22 febrero 2017

Homilías variadas para el domingo 26 de febrero


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1.- PONGAMOS EL DINERO AL SERVICIO SOCIAL Y MORAL DE LAS PERSONAS

Por Gabriel González del Estal

1.- Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. En la sociedad capitalista en la que nosotros vivimos, el dinero es realmente un Dios al que las personas, las empresas y los Estados desean conquistar. Política y socialmente, el valor de los proyectos y acciones que se proponen se mide, principalmente, en términos económicos. Los cristianos no podemos caer en esta idolatría del dinero. Para nosotros, porque así lo hizo y lo predicó Jesús, el dinero debe ser siempre un medio al servicio moral y social de las personas, no al revés. Necesitamos el dinero, claro, para poder vivir con dignidad. Lo necesitan los niños y los jóvenes para adquirir un desarrollo personal integral, lo necesitan los padres, para sacar adelante a la familia, y los necesitan los abuelos para poder vivir los años de vejez sin agobios y estrecheces.
Pero el hecho de que necesitemos dinero para vivir, no quiere decir que tengamos que vivir esclavos del dinero. El dinero debe ser siempre sólo un medio para vivir, no un señor al que servir. Los valores humanos y cristianos son siempre lo primero que debemos buscar y valorar los cristianos. Es preferible vivir con estrecheces económicas, que con estrecheces morales. La corrupción, la droga, la excesiva pobreza de muchos y la excesiva riqueza de unos pocos, así como muchos vicios humanos son casi siempre consecuencia de un desmedido amor al dinero. Casi todo, decimos, se puede arreglar con dinero, menos la muerte. Pero la dignidad moral, como el cariño verdadero, no se compra ni se vende con dinero. La pobreza evangélica nos exige a los cristianos vivir con sobriedad y dar con generosidad. Los cristianos tenemos que vivir, también en temas de dinero, preocupándonos de nosotros mismos y también de los demás. Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos; vivamos como tales. También en temas de dinero.

2.- Sión decía: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado” - ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. Este bello texto del “libro de la consolación”, del profeta Isaías, nos puede servir también a nosotros en los momentos de desánimo. A veces la vida se nos pone tan complicada que puede parecernos que Dios nos ha abandonado. Es precisamente en esos momentos cuando más debemos intensificar nuestra fe en un Dios Padre y Madre que nos quiere y nos acompaña. Dios nos quiere alegres y felices. Nosotros, por nuestra parte, no debemos perder nunca la esperanza y debemos luchar cada día para no caer en la tentación del desánimo y del desaliento. Jesús, en el momento de mayor desánimo, en el Huerto de los Olivos, pidió a su Padre que se hiciera su voluntad y terminó en la cruz perdonando a los que crucificaban. Dios le resucitó y vive junto a su Padre por toda la eternidad. Los discípulos de Jesús debemos imitar a nuestro Maestro. Debemos confiar y descansar en Dios, como nos pide el salmo 61, porque sólo en Dios está nuestra esperanza.

3.- Que la gente vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios… No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. No sólo los sacerdotes, sino todos los cristianos, debemos considerarnos servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Debemos hacerlo con fidelidad, con humildad y con amor. No debemos rechazar, ni condenar de antemano a nadie, porque Cristo murió por todos; dejemos que sea Dios mismo el que nos juzgue a todos. Repartamos la gracia y el amor de Dios a todas las personas, sin distinción sexo, clase social y etnia a la que pertenecen. Lo nuestro es hacer el bien y repartir la gracia de Dios; el juicio final se lo dejamos a Dios, que nos juzgará a todos en el momento final y lo hará, como nos ha dicho el profeta Isaías, como una madre que no puede olvidarse nunca del hijo de sus entrañas.

2.- CONFIAD SIEMPRE EN DIOS, NO EN EL DINERO

Por José María Martín OSA

1.- ¿Se puede servir a Dios y al dinero? El peligro de las riquezas es el apego a lo material y el olvido de Dios y del hermano que sufre. Jesús nos dice hoy que no podemos “servir a Dios y al dinero”. Jesús avisa del peligro y el riesgo de las riquezas. Aquí la palabra de Jesús no se anda con rodeos. La idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios y aparta del hermano. La preocupación por la riqueza casi inevitablemente ahoga la palabra de Dios. La crítica de Jesús al abuso de la riqueza se basa en el poder totalizador y absorbente de ésta. La riqueza quiere ser señora absoluta de aquél a quien posee. Muchas veces esa riqueza es conseguida injustamente Más que a la riqueza en sí o a los ricos, Jesús combate la actitud de apego frente a esas riquezas. Jesús veía en la mayor parte de los fariseos y saduceos, representantes de la clase rica y dirigente del país, las funestas y alarmantes consecuencias del culto a Mammón. Lo que les impedía seguirle, manteniéndoles alejados del reino de los cielos, no era la riqueza en sí, sino su egoísmo duro, su orgullo, su apego a ella, a sus privilegios. Cuando Jesús llama la atención a los ricos es porque el rico, apegado a las riquezas, no siente necesidad de nada, pues lo tiene todo y no desea que cambien las cosas para seguir en su posición privilegiada. Muchas veces la riqueza pervierte al hombre y trastorna su vida, quitándole la paz. La mayor riqueza es el desapego de las riquezas materiales.

2.- El desapego de las riquezas. Hemos de ser libres y evitar la esclavitud que nos produce el dinero. El que tiene muchos bienes no descansa tranquilo, pensando que los va a perder. El desapego nos devuelve la libertad. Esta parábola es un buen ejemplo de ello:

Un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llaman un sennyasi. Este es un mendicante errante, una persona que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él. Entonces se traslada de un lugar al otro. Tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar.

Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo:

"¡No lo puedo creer!

Anoche soñé con usted. Soñé que el Señor me decía:

-Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante- y aquí me encontré con usted."

"¿Qué más le dijo el Señor?" Preguntó el sennyasi.

Me dijo: "Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo... ¿Me daría usted la piedra?"

Entonces el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:

"¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba?"

El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo. "¿Podría quedármelo?"

"Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted."

Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea. El aldeano tomó el diamante y ¡qué inmensa fue su dicha! Como lo es la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos.

El aldeano en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.

Al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo: "¿Podría hacerme un favor?"

"¿Cuál?" le pregunto el sennyasi.

"¿Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?"

2.- Invitación a la confianza. Lo que Jesús propone es una inversión de orden: Buscad "primero" el Reino de Dios. Sólo se busca lo que se valora como necesario. Jesús propone, en definitiva, una inversión en el orden de los valores, un ordenamiento distinto, una justicia distinta. El ordenamiento de la vida basado en el dinero genera en la persona un estado angustioso de agobio que termina por aniquilarla. ¿Y no vale más la persona que todos los dineros juntos? Contempla los pájaros: no hay en ellos el más leve asomo de angustia. Propone Jesús la confianza absoluta en Dios. Nos lo recuerda también Isaías: igual que una buena madre nunca se olvida de su criatura, de la misma manera Dios nunca se olvida de nosotros. Sólo en Dios descansa nuestra alma, proclamamos en el Salmo 61. La propuesta de Jesús es una apuesta por la libertad y la alegría de todos y cada uno de nosotros. Las palabras de Jesús nacen de su descubrimiento de una persona, de su descubrimiento del Padre. Esta experiencia de fe genera serenidad y evita el sufrimiento de la inseguridad por el futuro: "El mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos". El evangelio de hoy nos invita a la confianza en Dios y a evitar el agobio de los bienes materiales.

3.- HEMOS DE VIVIR SEGUROS DE QUE DIOS EXISTE Y QUE NOS AMA

Por Antonio García-Moreno

1.- MÁS QUE TODAS LAS MADRES JUNTAS.- Isaías recoge las quejas del pueblo. Quejas que quizá se hayan también esbozado en nuestro interior. Palabras doloridas que brotan de un corazón herido por la angustia y envuelto en la soledad. Quebranto de quien se ha visto cerca de Dios, y de pronto se ve lejos, abandonado, perdido, solo. Noche oscura del alma que no tenía otra cosa que a Dios, y que por la causa que sea se ve sin Él, desnuda y desamparada, sin tener dónde agarrarse, sin encontrar apoyo que la sostenga en su caminar vacilante.

"Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado". No es verdad. Él no nos olvida. Él sólo permite que nosotros, libremente, nos alejemos y le olvidemos. Entonces, cuando uno se da cuenta de la gran equivocación, cuando uno percibe lo que significa estar sin Dios, entonces viene la zozobra y la angustia, el escozor de la peor soledad que pueda afligir al hombre. Y al no encontrar ni paz ni sosiego en nada ni en nadie, el hombre vuelve sobre sus pasos y acude de nuevo a Dios, a quien se queja dolorido y humillado.

Isaías contempla la reacción divina, escucha asombrado esas palabras que revelan en parte la inabarcable grandeza de la misericordia divina. ¿Puede una madre olvidarse de su hijito?, pregunta Dios enternecido. Pues aunque todas las madres se olvidaran de sus pequeñuelos --hipótesis absurda--, Dios no se olvidaría de ti, ni de mí. Toda la carga de amor, toda la dulzura, todo el cariño de cuantas madres han existido y existirán, todo el cúmulo afectivo de la maternidad es algo nimio en comparación con el amor de Dios. Él sólo está esperando que le llamemos para acudir corriendo a nuestro lado. Él sólo necesita que le pidamos perdón para perdonarnos inmediatamente.

Parece imposible que el Señor se comporte así con nosotros. Pero más imposible parece que nosotros, siendo las cosas de este modo, no quedemos transidos de amor por Dios, atados para siempre a su inmenso cariño. Todo se explica porque Dios es Dios, y también porque el hombre es hombre. De todas formas, ese perdón y ternura maternal de Dios ha de removernos profundamente y empujarnos a serle cada día más fieles.

2.- DIOS Y EL DINERO.- En más de una ocasión expresa Cristo las condiciones tajantes que suponen su seguimiento. Sus exigencias están en la misma línea de amor exclusivo que exigía Yahvé en el Antiguo Testamento a su pueblo. No hay más que un solo Dios y Señor. El politeísmo de los pueblos vecinos era inadmisible para la religión yahvista. Jesús continúa esa revelación veterotestamentaria, viene a darle cumplimiento. Por eso insiste en que o se está con Él, o se está contra Él. Hay que decidirse.

Aquí nos habla el Señor del servicio al dinero. Podría parecer que son pocos los que realmente sirven al dinero, y que sucede lo contrario, es decir, que nosotros nos servimos del dinero y no le servimos a él. No obstante, cuando se pone al dinero en primer plano, se acaba por vivir sólo para ganar dinero, sin que nunca sea suficiente por mucho que se gane. Entonces se comienzan a sacrificar cosas al dinero: el tiempo, los sentimientos, la familia, uno mismo.

Jesús nos pone en guardia para que no caigamos en semejante aberración. El dinero tiene sólo una importancia relativa. Por encima de él se han de poner los valores del espíritu, la amistad, la honradez, la conciencia, el amor en sus múltiples manifestaciones, Dios en definitiva. Sólo así alcanzaremos la paz y la felicidad.

Hay que trabajar por supuesto, tratar de obtener cuanto necesitamos para llevar una vida digna. Pero siempre eso será un medio y no un fin. Por otra parte, hemos de vivir seguros de que Dios existe y que nos ama, que puede ayudarnos y nos está continuamente ayudando. Vivir confiados en la providencia divina, siempre ocupados pero nunca preocupados. Luchando con toda el alma, pero sin perder jamás la calma.

4.- MIRANDO AL CIELO... PERO SIN PASARSE

Por Javier Leoz

Con este octavo domingo, del tiempo ordinario, daremos paso –el próximo miércoles de ceniza- a unas semanas que nos prepararán a la Santa Pascua. Un periodo, la cuaresma, que nos vendrá bien –siempre viene bien- para alejarnos de los agobios, para hacernos fuertes ante los problemas y sobre todo para ir con Jesús hacia esos días en los que celebraremos los Misterios más grandes de nuestra fe. ¿Estamos dispuestos?

1. Nos encontramos en un momento histórico traspasado por muchos y variados contrastes. Y, además, con contrastes en todos los sentidos: vida y muerte, pobreza y riqueza, alegría y tristeza, salud y enfermedad, bienestar y precariedad. Y por qué no decirlo: mientras que en algunas personas se ha cebado la crisis espiritual (tal vez por una fe poco cimentada o formada) asistimos a un fenómeno nuevo: el interés por lo religioso. Aunque sea leve…pero la fe, y hasta la misma Iglesia, no deja indiferentes a muchas personas. La coyuntura de la crisis económica ha incentivado las entrañas de muchas personas a una apertura o preguntas por lo divino. La sociedad, que nos ha empujado a vivir por encima de nuestras posibilidades, ha dado mil razones a otras personas a mostrarse reticente, y hasta pesimista, sobre el futuro que nos aguarda. ¿Un mundo sin Dios? ¿Una sociedad sin valores eternos? Un mundo sin Dios no será un mundo de recorrido corto.

2. Ser cristianos no es vivir con caras tristes y menos, recuperando la lectura evangélica de este día, agobiados por lo que nos atenaza. Tampoco, por supuesto, asentarnos en un necio optimismo sino en un sensato realismo: sabemos cómo estamos y sabemos hacia dónde no queremos ir. Por ello mismo ante un pensamiento único, ante los dictados que nos impone un mundo que presume de tolerancia pero que margina al que no dice lo que él dice o lo que él piensa, los cristianos, tendremos que recuperar esa faceta de ser diferentes, de nadar contracorriente e incluso, por qué no, de resultar incómodos en aquellas situaciones donde se vende gato por liebre.

El hecho de que creamos firmemente de que Dios dirige todos los hilos de nuestra existencia no nos exime de denunciar e incomodarnos cuando, el diosecillo de turno, quiere quedarse con toda madeja para manejar a su antojo el presente y el futuro de nuestra vida social, económica, cultural o religiosa. Que somos importantes, mucho más, que las flores y los pájaros, es cierto. Pero también es cierto que, las aves, ante el peligro saben lanzarse al alto universo y las flores no dejan de desplegar su aroma característico. Siente bien o siente mal.

--Error, de órdago a lo grande, sería leer el evangelio de este día y dejar que sea Dios quien siembre, riegue y coseche.

--Peligroso para el futuro de nuestra fe sería igualmente confiar tanto en la fuerza de lo alto que, ello, nos llevase a plegarnos de brazos.

--¿Confianza en Dios? ¡A ciegas! ¿Absentismo apostólico? ¡Ni por asomo! En el camino intermedio está la solución: confiar en Dios significa colocar en sus manos nuestros afanes, nuestras vidas, ideas, proyectos e ilusiones. Eso sí….no como espectadores y sí como asalariados de algo que merece la pena: el Reino de Dios.

3.- AYÚDAME, SEÑOR

A ocuparme, razonablemente

en aquello que sea para tu  gloria

para el beneficio de los  míos y de mí mismo

A disfrutar el presente, sin  estar tan pendiente

de lo que pueda ocurrir  mañana.

A, mirar hacia el futuro,

aportando las semillas que  siembro hoy en el camino.



AYÚDAME,  SEÑOR

A sentir tú mirada en  aquello que veo

A palpar tus manos en mis  pequeñas obras de cada día

A escuchar tu Palabra en las  mías,

pobres, torpes y  atropelladas



AYÚDAME,  SEÑOR

A vivir comprometido pero  sin ansiedad

A caminar ligero, pero sin  prisas

A trabajar con empeño, pero  sin nervios

A soñar con un futuro mejor

sin olvidar que puedo  superar el presente



AYÚDAME,  SEÑOR

A confiar en tu mano  providente

A no tener miedo al mañana  que me aguarda

Contigo, Señor, me basta.

Amén

5.- ¿DOS AMOS?: ¿JUGAR A GANADOR Y A COLOCADO?

Por Ángel Gómez Escorial

1.- “A cada día le basta su desgracia”. Es la última frase de Jesús dicha en el Evangelio de Mateo de hoy. A otros les sonará más esta de “Cada día tiene su afán”… es cuestión de traducciones. Antes nos ha dicho: “No estéis agobiados por la vida”. Y la frase es muy moderna. Lo del agobio está muy presente en el lenguaje habitual. Y Jesús repite la palabra varias veces. Se trata, según Jesús, de pensar en el tiempo presente y no considerar ni el pasado ni el futuro. Es, sin duda, un ejercicio sano. Nos abruman, por un lado, los escrúpulos por malas cuestiones hechas ayer o anteayer, o hace meses o años. Y estamos profundamente asustados por el día de mañana y lo que pueda traernos. Y esas dos obsesiones, pues verdaderamente, nos evitan ver y contemplar que en esos momentos tenemos ante los ojos. Dicen que es frecuente en los directivos y en todos aquellos que les agobia la responsabilidad, que la preocupación por todo lo que se les viene encima les impide aprovechar el descanso. Es probable que uno de esos ejecutivos esté frente al mar, o ante una preciosa montaña nevada, y no la vea, ni le ayude a evitar sus pensamientos obsesivos. La “dura lucha” del lunes le impide disfrutar del domingo.

2.- Algunos tratadistas dicen que Jesús debió tener contacto con las culturas orientales por aquello de la serenidad obtenida ante la contemplación de la naturaleza, de los lirios salvajes y de los pájaros del campo. No sé si tuvo esas influencias. No lo creo. Pero sus juicios sobre la importancia del presente, sobre el remordimiento del pasado --que ya ha pasado— y su no consideración respecto al agobio por el día de mañana –que aún no ha amanecido— no deja de ser un ejercicio de sentido común y de tener una mente abierta y clara. Es verdad, además, que el completo y delicado amor que tenía por Dios Padre – por su Abba, por su Papaíto— le ayudaba a mantener esa visión en armonía con la creación que se manifiesta en una cosmogonía tan precisa y plena.

3.- Hemos de admitir, además, que el texto del evangelio de Mateo de hoy es uno de los más bellos de toda la Escritura. Lirios del campo muy bien vestidos, aunque no hilan; pájaros del campo, que no siembran. El Padre –lo llama “vuestro”… nuestro—los alimenta y cuida de ellos. La visión de un mundo en armonía bajo la mirada del Padre Dios es impresionante. Sería bueno que en los momentos de zozobra recordáramos las palabras que hoy nos dice Jesús de Nazaret y que evitáramos miedos y fantasías impropias. La realidad es que cada día tiene su afán, sus agobios, sus problemas… Y si estamos preparados para emplear toda nuestra energía, sin distracción por el pasado o por futuro, todas nuestras cosas irían mucho mejor.

4.- Hay una clave introductoria sobre todo esto. Las primera palabras de Jesús de hoy son: «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. ¿Queda claro? Es el dinero, el tenerlo o no tenerlo, tanto da, lo que nos produce agobio. En realidad Jesús nos está enseñando a no confiar en el dinero. Y, sobre todo, a no hacerlo amo nuestro. Queda claro que toda persona muy ocupada con el dinero no tiene ojos para otra cosa y su empeño por el dinero terminará en avaricia. Y la avaricia es la más despiadada de todas las enfermedades del alma. Yo diría incluso que más que la soberbia. Es bastante cierto que con dinero se puede obtener todo. O por lo menos casi todo, pero sí la mayoría de las cosas que hay sobre la tierra. La “eficacia” del dinero sobrecoge. Pero obviamente el dinero como tal no es nada. El otro día leía yo en los periódicos que camellos, narcotraficantes al por menor, quemaban el dinero que tenían al ser detenidos para que no se lo confiscara la policía. Relativizaban el valor del dinero, desde luego. Pero preferían convertirlo en humo y cenizas que dejárselo a sus captores. Ello nos demuestra una cosa que, aunque la sabemos, nunca pensamos en ella, que el dinero convertido en humo y cenizas ya no vale nada. Consideramos al dinero como indestructible y lo más poderoso del mundo. Pero no siempre lo es…

5.- ¿Servir a dos amos? En el fondo eso nos gustaría. Es como jugar en las apuestas del hipódromo a “ganador” y “colocado”. El premio es menor que si dedicamos nuestro boleto al triunfador absoluto, pero algo se recibe… y no se pierde todo. Algo es algo. Es como eso de “poner una vela a Dios, y otra al diablo”. Es como apostar por dos posibilidades completamente contrarias y contrapuestas. Pero la cosa es que si gana uno, ganamos nosotros; y si triunfa el otro, pues también. Pero eso es imposible. Y es imposible, incluso, aún dentro de nosotros. Ni el mayor pragmatismo, ni el más elevado cinismo, nos puede llevar a contentar ni en nuestro interior, ni fuera de él, a intereses completamente contrarios. Pero mientras dura el engaño de que, en efecto, podemos servir a dos amos es cuando el agobio y la angustia más hacen presa de nosotros. Todos, tal vez y en cuestiones menos drásticas, hemos sufrido los efectos negativos de una deseada doble pertenencia. O el intento de confraternizar por igual con dos ideas o posiciones completamente contrarias. Siempre terminará prevaleciendo una sobre la otra. Y la que prevalece nos irá conquistando hasta olvidar o despreciar la anterior. Insisto todos, en algún momento, seguro que hemos sufrido con una cosa así, aun siendo en su origen de poca importancia.

6.- Jesús de Nazaret a lo largo de estas enseñanzas incluidas en el Sermón del Monte nos está mostrando un camino acertado para fundamentar nuestra vida terrena, nuestra vida de seres humanos de hoy mismo. Dichas enseñanzas nos valdrán para vivir mejor y así satisfacer a Dios nuestro Padre. En realidad es lo que Él hizo siempre. Como he manifestado en domingos anteriores merece la pena tomarse un descanso y ejercitar nuestro pensamiento en la enseñanza de Jesús. En ella hay respuestas para nuestra vida cotidiana. No son solamente “consejos religiosos”, marcan una forma de vida plena en la que, por supuesto, está incluida la religión que nos enseña a seguir al Maestro. Pero fundamentalmente a vivir con objetividad, sentido común y paz.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

DEPRESIONES

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- No ignoro que existan depresiones clínicas. Me merece suficiente confianza la clase médica como para que esté convencido de ello. Ahora bien, existen otras depresiones que no alcanzan tal nivel y que se camuflan, elevándolas de categoría. Tal fenómeno tiene, a mi modo de ver, principalmente, dos consecuencias:

Primero, el tal “paciente” se abriga en la supuesta enfermedad, para encerrarse y justificar su inactividad. A cualquier sugerencia que se le hace, responde de inmediato que no puede colaborar, ya que sufre depresión. Y no hace nada, y se queda tranquilo. No tiene remedio. O sí lo tiene, es cuestión de decírselo, de que vea que es una actitud pecaminosa y debe convertirse.

En segundo lugar, al habérsele diagnosticado por el profesional, parece que a él solo le corresponde actuar, sin considerar otra dimensión, que la puramente síquica.

2.- Respeto la actuación de cualquier profesional que lo sea y obre con honradez. Pero las patologías espirituales, que no se olvide, tienen dimensiones anímicas. Como el vocabulario puede resultar equívoco, advierto que considero a la persona humana como un ser único, con tres niveles. Corporeidad, terreno apto para la intervención de un médico generalista. La espiritualidad, grado que trata el sicólogo o el siquiatra. Y cota anímica, o margen trascendente, en aquel en el que se sitúa la Fe, la plegaria, la Gracia.

3.- ¡Qué rollo os he soltado! Pensaréis seguramente muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores. No os condeno por ello. Ahora bien, quiero plantear una buena parte del mensaje de las lecturas del presente domingo, desde un soporte ideológico conocido y aceptado.

4.- Cuando alguien me confiesa que está deprimido, sin meterme en indagaciones, le advierto para empezar, dos cosas. Mira, le digo, si sufres depresión, es señal de que no eres un caradura, un fresco, un sinvergüenza. Hay en ti, por lo menos, visos de honradez. No te aflijas, pues, tanto como cuentas. Añado después. La situación en que se encontró Jesús, cuando sufrió grave agonía espiritual en Getsemaní, fue de gran dolor. No quiero daros un diagnóstico profesional, pero, sin llegar a ello, en el olivar, el Maestro estaba deprimido. Analizad el deseo de soledad, la queja porque le han dejado sólo, los gritos, el sudor de sangre. Aunque os parezca exagerado lo que os voy a decir, el Señor, que se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, en aquellos momentos, padeció el terrible mal de la duda. La misión que le había encomendado el Padre, sus desvelos con enfermos, hambrientos y pobres, que le habían procurado la confianza y el cariño de las gentes, ahora habían desaparecido. Sentía en su interior, retorcijones de angustia. Y Dios Padre no le procuró un ansiolítico. Pese a que en algunos momentos, al observarse a sí mismo, pensara que le había abandonado, no estaba sólo. Cuando la crisis fue más intensa, tuvo el alivio de la visita de un ángel.

5.- He estado bastantes veces en Getsemaní, incluso he residido unos días en el convento de mis amigos franciscanos que hay allí. Conozco, pues, su situación. Las murallas, el camino, el valle, el huerto. La roca propia del lugar es caliza dolomítica. Puede uno traerse fragmentos, que nadie se lo prohibirá. La última vez que lo hice, estaba allí a las 23h y hacía un frío que pelaba. Chocando un pedrusco contra la ladera, conseguí fragmentos que pudiera meter en mi valija. Quise arrancar trozos de allí mismo, al lado del camino por el que el Maestro se acercó aquella noche. Imaginaba cada peñasco impregnado de la ansiedad, la tensión, el miedo, la tribulación, el desenlace de todo el conjunto corporal y sus consecuencias fisiológicas. Trozos extraídos de la peña he entregado, para que lo que evoca, consuele al que me dice sufre depresión.

6.- Se celebró hace años un congreso, o un simposio, sobre el tema del que os vengo hablando. Los autores se refirieron a pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, que reflejaban situaciones patológicas a las que me vengo refiriendo. Sé que citaron salmos, estoy seguro de que se referirían al fragmento de Isaías que se proclama hoy. Escuchadlo atentamente y asimiladlo bien, para cuando lo necesitéis.

7.- La reflexión que les hace Pablo a los fieles de Corinto, y que recoge la segunda lectura de hoy, se sitúa en idéntico escenario espiritual. Nos pese o no nos pese la conciencia, nos abrume o nos satisfaga el recuerdo de nuestro pasado, lo importante no es nuestro dictamen, lo primordial es lo que piense Dios de nosotros. Santa Teresa de Lisieux le escribía, creo recordar que se trataba de un familiar, no te aflijas tanto. Los remordimientos son a veces manifestaciones y fomento del orgullo. El balance que debemos reconocer de nuestras depresiones, lo debemos confiar a Dios, de Él recibiremos alabanza, acaba el Apóstol. Evidentemente, si nos hemos confiado a Él y con Él hemos colaborado.

8.- Cambio de tercio. La gran tentación de los que vivimos en una cultura moderna, es dejarnos encandilar por el dinero. La riqueza es la alfombra roja que conduce a la felicidad. O así creemos, equivocadamente. No se trata de tener valores, sino de valorar. De tener escala de valores y ser fiel en el actuar, a esta escala. Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que llevo siempre muy poco dinero en el bolsillo. Cuando me toca comprar, más que fijarme en lo que vale el producto, me planteo si es cristiano que yo pienso adquirir. Hay siempre un silencioso pero agitado diálogo interior en mí. Habla el tentador, replica la conciencia. Trato de decidir con criterios cristianos. Cuando llega la hora de abonar el importe, saco la VISA. Y si he dudado, o si temo que haya gastado excesivamente, me propongo entregar el equivalente a alguna ONG de confianza. (Evidentemente, me he referido a las compras habituales, a la elección entre un producto u otro, entre una prenda sencilla o de marca, entre marca de prestigio o marca blanca, etc.).

9.- Tengo la suerte de vivir casi en descampado. Estos días florecen, sin que las plantara yo, las vi al llegar, unas hermosas flores silvestres de narciso, como las que contemplaría el Señor. Mucho más pequeñas que las de los jardines, exhalan una suave fragancia que cautivan. Al llegar el domingo a la iglesia parroquial vi que las violetas ya florecían. Su precioso color y su humilde apariencia, me encantan. Pese a que pasó una maquina cortando la hierba he visto que no llego a matar las plantitas de picardía, que florecerán mucho más tarde. Estoy seguro que al Maestro le gusta que me fije en ellas como Él se fijó y nos lo confió, según recoge el evangelio de Mateo.

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