“El latido del acto místico”:
E.Biser,
habla del cambio que se produce entre ver y ser visto, llamar y ser
llamado A eso le llama “el latido del acto místico”. El ser mirados como
centro de toda una experiencia, latido vital místico y vital que
transforma.
• Mirada de niño:
Esa gratuidad mística cobra gran importancia en el hombre desde el
mismo momento de su nacimiento: la importancia del mirar y sentirse
mirado, de captar sonrisas engendradoras de sonrisa y bienestar que
integran el ser de los demás en el propio ser. Mirar y ser mirado. Ser
sonreído y sonreír… Los niños reciben alimento místico a través de la
mirada.
“Las primeras miradas” (Mario Benedetti)
Cómo encontrar un sitio
con los primeros ojos,
un sitio donde asir la larga soledad con los primeros ojos, sin gastar
las primeras miradas,
y si quedan maltrechas de significados, de cáscara de ideales,
de purezas inmundas,
cómo encontrar un río
con los primeros pasos,
un río -para lavarlos- que las lleve.
• Mirada de anciano:
La mirada del anciano es una conquista, o una derrota. Podríamos decir
que uno va moldeando en su vida el rostro y la mirada que llega a
merecer en su vejez. Hay rostros luminosos, porque se fueron llenando de
luz a lo largo del tiempo. Los hay agrios como el mismo vinagre y
salpican acidez con su mirada. Otros son rostros dulces y transparentes,
en contraste con los acartonados por la desconfianza y la amargura
forjada a golpe del tiempo. Existen rostros tan ancianos que parecen
niños y provocan sonrisa como los niños. Y los hay también que suscitan
compasión y comprensión del derrotado por la vida. En cualquier caso,
todo rostro de anciano merece la mirada cariñosa y sonriente que se
regala gustosamente al niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario