Desde los desiertos de nuestras vidas acudimos a ti, Padre nuestro, para presentarte nuestros deseos y para que recrees en nosotros la experiencia de tu amor.
RECREA, PADRE, NUESTRO CORAZÓN
• Dale, Señor, a tu Iglesia, un corazón que entienda de audacia para dar con nuevos caminos, que construya vida a su alrededor, que posibilite creatividad a raudales. Dale un corazón que viva en actitud de discernimiento, que tenga una profunda experiencia de ti, que sea experta en humanidad, que se prolongue hacia los últimos, que anuncie a Jesús de Nazaret.
• Dale, Señor, a nuestro mundo, un corazón que sepa acoger la diferencia sin asustarse, que viva la no violencia, que de enda la justicia, la vida, la paz, que tenga entrañas de misericordia, que sea paciente, que viva la esta, que disfrute de la naturaleza.
• Dale, Señor, a nuestra comunidad, un corazón que sepa leer la vida como historia de salvación, que anhele ardientemente el encuentro contigo. Que te busque en todo, te encuentre y te contemple en las luces y en las sombras.
• Danos a todos nosotros, Padre, un corazón que salte de alegría, que sepa compartir, que no acumule “cosas”, sino que se llene de personas. Un corazón que goce con quienes gozan, que sufra con quienes sufren, que sea libre para liberar, que su absoluto seas Tú, que considere relativo todo lo demás.
• Danos también a nosotros, Padre, un corazón que hable lenguaje de ternura, que mire al interior de las personas, que no se deje arrastrar por las apariencias, que escuche a las personas y cuide el trato con ellas. Danos una mirada creyente. Descúbrenos esa presencia escondida de Dios en todas las cosas, acontecimientos y personas.
Escucha, Padre, nuestra oración, y danos a todos un corazón de carne.
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