10 febrero 2017

No he venido a abolir las leyes, sino a darles plenitud

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Ahí está, Señor Jesús,
tu proyecto: perfeccionar las Leyes,
los comportamientos de las personas,
partiendo de lo que ya existía.
Veo, Señor, que con tu venida no haces tabla rasa,
sino que tienes en cuenta
lo que ya existía y partiendo de ello ofreces tu novedad.

Novedad esta que va al corazón del Proyecto de Dios,
novedad que hace las normas más vivas,
mucho más exigentes pero que al mismo tiempo es como
si les dieses eso: vida.
Ahí está uno de los filones
de tus enseñanzas: perfeccionar lo que ya existía,
no quedarse en la materialidad,
sino llegar al espíritu,
al corazón de las normas que son expresión del deseo de Dios.

¡Señor Jesús!, muchas veces, nosotros,
con frecuencia, todavía vivimos en la tacañería
y por desgracia nos contentamos con los mínimos,
con el mero cumplimiento
y lamentablemente no llegamos al corazón,
al núcleo de lo que Tú nos ofreces.

Por todo ello yo te pido perdón
porque nos dejamos llevar por la ley de los mínimos.
¡Cuántas veces somos tacaños contigo y nos ajustamos
tanto a lo justito que parece que sólo pretendemos no salirnos
de la pista, aunque arriesguemos nuestras vidas o las vidas de los demás!
Algún día nos cortaremos las uñas.

Yo veo, Señor Jesús,
que lo que Tú nos pides
es generosidad, entrega total y permanente.
Lo que Tú quieres de nosotros es una donación absoluta.

¡Señor! ayúdame a ser generoso, a entregarme por completo a tu Proyecto.
Perdóname, Señor Jesús,
si todavía a veces
o en demasiadas ocasiones procuro y me quedo en el borde del precipicio

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