27 febrero 2017

Homilía – Miércoles de Ceniza

Sonidos y lugares de la cuaresma para reavivar el espíritu.
Nota introductoria: unimos el Miércoles de Ceniza y los dos domingos siguientes, como una iniciación a la Cuaresma, en torno a un simbolismo que ayude a entrar pedagógicamente en su profundidad, como puertas que abren la interioridad, como la música, que tiene su letra, sus sonidos, su melodía. Proponemos 3 viajes a tres lugares, tres cuentos que abren puertas simbólicas a la interioridad, tres melodías con letra y música que invitan a respirar y vivir los sonidos y el espíritu de la Cuaresma. 40 días para ensanchar lo mejor que ya somos, para despertar el encuentro y reavivar la conversión, para el susurro de Dios.
Música para silenciar el ego y entrar en el silencio del espíritu.
La Cuaresma es un tiempo terapéutico para abrir el oído, las manos y el corazón a Dios, para silenciar el ego, escuchar y dejarse llevar por su melodía: entra, pasa, cuídate, recupera, encuentra, sal, escucha, abre, depura, ensancha, quietud, necesitas…, ora, ayuda, convierte, mejora. La ceniza sanadora.

1. Un viaje al interior de mi cuarto.
“Entra en tu cuarto y ora a tu Padre, que está a solas contigo”. Frena, para, céntrate, haz silencio exterior e interior. La Cuaresma nos invita primero a ir de viaje al interior de nosotros, el lugar de nuestra identidad desnuda y donde habita el espíritu: salir de nuestro ruidoso interior ocupado. Viaja a “tu cuarto”, da tiempo y lugar al encuentro. Pon hora y lugar como una cita, para la presencia. Pasa algún rato organizado “a solas con el Señor”.
2. Un cuento para abrir y conectar.
Repaso del cuento “El hacha”:
“Cierto día un joven buscador de empleo se presentó en una hacienda pidiendo trabajo. Necesitaban leñadores y le contrataron. Acordaron sueldos y horarios. El nuevo empleado comenzó a trabajar al día siguiente. Recibió del patrón un hacha bien afilada y la orden de iniciar una tala en un determinado lugar de la hacienda. El nuevo empleado comenzó su periodo de prueba. Pasados unos días, el patrón examinó el rendimiento del nuevo empleado. En el primer día el leñador había conseguido cortar 100 árboles. El segundo día cortó solo 75 árboles. El tercer día fue peor. ¡Bajó a 30 árboles! Intrigado el patrón quiso saber por qué el empleado iba rindiendo menos. ¿Era porque cada día llegaba más tarde al trabajo? ¡No! Al contrario, cada vez trabajaba más rápido. Era algo extraño. De repente el patrón miró el hacha y se dio cuenta de que estaba desgastada. Preguntó al leñador: ¿cuántas veces a laste el hacha? El empleado respondió: “estuve tan ocupado en cortar árboles que no tuve tiempo de a lar el hacha”.
3. Letra y música de la Cuaresma.
La vida nos pilla y nos oxida. Por eso hace falta de vez en cuando parar, frenar, “entrar en nuestro cuarto de casa” y convertirlo en un lugar de viaje a la interioridad para encontrarnos, y para el encuentro a la escu- cha del espíritu que nos habita. Busca tiempo y déjate encontrar con el Misterio Dios. Habla con Él, cuéntale como vas, como te sientes, como vives. Respira su música. Recobra aliento y espíritu. Planta los pies en tierra rme, mira a tú alrededor y mira hacia adentro. Mira las personas que forman parte de ti.
Ponte a la escucha donde el Espíritu susurra en los lenguajes del silencio. Para, pasa, entra, escucha, abre lo mejor de ti, recibe lo mejor regalado. Necesitamos el silencio sanador. Detenerse y también mirar hacia dentro. Preguntarse por lo que, tal vez, es inercia e inmediatez, por las personas que forman parte de nuestro horizonte diario, por las metas que guían la propia vida. Y, con todo eso, pensar en si merece la pena, o si puede ser mejor.
Ejercicios de crecimiento. Oración. Ayuno para el silencio. Apertura a los otros. ¿Qué tengo que a lar en mi vida? 40 días para pensar, cuidar, leer, hacer silencio, orar, conversar, superar, elegir… Es como una música que desvela el silencio acompañado.
Ricardo Fernández Ibáñez

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