CONFIANZA
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- PARA MÍ, CRISTO, EN ESTA VIDA, FUE UN MESÍAS SUFRIENTE
Por Gabriel González del Estal
1. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día. El pueblo judío no entendía que el Mesías tuviera que ser un Mesías sufriente. Tampoco lo entendían los ancianos de Israel, los sumos sacerdotes y los escribas. Tampoco lo entendían así los discípulos de Jesús, los apóstoles, cuando antes de la Ascensión le preguntaron: Señor, vas a restaurar ahora el reino de Israel? (Hechos, 1,6), o cuando, después del segundo anuncio de la Pasión, según nos dice el evangelista Lucas, “ellos no entendían lo que les decía; les estaba vedado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto (Lucas, 9, 45)”. Para todos ellos, el Mesías de Israel sería un Mesías triunfante, vencedor, que establecería en Israel un verdadero reino de Dios, universal, sin sufrimientos, sin dolor, sin muerte. Pues bien, los cristianos creemos ahora que nuestro Mesías, Jesús de Nazaret, sí fue, mientras vivió en este mundo, un Mesías sufriente; sólo después de su resurrección comenzó a ser para siempre un Mesías triunfante. Entender esto, y aceptarlo, es muy importante en la vida cristiana, porque, de hecho, nuestra vida tiene mucho más de sufriente, que de triunfante, mientras vivimos en este mundo; nuestra vida aquí en la tierra siempre termina vencida por la muerte. Jesús, para nosotros, es un modelo de vida más humano que divino, como modelo a seguir aquí en la tierra, porque a Dios no lo podremos ver nunca en este mundo y porque Jesús es para nosotros, mientras vivimos en este mundo, el rostro humano de Dios. Aceptemos a Jesús como Mesías sufriente y, en medio de nuestros sufrimientos y dolores, vivamos con gozo y esperanza, en la certeza de que si seguimos en esta vida al Cristo sufriente, también vamos a estar para siempre, después de esta vida terrenal, con el Cristo glorioso y triunfante.