19 agosto 2017

Domingo 20 agosto: Cuando la fe vence todo obstáculo


Resultado de imagen de mujer que grande es tu fe

Por Javier Leoz

Con la oración, Dios, hace que se haga más grande nuestro deseo de anhelar y buscar lo que pretendemos. Metidos de lleno en este tiempo veraniego, puede que el evangelio de este día – la madre que pide insistentemente a Jesús- no nos sugiera nada o muy poco. Pero, la oración (insistente y persistente) es como la brisa a orilla del mar: sin darnos cuenta, sin percatarnos el sol hace de las suyas y broncea nuestro rostro.

1. Cada domingo, la Palabra de Dios va operando en lo más hondo de nuestras entrañas. Puede que, en más de una ocasión, nuestra presencia obedezca más a una obligación que a una necesidad, a un mandamiento más que a un encuentro añorado y apetecido semanalmente. El interior de cada uno, como la tierra misma, se va haciendo más fructífera y más rica, cuando se trabaja.


¡Ya quisiéramos la fe de la mujer cananea! Sabía que, Jesús, podía colmar con creces sus expectativas. Era consciente que, detrás de una oración confiada y continuada, se encontraba la clave de la solución a sus problemas. La grandeza de esta mujer no fue su oportuno encuentro con Jesús. La suerte de esta mujer es que su fe era nítida, inquebrantable, confiada, transparente, lúcida y sencilla. No se dejó vencer ni por el cansancio ni, mucho menos, por el recelo o recelo de los discípulos.

2. A muchos de nosotros, en la coyuntura que nos toca vivir, puede que estemos tan acostumbrados a la acción/respuesta que no demos espacio a que las cosas reposen y se encaucen. Dicho de otra manera; no podemos pretender que nuestra oración alcance la respuesta deseada en el mismo instante en que la realizamos.

--La fe cuando es sólida y verdadera se convierte en una poderosa arma capaz de vencer todo obstáculo.

--La fe cuando es confiada, sabe esperar contra toda esperanza

--La fe cuando es insistente, se convierte en un método que nos hace pacientes y no desesperar.

Todos, incluidos los que venimos domingo tras domingo a la eucaristía, necesitamos un poco del corazón de la cananea. Un corazón sea capaz de contemplar la presencia de Jesús. De intuir que, en la Palabra que se escucha y en el pan que se come, podemos alcanzar la salud espiritual y material para nuestro existir.

En cierta ocasión un espeleólogo descendió a unas cavernas con sus alumnos. Uno de éstos, admirado por las diversas formas de las rocas, preguntó: ¿Cómo es posible esta belleza? Y, el espeleólogo, dirigiéndose a él le contestó: sólo el paso de los años y la suave persistencia del agua han hecho posible este milagro.

Constancia, hábito, petición, acción de gracias, súplica, confianza es el agua con la que vamos golpeando, no a Dios, sino a nuestro mismo interior para moldearlo y darle la forma que Dios, cuando quiera y como quiera, dará.

3.- ¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?

Un deseo para mi vida:

creer sin desfallecer

Un deseo para mi gente:

que te quieran como yo te  quiero

Un deseo para mis enemigos:

que podamos darnos la mano



¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?

Un deseo para mi cuerpo,

que sea fuerte y con mi voz

y mi garganta, con mi  corazón y mis manos

con mis pies y todo mi ser…

te pueda seguir dando  gloria.



¿ME  LO CONCEDES, SEÑOR?

Un deseo para mi alma,

que el maligno no habite en  ella

Un deseo para mis días,

que no busque lo que no me  corresponda

Un deseo para mi Iglesia,

que nunca se canse de mirar  hacia Ti

Un deseo para mis ojos,

que sepan descubrirte en  todo y sobre todo



¿ME  LO CONCEDES, SEÑOR?

Un deseo para mi pobre  oración,

que sea sincera y no  interesada

Un deseo para mi caridad,

que sea grande y no una  farsa

Un deseo para mi esperanza,

que espere y nunca te deje  de lado

¿ME  LO CONCEDES, SEÑOR?

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