18 septiembre 2016

Me gusta el dinero

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Si trascribo la frase “Me gusta el dinero, me da seguridad”. No es porque sea muy original, sino porque muchos están o estamos de acuerdo con ella. La frase es de la cantante y actriz norteamericana, Viola Davis, muy pobre de niña y que hoy nada en la riqueza. Por otro lado el evangelio de hoy está lleno de ironía, a través de la cual Jesús muestra la complejidad y lo inesperado que es la reacción humana frente a la vida en general y frente al dinero en particular. Según los expertos bíblicos estas líneas del evangelio son uno de los textos más difíciles de interpretar. Termina el texto evangélico con unas afirmaciones que nada tienen de ironía, sino que son ciertas como la vida misma: “Nadie puede servir a dos señores. A Dios y al dinero”.

El dinero es poderoso. Hasta tal punto que Jesús lo compara con Dios. Con dinero o el dinero compra casi todo. Hace dos mil años Jesús fue comprado o vendido por 30 monedas de plata. En el siglo pasado el escritor francés, Marcel Aymé aconsejaba: ”Hijita, acuérdate de que en la vida la única cosa que cuenta es el dinero”. Menos mal que todavía se oye la vieja canción con su estribillo “Ni se compra, ni se vende”. Es decir, hay cosas, hay realidades que afortunadamente ni se compran, ni se venden, porque pertenecen a otra esfera. Pero no son muchas. Con dinero se compra el testimonio y la palabra de las personas, se compran los distintos órganos del cuerpo humano e incluso las almas, con el dinero se compran voluntades, por dinero se rompe la paz de los pueblos y de las familias, por dinero se explota a las personas.
Pero hay más. El dinero no es solamente un elemento negativo, un obstáculo para crecer en la virtud, es también un instrumento, una herramienta para ganarse el pan. Con el dinero se han logrado cosas buenas, con dinero se han trasformado muchas realidades, con dinero se han llenado muchas bocas hambrientas. Con dinero y una dosis de buena voluntad se ha atendido a algunos (no suficientes) refugiados perdidos en el Mediterráneo.
Por estos y otros motivos, para algunos, para muchos el dinero es sagrado, puesto que ha costado mucho sudor y lágrimas. Tengo experiencia de lo que ha supuesto una cantidad de dinero –no excesiva- en situaciones angustiosas. Conozco personas particulares y familias que dedican un porcentaje de su dinero: el uno o el cinco o el diez por ciento para fines humanitarios. En esto nos dan ejemplo muchas abuelas-abuelos, que con la exigua pensión que perciben ayudan eficazmente a sus familiares y a ONGs.
Muy relacionado con este punto está el de la desigualdad en nuestra sociedad: Las diferencias entre unos ciudadanos y otros están aumentando. Y eso, si somos hermanos, si somos familia, no se compagina. Las diferencias irritantes en educación, salud … deben desaparecer o al menos rebajar. La fraternidad no se casa con la desigualdad.
Termino con una observación que nos brinda Jesús: “Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Podemos preguntarnos quiénes son “los hijos de la luz o los astutos de este mundo” y en qué bando nos movemos nosotros?.
Josetxu Caribe

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