21 septiembre 2016

La multiplicación de los panes y los peces en clave educativa


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Comienza un nuevo curso. Como educador, tienes una misión que llevar a cabo. El Maestro por excelencia, Jesús de Nazaret, te ha encomendado a un grupo de jóvenes. Malos o buenos, vagos o trabajadores, comprometidos o pasotas… ¡Es igual! Lo realmente importante es que Él te los ha enviado y un día te pedirá cuentas de cada uno de ellos…
Comienza un nuevo curso. El Maestro te está esperando… ¡Adelante!
José María Escudero

I (Jn 6, 1-7)
Tras las vacaciones veraniegas, llegas a tu zona de trabajo. Comienzan nuevamente las prisas, los papeleos, el trabajo en grupo, los grandes disgustos y, por lo general, las pequeñas satisfacciones…
Al ver el listado de tus chicos, su historial académico y, sobre todo, la experiencia de cursos pasados, te haces la misma pregunta que te atormenta todos los días (y si no es así, mal vamos) y a la que no consigues dar respuesta alguna:
– ¿Dónde podría conseguir “la fórmula mágica” para “tocar” la mente y el corazón de mis chicos?
– ¿Dónde podría adquirir “el alimento nutritivo” (nada de comida basura) que despierte el apetito de mis jóvenes y les sacie su hambre por aprender las grandes lecciones de la vida?
Es entonces cuando aparece tu yo más pesimista, tu colega de profesión más agorero, y te responde:
– ¡Imposible! Lo mejor es dejar pasar las horas, los días, las semanas cuanto antes, y que lleguen nuevamente las vacaciones, pues con estos… (te dejo a ti poner el adjetivo que más te guste) no hay nada que hacer.
II (Jn 6, 8-9)
Y empiezas a recopilar libros, a elaborar adaptaciones, a echar mano de los grandes maestros de la educación y… ¡Y nada! Sin embargo no te vienes abajo (¡tú eres un ganador!) y comienzas a pensar en tus chicos:
– El que se sienta al final de la clase, ése es un líder, puede venirme bien…
– La chica que estuvo enferma el curso pasado, la encanta ayudar a los demás…
– ¡Puff!, está el que estropea mis reuniones, siempre hablando, siempre protestando…; si su deseo de llevar la voz cantante, su inconformismo, sus aires revolucionarios, los pusiera al servicio del grupo…
Y sigues pensando en cada uno de tus chicos. Y cada uno tiene algo bueno, algo que puede favorecer al grupo. Y entonces te marcas el firme propósito de sacar de cada uno de ellos lo mejor que tienen (aunque no sea mucho, aunque sea poco, aunque no sea casi nada).
III (Jn 6, 10-15)
Comienza un nuevo curso. No te preocupes, ¡has dado con “la fórmula mágica”! Los resultados llegarán, el Maestro se encargará de ello, no te quepa la menor duda… Tú a trabajar y a sacar de tus jóvenes lo mejor que tienen. Dios obrará el milagro, la multiplicación. Dios se ocupará de que el corazón y la mente de tu grupo quede saciado, rebosante, feliz.

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