22 febrero 2017

Domingo 26 de febrero: PONER CALIDAD A LA VIDA


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LA FAMILIA, 
cuidadora de la vida
La audacia de Isaías nos muestra el rostro femenino de Dios, que “no puede olvidarse de sus criaturas” y cuida de todas ellas con amor tal como dice Jesús en el evangelio de hoy: los pájaros, las ores, la hierba, todo lo creado. El afán posesivo del ser humano ha convertido la creación en una posesión suya, poniéndola al servicio de sus intereses. El Dios dinero es enemigo de la vida. Nuestra tarea, como “discípulos misioneros” de la vida es cuidar el Reino de Dios, amando la vida como Dios la ama, desde la gratuidad contemplativa y el cuidado de todo lo creado. Pero esta relativización del dinero no supone una despreocupación inconsciente de las necesidades básicas, sino de situarlas en su justa medida, sin agotar la realidad de las criaturas en su sola utilidad. Amar y contemplar no es enemigo del cuidado. El ser humano ha sido puesto en el jardín del mundo también para “cultivarlo y guardarlo” (Gén 2,15), incluido el mismo ser humano, parte también de lo creado: «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (Laudato si 139). En la actual situación por la que atravesamos es urgente que cada uno de nosotros nos preocupemos por vivir una vida austeramente responsable de la creación y de las generaciones futuras. Cuidar la vida es cuidarnos a nosotros mismos. Y Dios cuida de todo como una madre cuida de sus hijos, porque todos los seres humanos, junto Copn todo lo creado, somos “la familia de Dios”.
GESTO
Dentro de la comunidad cristiana, lo mismo que en la sociedad, la familia adquiere una importancia radical. No sólo las madres y los padres cuidan de la vida, sino la familia entera, en una “circularidad de dones”, es cuidadora de la vida. Y cuidadora de la comunidad, que es parte de la vida. Por eso hoy hacemos hincapié en la familia, reunida en torno al altar. Invitaremos, pues, a varias familias, a que suban al altar y lo rodeen, mientras damos gracias a Dios por todo lo creado en el momento del PREFACIO, que puede ser el V del tiempo ordinario, donde damos gracias por “las maravillas de la creación”.
Antes de concluir con el canto del “Santo”, podemos ampliar la acción de gracias, intercalando frases que repite toda la asamblea.
Te damos gracias, Padre nuestro, por todas las cosas bellas
que has hecho en el mundo.

Te alabamos por la luz del sol,
por quien nos das el día y nos iluminas
y es bello y radiante con gran esplendor.
Y por la luna y las estrellas,
que en el cielo formaste claras y preciosas y bellas.
TODOS:
GRACIAS, SEÑOR, POR LA TIERRA Y POR TU AMOR
Te damos gracias por esta tierra tan hermosa,
que nos sostiene y nos gobierna
y produce diversos frutos con coloridas ores y hierbas.
Y por los hombres y mujeres que la habitan,

y por habernos hecho el regalo de la vida.
TODOS:
GRACIAS, SEÑOR, POR LA TIERRA Y POR TU AMOR
Pero no estamos solos para alabarte, Señor.
Junto con nuestras familias, que cuidan de la vida,
están todas las familias del mundo formando,
contigo y con el universo,

una única familia universal
que quieres que llegue un día a toda su plenitud,
siempre creciente, un mundo siempre vivo.
TODOS:
GRACIAS, SEÑOR, POR LA TIERRA Y POR TU AMOR
Por todo eso, Padre,
te estamos agradecidos y te aclamamos:
SANTO…

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