17 junio 2017

Homilías para el Corpus Christi


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1.- DONDE HAY CARIDAD Y AMOR ALLÍ ESTÁ EL SEÑOR

Por Gabriel González del Estal

1.- Cuerpo entregado, sangre derramada por vosotros. Hoy celebramos los católicos el día del Corpus, el día de la Caridad y del amor fraterno. Durante muchos años, y siglos, la celebración del día del Corpus, uno de los tres jueves que relucían más que el sol, tenía su representación más visible en la procesión solemnísima en la que el pueblo cristiano acompañaba, entusiasmado, por calles y plazas, al sacerdote que portaba en alto la custodia con el Santísimo. Decir día del Corpus era pensar en la procesión del día del Corpus. Esta procesión fue, incluso, declarada de interés turístico en algunas ciudades, como Toledo y Valencia. Yo he participado, con mucho gozo, en muchas de estas procesiones del día del Corpus. Pero yo creo que hoy debemos cambiar nuestro punto de mira y pensar en la fiesta del Corpus, principalmente, como en la fiesta por excelencia de la caridad, del amor fraterno. En la eucaristía no celebramos el triunfo y el éxito popular de un Cristo triunfante y resucitado, sino el amor infinito del Cristo crucificado, de un Cristo que entregó su cuerpo y derramó su sangre por amor a nosotros. Hoy, para los cristianos, lo más visible del día del Corpus debe ser un cristiano que acude a la mesa de Cáritas, o a la hucha del niño con las banderitas, para entregar su óbolo y su limosna como ayuda a los más necesitados. Celebrar hoy cristianamente el día del Corpus es, sobre todo, estar dispuestos a entregar parte de nuestra vida para dar vida a los que se están muriendo de hambre y de miseria, expresar nuestra caridad y nuestro amor con los más necesitados, porque donde hay caridad y amor allí está el Señor.


2.- Haced esto en memoria mía. Cuando Cristo instituyó su eucaristía les pidió a sus discípulos que cada vez que se reunieran para celebrar la fracción del pan lo hicieran pensando en lo que él había hecho e iba a ahora a consumar: entregar su cuerpo y derramar su sangre por amor a todos nosotros. Nuestras eucaristías deben ser un memorial de la vida, pasión y gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Un memorial que no sólo consiste en recordar, sino en celebrar, en unir nuestra vida a la vida de Cristo, en comulgar con él, en unir nuestro destino a su destino. Sólo el que celebra la eucaristía estando dispuesto a entregar su vida por los demás, lo hace realmente en memoria de Cristo. Esto es lo que los cristianos debemos proclamar hoy, día del Corpus: que nosotros somos la memoria viva de Jesús. Que cuando las demás personas nos miren y nos vean a los cristianos, vean en realidad a Cristo, se acuerden de él, vean en nosotros la memoria de él. Para eso, los cristianos debemos ser vistos hoy más como humildes continuadores de la caridad de Cristo, que como insignes portadores de su grandeza y poder. No se nos pide hoy a los cristianos, en esta celebración del día del Corpus, que exhibamos nuestra fuerza y poder, sino nuestra caridad y amor.

3.- Lo que nos dice la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Precisamente pensando en este día del Corpus, como día de la Caridad y del amor fraterno, la Comisión Episcopal de Pastoral Social escribió hace algunos años: Quiero ser, Padre, tus manos, tus ojos, tu corazón. Mirar al otro como Tú le miras: con una mirada rebosante de amor y de ternura. Envíame, Señor, enséñame a caminar en los pies del que acompaño y me acompaña. Ayúdame a multiplicar el pan y curar las heridas, a no dejar de sonreír y de compartir la esperanza. En tu Palabra encuentro la Luz que me ilumina. En la Eucaristía el pan partido y compartido fortalece mi entrega y me da vida. Y en mi debilidad, Señor, encuentro tu fortaleza cada día. Pues, Amén, que así sea.

2.- FIESTA DEL AMOR DE DIOS QUE SE ENTREGA POR TODOS

Por José María Martín OSA

1.- La Iglesia vive de la Eucaristía. El libro del Deuteronomio exhorta al pueblo para que cumpla los mandamientos de Dios. Trae a la memoria de todo el pueblo la experiencia fundamental de los 40 años por el desierto, camino de la tierra prometida. Recuerda que fue Dios quien liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Si Israel se olvida de la ayuda recibida en el desierto, caerá de nuevo en las viejas esclavitudes. La lección del desierto es ésta: que Israel vive de la palabra de Dios. En la abundancia y en la escasez, lo que hace sobrevivir al pueblo es siempre la obediencia al Señor. La única posibilidad de supervivencia sigue siendo para Israel la confianza en Dios y en el acatamiento de su voluntad. Desde la nueva situación de prosperidad y de abundancia relativa, el desierto es para Israel una realidad terrible, felizmente lejana; sin embargo, la nueva situación es mucho más peligrosa en cuanto favorece el sentimiento de autosuficiencia y lleva al olvido del Señor, que sacó al pueblo de la esclavitud y le dio de comer y beber en el desierto. El mismo peligro tenemos nosotros cuando abandonamos la participación en la Eucaristía. En este día del Corpus Christi se nos recuerda a los cristianos de ahora que, como escribió Juan Pablo II, la Iglesia vive de la Eucaristía –“Ecclesia de Eucharistia”-

2.- La Eucaristía es sacramento de unidad. Se desató una polémica en la primera comunidad cristiana sobre la licitud o no de comer carne que hubiera sido "sacrificada" a los dioses. Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, defiende también en este caso la libertad de los hijos de Dios; pero les advierte que sean considerados respecto a la opinión de los que siguen atados a la opinión antigua y no hieran su sensibilidad. Además les amonesta para que no se pasen de listos y lleguen por ese camino a una participación personal de los cultos paganos. La razón es que para Pablo no hay componenda posible entre la comunión con Cristo y la Cena del Señor y la comunión con los demonios y el culto pagano. Por eso expone el sentido profundo de la Cena del Señor, que nos une a todos en la comunión con Cristo. Por eso, la Eucaristía es sacramento de unidad y vínculo de caridad.

3.- Entrar en comunión con Cristo. Los judíos llamaban "cáliz de la acción de gracias" o "de la bendición" a la copa que, una vez bendecida dando gracias a Dios, se pasaba en la última ronda entre los comensales. Cuantos los cristianos beben de ese cáliz entran en comunión con Cristo y se comprometen juntos en el único y verdadero sacrificio. También "el pan que partimos" se refiere al pan eucarístico (la eucaristía se llamó desde el principio "fracción del pan"), en el que recibimos el cuerpo de Cristo. Cuantos participamos del cuerpo de Cristo nos incorporamos a Cristo y a su misión y formamos juntos un solo cuerpo, esto es, una comunidad de vida, que es la Iglesia. De la misma suerte que el alimento natural se une orgánicamente al hombre, así también el que come la carne y bebe la sangre de Cristo entra en una unión de vida con él. Esta unión es comparada a la que Jesús tiene con el Padre que le ha enviado al mundo. Comulgar es entrar en unión de vida con Cristo para entregarse con él a todos los hombres y alcanzar así vida eterna. Así lo expresa San Agustín: “No podéis vivir bien si él no os ayuda, si él no os lo otorga, si él no os lo concede. Al obrar el bien y al vivir bien, él os llenará. Examinad vuestra conciencia. Vuestra boca se llenará de alabanza y gozo de Dios” (Sermón 132 A)

4.- “Llamados a ser comunidad”. Necesitamos vivir unidos a Cristo para poder participar también de su misión en la tierra. Por eso la iglesia celebra en este día del Corpus “el día de Caridad” El lema de la Campaña de Caridad en la diócesis de Madrid, “Llamados a ser comunidad”, nos invita a la comunidad cristiana a compartir juntos y a no pasar de largo ante el sufrimiento de los otros. En esta campaña se nos propone poner el foco en el valor de la participación y la comunidad como ejes del proyecto de Transformación social. Celebramos el Día de Caridad coincidiendo con el Día del Corpus Christi, la celebración de la Eucaristía. Es nuestra fiesta grande, un momento especial para celebrar el Amor que se entrega, en especial, a los preferidos de Dios, a los que viven en pobreza y son víctimas de la desigualdad, sin derechos, excluidos de todos. Como dice el Papa Francisco “La Comunidad parroquial está llamada a ser Comunidad de comunidades"

3.- LA DOCTRINA DE LA EUCARISTÍA

Por Antonio García-Moreno

1.- LA MÍSTICA DEL DESIERTO.- El camino del desierto quedó como paradigma, como ejemplo que sería recordado muchas veces. Fueron momentos inolvidables en los que Dios estuvo cerca de su pueblo como nunca. El desierto se convertía así en una mística, un vivir en soledad y silencio, en intimidad entrañable con Dios. Por eso, a lo largo de la Historia hubo quienes buscaron, y buscan, el desierto o la montaña como lugar de encuentro con el Señor.

No es cierto que para encontrar a Dios tengamos que huir del mundo. Algunos así lo deben hacer por vocación divina. Pero los demás no. Sin embargo todos podemos y debemos buscar el silencio y la soledad para estar con Dios. De ordinario dedicando un rato cada día, unos días cada año. Y siempre entrando en lo interior de nuestro corazón, donde Dios nos espera y nos ama. Aunque fuera haya polución y ruidos, dentro de nosotros puede haber aire limpio y silencio apacible.

2.- MISTERIO DEL AMOR.- Este capítulo es uno de los más extensos, y también más densos en los relatos joánicos, de por sí pletóricos de rico sentido teológico. Este versículo que hemos señalado es el gozne que une con la primera parte de los discursos pronunciados, según refiere San Juan, por el Señor en la sinagoga de Cafarnaún. Primero ha insistido en la necesidad de la fe para alcanzar la vida eterna.

Luego el Maestro expone la doctrina de la Eucaristía, insistiendo en la necesidad de comer su carne y de beber su sangre para alcanzar esa vida eterna. Sus palabras provocan una reacción de escándalo y rechazo. Tanto que incluso los discípulos le abandonan. Ante esa actitud Jesús no suaviza sus afirmaciones, ni aminora sus exigencias. A los apóstoles les pregunta si también ellos se quieren marchar. Pedro, en nombre de todos, hace un acto de fe y de confianza en Jesús... Sólo así, con una fe rendida y firme, podremos aceptar el Misterio de Amor que supone que el Señor se haga pan para que le podamos comer.

4.- A LA CALLE Y A LAS PERSONAS

Por Javier Leoz

Solemnidad del Corpus y, con esta fiesta, cerramos en broche de oro (detrás de la Pascua) tantos Misterios de nuestra fe: ¡DIOS ESTÁ AQUÍ! ¡EN LA EUCARISTÍA! Hoy, al contemplar la Eucaristía, nuestros ojos se van en dos direcciones: hacia la calle (necesitada de la presencia del Señor, aunque algunos la rechacen) y hacia las personas (custodias de carne y hueso en donde nos hemos de afanar mediante el obrador de la caridad). Calle y personas son un binomio excepcional e imprescindible para entender el Corpus: sin caridad y sin testimonio público…la fe se queda corta y coja.

1. Hoy, al celebrar esta Solemnidad, nos viene el recuerdo de Jueves Santo. Entonces, Jesús, lo hizo en intimidad y –hoy nosotros- lo proclamamos a los cuatro vientos. La Eucaristía es vida que nutre nuestras venas. Sin ella, la Iglesia, los cristianos y los seguidores de Jesús perdemos el norte y la fuerza necesaria para saber si estamos en sintonía con el Evangelio. Es un Sacramento admirable y de gran belleza, de profundidad y de pasión, de muerte y de resurrección: ¡NO LO PODEMOS ENCERRAR ENTRE LAS CUATRO PAREDES DE UN TEMPLO!

Llevar adelante nuestra vida cristiana, sin detenernos en el Pan de la Eucaristía, es un imposible. Con el Sacramento del altar recobramos impulso, fuerza y valor. Sin ella, sin la Eucaristía, nos convertimos en guiso sin sal, en pan sin levadura, en cristianos venidos a menos. Con ella, la Eucaristía, la caridad nos urge a la entrega y al compromiso. Cáritas, en este día, así nos lo recuerda: la mirada hacia el altar, hacia la custodia, reaviva nuestros ojos hacia los más necesitados. Es lógica y consecuencia del encuentro con el Jesús Eucaristía.

2. Hoy, además, por cada uno de los poros de nuestra piel se ha de notar ese afecto singular al Sacramento eucarístico. Los primeros cristianos decían aquello de: “sin el domingo no podemos vivir”. El Corpus, además de acentuar esa visión, nos incita a muchas reflexiones:

-¿Llevamos la identidad cristiana a las plazas y calles del día a día?

-¿Hablamos del domingo, en nuestros círculos, como un referente cristiano?

-¿Practicamos la misa dominical como necesidad o como cumplimiento?

-¿Procuramos reservar unos momentos para la adoración, para la visita al santísimo, la misa diaria o, tal vez, nos hemos acostumbrado al ritmo dominical?

-¿Seguimos a Cristo en la custodia de nuestro cristianismo o, tal vez, la dejamos escondida en el armario de nuestra privacidad, pereza, timidez apostólica o cobardía?

3. CORPUS: La caridad es causa de felicidad personal y comunitaria. El dar supone enriquecerse a sí mismo. Con la caridad todos somos beneficiados.

CORPUS: Es centralizar el Misterio de la Eucaristía en aquel acto de supremo servicio donde Jesús da pruebas del señorío del amor de Dios en su corazón.

CORPUS: Es manifestar públicamente la convicción de todo cristiano católico que siente y vive en la Eucaristía el AMOR que Dios nos tiene. Que sabe que siempre hay un Misterio escondido detrás de las especies del pan y del vino.

CORPUS: Es el AMOR de DIOS que toma cuerpo. Que se hace cuerpo; visible, alimento, vino y pan. Y, si el amor de DIOS se hace cuerpo, nuestras calles se abren de par en par para que, por unos momentos, se conviertan en mesa interminable donde los seguidores de Jesús celebren, proclamen, vivan y coman su pan multiplicado.

Ahora, en estos tiempos sobre todo, donde hay tanto contraste de culturas y hasta de religiones…es bueno manifestar públicamente lo que sentimos y lo que creemos: ¡DIOS ESTA AQUÍ!

No sé porque me da que el Corpus, hoy más que nunca, puede ser un desafío ante ese afán de replegar y de esconder todo lo que suene a religioso. Frente a ese intento, desenfrenado y hasta provocador, de silenciar y apartar a Dios de la vida pública. La custodia, con Cristo dentro, puede ser perfectamente la gran pancarta de un Dios que sigue hablando y manifestándose a través de nosotros. Pero, ¡eso sí!, primero lo creamos nosotros y luego…lo manifestemos con todas las consecuencias.

3.- ¡VAS POR DELANTE, SEÑOR!

Porque, conociendo la  humanidad del hombre,

sabes que necesita de tu  mano y de tus huellas

para no perder el norte de  su existencia.

Que, sin Ti, está abocada a  la desilusión y al desencanto

a la tibieza, al pesimismo o  al enfrentamiento.

Sales, en este día del  Corpus Christi,

y empujado con la fuerza o  el secreto del amor.

¡Inyecta, Señor, un poco de  tu sangre en nuestro mundo!

Porque, nuestros cuerpos, se  encuentran débiles

Porque, la sangre que corre  por nuestras venas,

además de roja y viva  queremos que sea divina

¡Danos un poco de tu Cuerpo,  oh Cristo!

Porque, en las mesas de  nuestra vida,

sobra el pan que se cuece en  un simple horno

y nos falta ese otro Pan que  se dora en el amor divino



¡VAS  POR DELANTE, SEÑOR!

Sales en la custodia y  rodeado de mis vasallos

Somos nosotros, Señor, tus  amigos

los que, un día sí y otro  también,

queremos llevarte como el  mejor tesoro al mundo

Los que, envueltos en  contradicciones,

somos miembros de tu Cuerpo

y anunciadores de tus buenos  y santos misterios.



¡VAS  POR DELANTE, SEÑOR!

Mira al enfermo que, desde  la azotea de su sufrimiento,

te grita: ¡ten compasión de  mí!

Detén tu mirada sobre el  que, muerto aun estando vivo,

te pide un poco de esperanza  en su caminar

No dejes de bendecir a los  que, abriendo su corazón,

te dicen que, entre todo lo  conocido,

Tú eres lo mejor y digno de  ser adorado



¡VAS  POR DELANTE, SEÑOR!

Gracias, Jesús, por  compartir nuestras prisas

y ofrecernos un poco de  calma

Gracias, Jesús, por no ser  indiferente a nuestra vida

y colmarnos con tu gracia

Gracias, Jesús, por  contemplar nuestra situación

y regalarnos tantas caricias  con serenas respuestas

Gracias, oh Cristo, porque  tu Cuerpo y tu Sangre

nos redime, nos hace  fuertes, decididos, valientes,

entusiastas, comprometidos….

y nos hace sentir hoy, más  que nunca,

que merece la pena caminar y  vivir contigo.

Amén.

5.- PARTIENDO DE ALGO MUY ÍNTIMO…

Por Ángel Gómez Escorial

 1.- Conmemoramos hoy la permanencia real de Cristo en la tierra, bajo las especies de pan y vino, en la Eucaristía. Es algo tan grande que sólo es posible explicarlo, partiendo de algo muy íntimo. Y así, en mi experiencia personal arroja un balance de enorme importancia la recepción diaria del Santísimo Sacramento. No se trata de presumir de piedad. Responde a una necesidad que tiene mucho de espiritual, pero que también incide en lo físico.

2.- La presencia innegable de Jesús en las formas de pan y vino comunica una corriente espiritual fehaciente. No es solamente un rito sacralizado por la fe. Es una realidad que transforma, aquieta, perdona y enriquece. Siempre hay un antes y un después en la recepción de la Santa Eucaristía. Muchos días se llega a la misa cotidiana con problemas, aprensiones, tristezas, distracciones o dudas. Gran parte de todos esos problemas van a aclararse. Nuestro cuerpo, alma y pensamiento han cambiado después de recibir a Jesús. No es un espejismo, no es una falsa emoción. Hay momentos en que el fruto del Santo Sacramento es recibir --por ejemplo-- un mayor tino para todas las cosas y, sobre todo, en las de índole espiritual.

3.- No es posible dejar de proclamar tal efecto real de un don espiritual. El mayor bien "terreno" que podemos dar a nuestros hermanos es comunicarles lo que sentimos a la hora de recibir el Cuerpo de Cristo. Y la mejor ayuda es --si ellos no lo sienten-- predibujarles tales dones. Porque el alimento espiritual que supone la recepción del Cuerpo y Sangre de Jesucristo es fundamental para construir nuestra identidad total como cristianos, con todo lo que eso significa y debe significar. Por todo ello debemos celebrar esta Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo con especial dedicación. Pidiendo a Jesús que nos ilumine y que nos "regale" de manera fehaciente su presencia. Y una vez que seamos capaces de aprehender esos dones, hemos de esforzarnos por comunicárselos a nuestros hermanos.

4.- Hay brillantes exhortaciones, en los textos litúrgicos de la Misa de hoy, a la unidad de los cristianos en torno al Cuerpo y Sangre de Cristo. "El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan". Lo dice Pablo en la Carta Primera a los Corintios. Jesús en el evangelio de San Juan lo expresa sin la menor ambigüedad: "Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre".

5.- Esa unidad en torno a la Eucaristía debería ser un proyecto común para todos. La corriente ecuménica de estos tiempos, la búsqueda de la unidad de las Iglesias, tiene cada vez más fuerza en el pensamiento común de los cristianos. Ciertamente, que hay un buen número de Iglesias que abandonaron el uso de la Eucaristía tras la Reforma. Hay otras, como las Iglesias Ortodoxas y la anglicana, que el Misterio Eucarístico está presente en sus liturgias. El camino de la Unidad debería ir desplazando todo aquello que separa y reforzando todo lo que une y, además, es común en las celebraciones. Nos parece que dedicar la fiesta de la Santísima Sangre y Cuerpo de Cristo a la unidad de los cristianos es una lección muy acertada.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

EL DÍA DE CORPUS DE 2017

Por Pedrojosé Ynaraja

Creer en Dios es gran suerte. Los animales no saben nada de Él. Los vegetales y las rocas, nada de nada.

Creer en un Dios que es persona, que se nos comunica, que nos podemos comunicar con Él, es gran riqueza. Muchos hombres carecen de este singular tesoro.

Esta comunicación personal aumenta cuando habita durante un tiempo entre nosotros. Sus enseñanzas son sublimes, su comportamiento ejemplar siempre, su Amor, supremo. Su sacrificio en la cruz lava nuestros pecados.

--¿Quién da más?

--Pues, sí. Dios da más.

Para evitar que de la compañía en la realidad espacio temporal, la gozaran exclusivamente unos pocos, para que permaneciera en la historia realmente siempre, inventó, instituyó se dice con acierto, la permanencia eucarística. Esto ya es inmensa fortuna.

Sabemos que cuando nos incorporamos litúrgicamente a la proclamación de la Palabra, nos encontramos personalmente, con el Señor verdad.

Sabemos que cuando dos o más de nosotros nos reunimos en su nombre, Él se incorpora realmente al encuentro.

--¿Quién da más?

--Pues sí, Dios da más.

Podemos pensar mucho o poco, jugar y divertirnos o aburrirnos, comer mucho o poco. Pero nosotros no somos biología exclusivamente. Somos espíritu. Somos alma.

Necesitamos algo más. Y Dios acude en nuestra ayuda, como siempre, sin defraudarnos. Existe el hambre espiritual, sin que lo detecte el sistema nervioso, ni el vago, ni el simpático. Pero el hombre siente a veces, con más o menos urgencia, una satisfacción espiritual. Y Dios lo sabía. Y acudió a solucionar esta apetencia.

2.- Llegado el anochecer de un día de primavera, situado el Señor en un ámbito propicio a las confidencias, a los dones y a los amores. Repleto de emoción. Tomo pan y dijo: esto soy yo y es para vosotros. Y una copa con vino y dijo: también soy yo, añado: empapo estas realidades tan humildes de mi misma persona, en su totalidad. Soy vuestro. Haced de mí lo que queráis, pero os pido que me tratéis con respeto, que me améis como yo os amo, en estas realidades minúsculas e inocentes de este pan y vino.

3.- Habló así, pronunciado en arameo. Le entendieron ellos, seguramente, muy poco, los reunidos, debido a su escasa erudición. Mejor sería decir que, pese a que hubieran sido enormes talentos, tampoco lo hubieran entendido. Lo aceptaron porque se acepta lo que alguien nos ofrece si nos ama, que nunca nos ha traicionado. Lo aceptaron, pero no lo entendieron, vuelvo a repetir. Tampoco les preocupó mucho. Les había dicho: Hacedlo en memoria mía y lo hicieron, sin que les causara trastorno mental el repetirlo.

Ellos eran gente sencilla y lo comunicaron también sencillamente. Pero les escucharon gente versada, eruditos, sabios, filósofos, y se propusieron analizarlo, escudriñarlo, observar los resultados, traducirlo a un lenguaje propio de sabios que se creían genios ¡y aquí fue Troya!

4.- Vosotros, mis queridos jóvenes lectores, y yo mismo, hemos heredado un lenguaje, una estructura mental y unos argumentos, muy propios de la cultura clásica, del gran Aristóteles y del no menos mayor Platón. Amén de la pléyade de ilustrados filósofos que les rodeaban.

En estas doctrinas, las de los clásicos, no entra, ni cabe, que a la materia le corresponda la antimateria. A la luz, los agujeros negros. Al espacio petrificado en sus medidas, paralítico universal, la física cuántica. Etc. etc.

5.- Cuando el Señor dijo: esto es mi cuerpo, no estaba comunicando que allí estaba encerrado su tejido muscular, el óseo y el nervioso, tal como lo estudiamos. Cuando dijo: esta es mi sangre, no comunicaba que en la copa había torrente sanguíneo. Estos conceptos, encerrados en estas palabras, son propios de la filosofía clásica, insisto.

El cuerpo humano, por ejemplo, y el torrente sanguíneo también, están en continuo cambio físico. Incorporan agua y la expelen, calcio, yodo, carbono, etc. y lo van perdiendo también. Constantemente. Pero, no obstante, persiste la realidad corporal.

6.- Es imposible entenderlo, es un misterio. Aceptar el misterio es una cualidad genuinamente humana. No es someterse a un engaño. Los animales no son capaces de conseguirlo. Puede una cosa ser real, pero no detectable sensorialmente ¿alguien es capaz de ver un electrón o un fotón? Existen, dicen. Son realidades elementales, entre las tantas, unas tienen masa y otras no, con carga o sin ella, nadie puede negarles la existencia.

7.- Os copio de enciclopedia, algunas nociones de estas realidades. “El fotón tiene una masa invariable cero… El electrón es una partícula subatómica con una carga eléctrica elemental negativa. Un electrón no tiene componentes o subestructura conocidos; en otras palabras, generalmente se define como una partícula elemental que participa en las interacciones fundamentales, tales como la gravedad, el electromagnetismo y la fuerza nuclear débil…” ¡anda ya, es más difícil de entender que la presencia eucarística! Y nadie se atreve a negarla. Como aquel que, aquella noche, decía que no era verdad que el hombre hubiera llegado a la luna, porque él había salido a mirarla y no había visto a nadie allí.

--Ya lo veis, la realidad no es tan sencilla. En ella siempre hay misterio, añado. Hay que aceptarlo, si queremos considerarnos seres humanos de hoy, para el futuro.

--En la Eucaristía existe Cristo, que, evidentemente, no detectará ni un TAC, ni una resonancia magnética. Hay existencias no detectables.

(No me atrevo a hablaros de mi péndulo, que se pone frenéticamente a girar en sentido contrario al de las agujas del reloj, en presencia de realidades espirituales, sean cuales sean. No me atrevo a hablaros, porque no creo en la radiestesia, pero resulta que es verdad, que compruebo, una y otra vez, el fenómeno, aunque no lo entienda. Vosotros, seguramente, tampoco)

Pero, no lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores, hay existencias que solo sabemos que prevalecen, por los efectos que producen en nuestro interior. Existe Cristo en la Eucaristía, e impacta su Amor en nosotros, sembrándonos de prodigios que podemos hacerlos germinar y crecer.

8.- La Eucaristía no puede concebirse sin la aceptación de la Trinidad. Me impresiona mucho cuando en la misa debo decir: Padre, te presento a tu Hijo, movido yo por tu Espíritu Santo. ¡Anda ya! ¿Pretendo ser un metomentodo, cuando pronuncio esto, mirando al Cielo? A Ti honor y gloria ¿Y qué menos decirle? En tales momentos, si recapacito, me da miedo, o respeto reverencial, dicho en lenguaje eclesiástico. ¿Debo continuar la misa?

9.- Pienso entonces en Santa María saliendo de Belén, camino de Jerusalén, llevando al Niño. A su Niño, para ofrecérselo al Padre, a su Padre. El Padre del Bebé y el padre de la Muchacha Madre y Virgen, en el impresionante vacío del Templo, movida por el Espíritu Santo, que la había protegido el día que se le propuso aquel cósmico proyecto. Le pido ayuda y me siento entonces capaz de continuar.

10.- Os he hablado, mis queridos jóvenes lectores, del misterio. No os he advertido que se realizaba en la celebración de la misa, pero ya lo habréis notado. Es celebración, pero también permanencia.

Ahora, inmediatamente después de ordenar al PC donde he estado escribiéndoos, cuando se apague. Voy a pasar a mi iglesita, distante pocos metros. Celebrare la misa. Sí, la celebraré físicamente solo, pero realmente acompañado de una multitud de Cielo y Tierra.

Después, antes de irme, reconociendo que en el Sagrario está Cristo, rezaré por vosotros y por muchos. A continuación, como expresión de adoración, haré genuflexión y, como gesto de amor, le daré un beso.

Nuestro ser y obrar está lleno de simbolismos. O lo debería estar. Es el símbolo, también una realidad que los animales desconocen. Y a mí me gusta mucho ejercer de humano.

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