21 abril 2015

IV Domingo de Pascua: Recursos

En el jardín del resucitado crece la flor de LA FAMILIARIDAD
“Yo soy el buen pastor”, leemos hoy en la liturgia. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. Todo forma una unidad de comunión y de comunidad, de familia fraterna. Porque, ¿qué es Dios sino una familia? Una familia indisolublemente unida, en la que también entramos nosotros como “hijos” en el Hijo (2ª lectura de la carta de Juan). Jesús, como pastor, nos crea como familia. Y con su talante, crea fraternidad y familiaridad. ¡Qué bien estar juntos!
Evangelii Gaudium: ¡Qué bien estar juntos!
“Hoy… sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una san- ta peregrinación… Si pudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de sí mismo para unirse a otros hace bien. Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos” (87)…
“El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos… Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo… El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (88).
El jardín:

Hoy lo llenamos de tiestos y jarrones de flores violeta.
Un testigo: Pedro Casaldáliga.
“Riego las hojas verdes”
En el relato de PEDRO CASALDÁLIGA creyente, profeta, brota también la flor de la familiaridad.
El místico siempre humaniza, se humaniza y nos humaniza.
Cuando baja al infierno del “trabajo esclavo” o siente las fauces de la muerte de la injusticia, como Pedro Casaldáliga, comprometido, se torna más humano, sensible, vulnerable, cariñoso, corporal, afectivo. El beso te humaniza.
En el conflicto de tierras que padecen los “posseiros” de Santa Teresinha, su talante familiar se hace cercanía y se solidariza con ellos para defender sus tierras. Y así canta en “La Hoz y la Gavilla”:
Por mi pueblo en lucha vivo, con mi pueblo en marcha, voy.
Parece que Pedro intuyó el “Jardín del Resucitado”
“Riego las hojas verdes..
Doy cada día tres o cuatro miradas protectoras
Y sorprendo a la creación haciéndose…”
Muchas florecillas de Pedro crecieron hermosas en el campo de Araguaia, como frutos del Reino, en un campo de minas que matan la vida y te impiden vivir sin esperanza.
Pero la flor de la familiaridad, de su cercanía se hacía prioridad con los pueblos indígenas, que son los más pobres, como personas y como pueblo. Pesaba sobre ellos la pena de muerte. Cuando sus tierras, su floresta, sus casas, su hábitat maravilloso, el mismo lago Tapirapé son pasto, codicia de los poderosos, allí estaba como uno más de la familia, cercano, sufriente, Pedro Casaldáliga para compartir, buscar salidas y nunca para romper la familia que formaban todos juntos en las alegrías y en los que- brantos, en las consolaciones y desolaciones.
Florecía la flor de la familiaridad en la espesura de la vida y en la esperanza de la lucha.
El “seny” catalán marca la vida de Pedro: el buen sentido, cariño, afecto, amor. Y, sobre todo, brota la flor de la familiaridad, en el “jardín Resucitado”, que nos hace iguales en fraternidad y nos incita a la fiesta del RESUCITADO.
Nicolás Castellanos Franco, obispo

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