19 noviembre 2017

El Señor nos pide cuenta de los talentos recibidos

Hemos llegado al fin del año litúrgico y lo cerraremos con el broche de oro el próximo domingo con la fiesta de Cristo Rey. Durante casi este último domingo el Señor nos pide cuentas y nos dice qué hemos hecho con los talentos que nos ha dado, si hemos sido buenos administradores o no. Y nos lo pone a través del Evangelio de Mateo, capítulo 25, versículo 14 al 30. Escuchemos con atención esta parábola de los talentos:
Es como un hombre que, al irse d e viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El q ue recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió: “Eres un sie rvo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el l lanto y el rechinar de dientes” .
Mt 25, 14 – 30
Querido amigo, el Señor nos regala tanto… nos regala tantos talentos que hoy quiere que rindamos cuentas de lo que nos da. Y lo hace a través de una parábola y un elogio — un elogio a la laboriosidad, un elogio al buen trabajo — : un amo que , antes de partir de viaje para un viaje largo , confía sus bienes a sus servidores. A uno le da cinco talentos, a otro dos y a un tercero le da uno, según la capacidad de cada cual, sabiendo que cada talento es una gran fortuna. Después de mucho tiempo regresa el amo de forma imprevista. Es la hora de rendir cuentas. Los dos primeros han duplicado los talentos confiados y este señor les felicita y les premia: “Muy bien, eres un empleado fiel y cumplidor, pasa al banquete de tu señor”. Pero el tercero, en lugar de ofrecerle el fruto del esfuerzo y del trabajo, le ofrece un discurso insolente: “Sabía que eras muy exigente, que siegas donde no siembras, que recoges donde no esparces , y he tenido miedo y fui a esconder tu talento. Aquí tienes lo tuyo”. El amo le contestó: “Eres un emplea do negligente y holgazán . ¡Quitadle el talento y echadle fuera a las tinieblas!”.
Querido amigo, la interpretación de esta parábola para ti y para mí es muy interesante y muy necesaria. Recibimos tanto del Señor… el Señor nos da tanto… nos entrega una forma de vida, una forma de trabajar, pero todos estamos llamados a potenciar este gran talento. Él es un Dios Padre que está loco de amor por cada uno de sus hijos, que desea que todos nos sintamos bien y quiere que rindamos lo que nos da, que no nos quedemos parados y no negociemos la vida que nos da. Hoy nos pregunta por la actitud que tenemos. Los dos primeros… Él alaba la actitud, porque han hecho una buena recompensa ; sin embargo el tercero se justifica, no ha hecho nada , y no le gusta y le rechaza.
Querido amigo, a ti y a mí también hoy, casi al final del año litúrgico — ¿por qué no al final de cada día? — El Señor nos pide cuentas. Somos servidores del Reino de Dios y Dios, el Amo, nos ama tanto que nos concede todo: talentos de trabajo, de inteligencia, de vida, de vivencia, de personas, de todo. Y quiere que negociemos para que entremos en su festín. Es un futuro que nos da, un reto, una aventura, pero quiere que el final de la aventura sea feliz.
Hoy, casi ya terminando este ciclo, tú y yo nos tenem os que preguntar: ¿qué talentos me da el Señor? ¿Qué talentos tengo? Lo que tengo, como soy, como estoy, mi ambiente, mi historia, mi trabajo, ¿está dando fruto?, ¿beneficia a los demás? , ¿sirve para gloria de Dios o es para gloria mía?, ¿genera en mí comp romisos, agradecimientos? , ¿qué genera? Tú me pides lo que me das y me lo pides a mí y quieres que sea fiel, que negocie, que trabaje, que sea diligente, que potencie lo que Tú me das, que aproveche el tiempo. Una llamada a no perder nada de lo que el Señor me da. Todo es talento y gracia, ¡todo! Todo es talento. Él quiere que estemos con Él siempre. ¡Y cómo nos da todo! El Señor ha puesto tantas cosas, tantos bienes materiales e inmateriales: la palabra, la buena noticia, la alegría… Somos el don de Dios.
Que realmente podamos negociar estos talentos y que realmente seamos fieles a todo lo que nos da. Que podamos oír: “¡Entra en el gozo de tu Señor!”, porque he cumplido tu misión; porque he hecho todo lo que tenía que hacer; porque mi actitud ha sido el es fuerzo, el riesgo; porque no me ha preocupado el volumen de lo que Tú me pides del trabajo, sino potenciarlo con mis capacidades, con mi tiempo, con mis actitudes. “¡Entra en el gozo de tu Señor!”. ¿Merezco recompensa? ¿Trabajo por el Reino? Tú me pedirás cuentas, pero eres tan bueno nadie ve; fidelidad a ti, fidelidad al amor a los demás, fidelidad a mi tiempo, fidelidad a mi trabajo. “Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor”. Dejémonos tomar cuentas por el Señor y oigamos lo que nos dice: “Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor, pasa al banquete de tu Señor”.
Le pedimos a la Virgen que ella nos ayude a potenciar la vida que nos da, a aprovechar el tiempo, a ser fieles, a ser muy muy exagerados en lo pequeño, a vivir la vida con todo amor, potenciándola en todo, a negociar con lo que Él nos da. “¡Entra en el gozo de tu Señor!”. Que yo sepa negociar lo que recibo, arriesgarme y duplicar lo que recibo; que nuca esconda o no invierta la vida que Tú me das. Ayúdame, Señor, en esta gran aventura. En ti confío y en tu Madre pongo toda mi esperanza, toda mi ayuda y toda mi ilusión.
Querido amigo, examina conmigo los talentos que nos da y qué hacemos con ellos. Junto al Señor, oiremos lo que nos dice…
¡Que así sea!
Francisca Sierra Gómez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario