¿Es Dios un aguafiestas? Así rezaba, no hace mucho tiempo, un artículo sobre si merece la pena creer en Dios o si, por el contrario, impide disfrutar al hombre –de la vida- como él quisiera. Lo cierto es que, cuando nos empeñamos en prescindir de Dios, el gran banquete de la vida, se nos puede indigestar. Entre otras razones porque no sabemos qué alimentos verdaderos podemos comer, a qué mesas acudir o en qué puertas llamar.
1.- El Señor nos sigue llamando. Y no precisamente tres veces como el evangelio de este día nos narra. ¡Cien! ¡Mil! ¡Cien mil veces! Las veces que sean necesarias, como un padre que disfruta viéndose rodeado por sus hijos. Dios nos convoca. Lo hace con nombre y apellidos.
Cada silla en la eternidad, por si lo hemos olvidado, está reservada para cada uno de nosotros en particular. Ninguno somos imprescindibles pero, para Dios, todos somos necesarios. Cada lugar, y al hilo del evangelio del anterior domingo, está reservado para cada uno de nosotros. Nadie, en nombre nuestro, lo ha de ocupar.
Participar cada domingo en la eucaristía es comprender que, el Señor, nos da siempre todo lo que más necesitamos. Tal vez, aparentemente, no veamos los frutos de este agasajo. O, incluso, algunas de sus palabras nos puedan resultar un tanto “aguafiestas” para la gran vidorra que llevamos o pretendemos soñar. Pero, como San Pablo, conocedores de lo que somos y de aquello a lo que aspiramos ojala que seamos capaces de afirmar: Cristo lo es todo. Por ello mismo venimos puntuales a estos encuentros. Nos engalanamos de fiesta por fuera y preparamos el alma por dentro. Ante el Señor que nos invita sólo cabe una respuesta: ¡Cuenta conmigo, Señor!
2.- Un gran enemigo que en muchas ocasiones nos impide ser agradecidos con la invitación del Señor es el “factor tiempo” o el “factor ocupación”. Todos tenemos espacio para todo, menos para lo esencial. Y en algunos momentos, tan absorbidos por lo externo, podemos correr el riesgo de acudir a la cita con Dios con un traje inapropiado:
-Cuando llevamos una vida excesivamente cómoda y sin más referencia a Dios que nuestro estar bautizados
-Cuando descuidamos la caridad y pronunciamos aquello de “sálvese quien pueda”
-Cuando nos encerramos en nuestros propios intereses y olvidamos las heridas de los demás
-Cuando utilizamos y tallamos un Dios a nuestra medida y descafeinamos o desvirtuamos el Evangelio
3.- ¿A qué te invita el Señor? ¿Tal vez a ser sacerdote o catequista? ¿Consagrado o formar un ejemplar matrimonio cristiano? ¿A comprometerte más y mejor con la Iglesia, con tu parroquia, con tus sacerdotes…con las necesidades del lugar dónde vives? (…..) ¿Y vas a decir que no? ¿Otra vez que no?
4.- SI ME INVITAS, YO QUIERO IR… SEÑOR
Porque necesito disfrutar y sentir,
aun en medio de tantas dificultades y penas
un momento de dicha y de fiesta
de alegría y de amistad
de plenitud, paz y reconciliación conmigo mismo
SI ME INVITAS, YO QUIERO IR… SEÑOR
Pero bañado con el traje del amor
inundado con la fuerza de tu presencia
calzado con el espíritu de las bienaventuranzas
SI ME INVITAS, YO QUIERO IR… SEÑOR
¿Me dejarás compartir tu mesa, Señor?
Es tanto lo que me falta para ser un perfecto invitado
Digo amor, y mis obras se quedan en un vacío pregón
Pretendo la justicia, y me busco a mí mismo
Añoro un mundo nuevo, y lo pienso sin Ti
Trabajo por sobrevivir, y no siempre lo hago mirando al cielo
¿Aún sigues empeñado en invitarme, Señor?
SI ME INVITAS, YO QUIERO IR… SEÑOR
Haz que, tu convite, llegué al lugar donde yo pueda responder
A mi corazón, para que sólo sea para Ti
A mi alma, para que sienta que vives en mí
A mi caminar, para que no me sienta sólo ni desamparado
A mi trabajo, para que mis ocupaciones no me alejen de TI
SI ME INVITAS, YO QUIERO IR… SEÑOR
Haz que, mis palabras, suenen a fiesta de fe
Haz que, mis pasos, no se alejen de tus caminos
Haz que, mi semblante, sea agradecido por la fiesta convocada
SI ME INVITAS YO QUIERO IR… SEÑOR
Contigo, aquí en la tierra, y un día…ojala en el cielo
Contigo, aquí en el dolor, y un día…en el gozo eterno
Contigo, aquí en las dudas, y un día…en la gran verdad que me espera
Contigo, aquí en las sombras, y un día…ante el rostro del Padre.
Amén.
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