17 agosto 2017

"MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE" 20 de agosto de 2017 (XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO)


adultos

  • Primera lectura ● Is 56, 1.67 ● “A los extranjeros los traeré a mi monte santo”.
  • Salmo ● Sal 66 ● “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”.
  • Segunda lectura ● Rm 11, 1315.2932 ● “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel”.
  • Evangelio ● Mt 15, 2128 ● “Mujer, qué grande es tu fe”.

Jesús salió de allí y se fue a las regiones de Tiro y Sidón. Y una mujer cananea salió de aquellos contornos y se puso a gritar: «¡Ten compasión de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio». Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros». Él respondió: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Pero ella se acercó, se puso de rodillas ante él y le suplicó: «¡Señor, ayúdame!». Él respondió: «No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros». Ella dijo: «Cierto, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le dijo: «¡Oh mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda como quieres». Y desde aquel momento su hija quedó curada.
Mateo 15, 21-28
Un fenómeno creciente entre los habitantes de poblaciones que reciben gran afluencia de turistas es lo que se ha dado en llamar “turistofobia”. Las aglomeraciones, mal comportamiento, borracheras y abusos por parte de algunos turistas provocan que resulte difícil e incluso desagradable desarrollar la vida cotidiana por parte de los vecinos de esas poblaciones. Esto hace que surja un fuerte rechazo hacia “todos” los turistas, como si “todos” fueran los causantes de esos problemas. Y esta “turistofobia”, llevada al extremo, puede convertirse en caldo de cultivo para la aparición de la xenofobia, es decir, el rechazo y la aversión exagerada a los extranjeros.

Teniendo presente que es cierto que en determinadas zonas turísticas se sufren muchos problemas y abusos que deben ser rechazados y denunciados, para evitar caer en los extremos de la “turistofobia” o la xenofobia es necesario aprender a distinguir entre los actos censurables y las personas que los cometen, puesto que esos actos pueden ser cometidos, y de hecho lo son, por cualquier persona, sea extranjera o nativa. Y si la necesidad de hacer esta distinción es válida para todo ser humano, para quienes nos llamamos cristianos debe ser un imperativo a seguir.
Así nos lo ha mostrado la Palabra de Dios en este domingo, en donde vemos cómo para Dios, y por tanto para nosotros, la distinción entre “extranjero” y “nativo” es algo secundario, como hemos escuchado en la 1ª lectura: A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores… Nadie es rechazado por su raza, cultura o nacionalidad; lo importante es amar y servir al Señor, y guardar sus mandamientos.
Más aún, esos que consideramos “extranjeros” pueden darnos, en un momento dado, una verdadera lección de fe, como la mujer cananea en el Evangelio, que en principio podría parecer que sufre un rechazo “xenófobo” por parte de Jesús (Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel), incluso insultante (No está bien echar a los perros el pan de los hijos), pero que en realidad lo que Jesús está haciendo es provocar en ella la respuesta de fe para que sirva de modelo a sus discípulos: Mujer, qué grande es tu fe.
De ahí que san Pablo, el “apóstol de los gentiles”, en la 2ª lectura, exprese este deseo: A vosotros, gentiles os digo… habéis obtenido misericordia. Así también ellos… con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pablo quisiera que el modo en que los gentiles (los paganos, los “extranjeros”) han acogido la fe en Cristo sea un estímulo para los judíos. Éstos, que se consideraban los destinatarios “oficiales” y únicos de las promesas de Dios, han rechazado a Cristo, y por eso Pablo desea que “los de su raza”, como él mismo dice, por el testimonio de fe de los gentiles se reintegren al nuevo Pueblo de Dios, abierto a judíos y gentiles, porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
¿Padezco “turistofobia”, o sé distinguir entre actos censurables y las personas que los cometen? ¿Detecto algún síntoma de xenofobia, tiendo a desconfiar de quienes considero extranjeros? ¿En mi comunidad parroquial, Equipo de Vida, Asociación… hay alguna persona extranjera? ¿Hay una relación normal, o cuesta la integración? ¿Qué semejanzas y diferencias observo en el modo de vivir la misma fe? ¿Hay alguna característica suya que me gustaría incorporar a mi espiritualidad?
Lamentablemente se dan muchos brotes no sólo de “turistofobia”, sino de xenofobia, unas veces de manera más directa y otras con pequeñas actitudes, gestos… Para nosotros, como indicó san Pablo en la misma carta a los Romanos, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan… (Rm 10, 12). Que nuestras comunidades parroquiales, Equipos de Vida, Asociaciones y Movimientos reflejen esta verdad de fe y así seamos testimonio vivo de que sabemos distinguir entre personas y actos, y que las diferencias de raza, condición, cultura y nacionalidad no son un obstáculo, sino un enriquecimiento mutuo, para vivir la misma fe en Cristo Resucitado y, por Él, seamos constructores de una sociedad sin rechazos ni exclusiones.

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