10 febrero 2017

Nuestro compromiso de amor a todos

1.- El Señor está junto a mí. La enseñanza del libro del Eclesiástico deja bien claro que el mal no procede de Dios, sino que tiene su causa en la libertad del hombre únicamente. Dios no quiere jamás el mal. Si éste se da, lo castiga. Ante el hombre siempre está la posibilidad de la vida o la muerte (pecado). El hombre, si quiere, puede optar por la primera, pero, si elige el pecado, la responsabilidad es sólo suya. Libertad y responsabilidad del hombre. Moisés decía a su pueblo: “Ante ti están la muerte y la vida; tú escogerás”. En medio de las dificultades, sabemos que Dios nos ayuda. Se dice que el gran filósofo y científico Blas Pascal recitaba diariamente el Salmo 118. Después de una larga noche de espera y vigilia orante en el templo, cuando aparece en el horizonte la aurora e inicia la liturgia, el fiel está seguro de que el Señor escuchará a quien ha pasado la noche orando, esperando y meditando en la Palabra divina. Confortado por esta certeza, ante la jornada que se abre ante él, ya no temerá los peligros. Sabe que no lo alcanzarán sus perseguidores, que lo asedian a traición, porque el Señor está junto a él.

3.- Reconciliación sincera. Jesús nos llama hoy a ir más allá del legalismo: «Os digo que si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos». La Ley de Moisés apunta al mínimo necesario para garantizar la convivencia, pero el cristiano ha de procurar superar este mínimo para llegar al máximo posible del amor. Lo que hoy nos enseña Jesús es a no creernos seguros por el hecho de cumplir esforzadamente unos requisitos con los que podemos reclamar méritos a Dios, como hacían los maestros de la ley y los fariseos. Más bien debemos poner el énfasis en el amor a Dios y los hermanos, incluso a los enemigos, amor que nos hará ir más allá de la fría ley y a reconocer humildemente nuestras faltas en una conversión sincera. Hay quien dice: ‘Yo soy bueno porque no robo, ni mato, ni hago mal a nadie’; pero Jesús nos dice que esto no es suficiente, porque hay otras formas de robar y matar. Podemos matar las ilusiones de otro, podemos menospreciar al prójimo, anularlo o dejarlo marginado, le podemos guardar rencor; y todo esto también es matar, no con una muerte física, pero sí con una muerte moral y espiritual. El Señor nos llama a ser personas consecuentes: “Deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano”, es decir, la fe que profesamos cuando celebramos la Liturgia debería influir en nuestra vida cotidiana y afectar a nuestra conducta. Por ello, Jesús nos pide que nos reconciliemos con nuestros enemigos. Un primer paso en el camino hacia la reconciliación es rogar ellos, como Jesús nos pide. Si se nos hace difícil, entonces, sería bueno recordar a Jesucristo muriendo por todos.
4.- “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida” Este es el lema que Manos Unidas nos propone para la Campaña Contra el Hambre de este año. Según Naciones Unidas, en el mundo 795 millones de personas no tienen alimentos para saciar su hambre, mientras que tiramos a la basura la tercera parte de la comida… Esta campaña se enmarca en el trienio de Lucha contra el Hambre (2016-2018) en el que Manos Unidas está trabajando para dar respuesta a las causas y problemas que provoca en el mundo. Para Manos Unidas, solucionar esta lacra pasa por acompañar a los más pobres, reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible. Durante todo el año 2017, Manos Unidas hará hincapié en tres cuestiones esenciales y urgentes para acabar con la pobreza y el hambre en el mundo como son el desperdicio de alimentos, la lucha contra la especulación alimentaria y el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. La fraternidad -solidaridad- constituye lo más típico del culto cristiano. No olvidemos que la palabra “liturgia” se deriva de un verbo griego que significa “servir”. Si lo tenemos en cuenta, estaremos haciendo “la voluntad del Señor” como nos recuerda la lectura del Eclesiástico y el Salmo 118.
Por José María Martín OSA

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