13 septiembre 2017

Domingo 17 septiembre: Preparando el domingo para jóvenes y adultos


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 "NO TE DIGO QUE PERDONES HASTA SIETE VECES, SINO HASTA SETENTA VECES SIETE"

17 de septiembre de 2017 (XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO)

Pedro se acercó y le dijo: «Señor, ¿cuántas ve-ces tengo que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le dijo: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». «El reino de Dios es semejante a un rey que quiso arreglar sus cuentas con sus empleados. Al comenzar a tomarlas, le fue presentado uno que le debía millones. No teniendo con qué pagar, el señor mandó que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que le fuera pagada la deuda. El empleado se echó a sus pies y le suplicó: Dame un plazo y te lo pagaré todo. El señor se compadeció de él, lo soltó y le perdonó la deuda. El empleado, al salir, se encontró con uno de sus compañeros que le debía un poco de dinero; lo agarró por el cuello y le dijo: ¡Paga lo que debes! El compañero se echó a sus pies y le suplicó: ¡Dame un plazo y te pagaré! Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo que había pasado. Entonces su señor lo llamó y le dijo: Malvado, te he perdonado toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, como yo me compadecí de ti? Y el señor, irritado, lo entregó a los torturadores, hasta que pagase toda la deuda. Así hará mi Padre celestial con vosotros si cada uno de vosotros no perdona de corazón a su hermano».
Mateo 18, 21-35

PERDONAR AUNQUE CUESTE OLVIDAR


Algunas personas creyentes suelen tener problemas de conciencia porque, ante determinadas ofensas recibidas, dicen: “Yo perdono, pero me cuesta mucho olvidar”. Suelo responderles que no deben angustiarse por ello, porque lo más importante es sentir el deseo de querer perdonar, aunque por circunstancias les resulte difícil olvidar la ofensa recibida.

El tema del perdón siempre es delicado. La pregunta que en el Evangelio Pedro hace a Jesús: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? es muy humana y muy lógica, porque todos experimentamos que tenemos un límite de aguante para las ofensas.
Unas veces decimos que tenemos un límite de aguante porque el propio orgullo nos hace creer que somos “merecedores” de ser considerados “la parte ofendida”, como un “privilegio” que nos sitúa por encima del ofensor y así tenemos derecho a exigirle una reparación conveniente; y además, nos da la ocasión para estar recordando y reprochando permanentemente al ofensor lo que nos hizo.
Pero otras veces experimentamos ese límite para nuestro aguante porque la ofensa recibida ha sido muy grave, y nos ha dejado heridas profundas e irreparables. Nos cuesta olvidar, y vemos esa falta de olvido como un impedimento para perdonar. Por eso la respuesta de Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, suele generarnos sentimientos encontrados y mala conciencia.
Pero Dios no nos pide imposibles. La Palabra de Dios nos está pidiendo que “perdonemos” aunque nos cueste olvidar, y por eso indicaba la 1ª lectura: Perdona la ofensa a tu prójimo… Y para poder perdonar aunque nos cueste olvidar, el autor sagrado hace un llamamiento a renunciar al rencor y a la venganza: El furor y la cólera son odiosos… Del vengativo se vengará el Señor… ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?
Y Jesús, con la parábola del siervo sin entrañas, nos enseña que El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. El señor de la parábola no ha olvidado que el siervo le debe diez mil talentos; pero aunque le cueste olvidar esa enorme deuda, tiene compasión de él.
Para dar los pasos necesarios para perdonar aunque nos cueste olvidar, la Palabra de Dios nos invita a recordar que nosotros también somos “ofensores” y, por tanto, estamos necesitados de perdón, tanto por parte de otros como sobre todo de Dios: Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas, decía el Eclesiástico; ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? hemos escuchado en el Evangelio.
Por eso Jesús ha dicho que debemos perdonar hasta setenta veces siete, porque así es como actúa Dios con nosotros. Y como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (2840): este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre.
Por eso, aunque nos cueste olvidar, el Señor nos ha recomendado perdonar de corazón al hermano, porque el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión (2843). Aunque nos cueste olvidar, hemos de ir purificando la memoria, transformando el rencor y los deseos de venganza en intercesión por quienes nos han ofendido.

¿En alguna ocasión he dicho “perdono pero me cuesta olvidar”? ¿Guardo rencor y deseos de venganza hacia alguien? ¿Entiendo la necesidad de perdonar aunque me cueste? ¿Soy consciente de haber ofendido a alguien y de estar necesitado de perdón? ¿Me he sentido perdonado por Dios? ¿Pido ayuda al Espíritu Santo para interceder por quienes me han ofendido?
El Señor siempre nos perdona y por eso nos invita a perdonar de corazón. Y es cierto que esta exigencia es imposible para el hombre, pero todo es posible para Dios. Sólo el Espíritu Santo puede hacer nuestros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, para sentirnos perdonados por Dios y, por Él, ofrecer el perdón a los que nos han ofendido, aunque nos cueste olvidar, porque así reflejaremos el amor infinito y misericordioso de Dios, ya que el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado (2844).

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