos las tormentas de la división y el desencuentro y construyamos una patria de hermanos más allá de las lógicas diferencias.
-      Por los papás en su día, para que puedan ser reflejo del amor de Dios Padre que consuela, protege y anima.
-      Por los papás que ya partieron de esta vida, para que el Padre celestial los haya recibido en su Casa y desde allí sigan intercediendo por sus familias.
-      Por los niños y los jóvenes, para que siempre cuenten con padres, docentes, catequistas y sacerdotes que los sepan guiar y acompañar en las distintas etapas de su crecimiento.

4- Ofrendas:

Llevemos al altar las ofrendas y toda nuestra vida. El Espíritu Santo nos regalará la Eucaristía y soplará en nosotros una brisa nueva que reconfortará nuestro andar. Cantemos juntos.

5- Comunión:

El momento de la Comunión es el momento del mayor encuentro con Jesús. Recibámoslo y pidámosle con fe que no nos deje solos en el viaje de nuestra vida. Cantemos confiadamente.

6- Despedida:

Al terminar la Misa, vayamos a casa sabiendo que Jesús nos acompaña y que tiene el poder de ayudarnos en todos nuestros problemas. Nos despedimos cantando.
 

A tener en cuenta para la semana: miércoles 24: solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista.

Domingo día 21: Misa con niños


 

Domingo 12° durante el año - (21 de junio de 2015)


1- Entrada:

Queridos chicos, Jesús nos quiere enseñar quién es Él, y nos manifiesta su poder sobre la naturaleza y más allá de ella, sobre lo que representa simbólicamente. Preparémonos para este encuentro con Él y, cantando, recibamos al padre.

2- Liturgia de la Palabra:

¿Quién es Jesús? ¿A qué fuerza se enfrenta? Escuchemos con atención para saber qué sucede y conocerlo un poco más.

3- Oración de los fieles:

Como los apóstoles en la barca, pidámosle al Señor nuestras intenciones diciendo: Jesús, nunca nos dejes solos.

-      Por la Iglesia, para que siempre experimente tu presencia en medio de ella y así cumpla su misión con valentía.
-      Por nuestro país, para que la Virgen de Luján con su manto celeste y blanco nos muestre tu presencia en medio nuestro y nos haga más hermanos.
-      Por todos los papás en su día, para que los bendigas todos los días en esta tierra y en tu casa celestial cuando ya hayan partido.
-      Por los niños, para que no tengan miedo ante las tormentas de la vida, tengan fe en Vos y te obedezcan siempre.

4- Ofrendas:

Llevamos al altar nuestra fe y nuestros miedos, el pan y el vino junto con nuestra ofrenda voluntaria para el sostenimiento de la comunidad, mientras acompañamos cantando.

5- Comunión:

Con amor y respeto nos acercamos a recibir a Quien hasta el viento y el mar le obedecen. ¡Cantemos todos juntos!

6- Despedida:

Nos despedimos luego de este encuentro con Jesús para obedecer cada vez mejor a Dios en nuestra vida. Cantémosle a María que siempre obedeció al Señor.
 

A tener en cuenta para la semana: miércoles 24: solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista.