10 agosto 2017

Domingo 13 agosto: Comentario al Evangelio del domingo 13 de agosto


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Mateo 14, 22-33
DESPUÉS de que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la
noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
 
Palabra del Señor


Este relato tiene su clave de interpretación en el gesto final de aquellos hombres asustados por el viento, que les era contrario; y por la visión de Jesús caminando en la noche sobre el mar, en el que creyeron ver un fantasmaA ello se unió, para colmo, el incidente de Pedro, tan sobrado de audacia como falto de fe, que se vio perdido al hundirse en el mar. En tal estado de confusión, desde el momento en que Jesús se unió a ellos en la misma barca, inmediatamente vino la calma. Y fue en la calma recuperada donde descubrieron al Hijo de Dios.


El gesto de aquellos hombres fue "postrarse" ante Jesús.

Lo esencial -y también lo novedoso y lo que impresiona- en este relato, es que, en Jesús, la Divinidad se hace presente en la humanidadEn la condición y la conducta de un hombre que no ha soportado ver al pueblo desfallecer de hambre, que no ha querido poder ni populismo, que ha necesitado irse solo a rezar al monte, que ha venido en busca de aquellos pobres pescadores asustados y desorientados. Así es el Dios que se muestra en esta nueva teofanía del lago, haciendo de la noche atormentada un amanecer de sosiego de paz y alegría.



Queda, por tanto, patente una vez más, que el Dios de Jesús no se nos revela en el poder dominantesino en la humanidad que busca a los atormentados, a los inseguros, a quienes se debaten en la noche oscura, a los que ven fantasmas y gritan de miedo, a los que se hunden como se hundía Pedro... Todo este relato es un símbolo. El gran símbolo de la bondad apasionada, que vuela sobre las aguas y las tinieblas, en busca del que sufre y se hunde. En esto descubrimos y encontramos la genialidad del Dios de Jesús.

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