25 febrero 2016

Domingo III De cuaresma: Moniciones 1



MONICIÓN DE ENTRADA

Sed todos bienvenidos a la Eucaristía de hoy. Celebramos hoy el Tercer Domingo de Cuaresma que nos sitúa en el centro de este tiempo fuerte. Hemos recorrido ya la mitad de la “subida” cuaresmal y es un buen día para meditar sobre lo hecho hasta ahora y discernir en torno a lo que nos falta. Jesús de Nazaret nos va a hablar de dos cosas muy importantes: de la necesidad de conversión y de la paciencia que Dios tiene con los pecadores. Ambas cosas constituyen como un mensaje hecho a la medida para nosotros y mucho más en este Año Jubilar de la Misericordia. Moisés y la travesía del desierto es también un símbolo de la cuaresma. Caminamos por el desierto hasta el encuentro de la tierra de promisión que es el Tiempo de Pascua, la noche gloriosa en que Nuestro Señor Jesús resucita. Iniciemos, pues, nuestra Eucaristía con alegría y mucha esperanza. Es lo que necesitamos todos.




MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS

1.- Escucharemos hoy el famoso episodio del Libro del Éxodo sobre la zarza que no se consume. Es la manifestación de Dios. Él mismo viene a dar su nombre a Moisés: “Yo soy”. Es como si se presentase, como si nos dijese: “estoy aquí, con vosotros, actuando a vuestro lado. Soy el presente, el que está, el que libera, el que salva”. Pero esta seguridad no quiere dar pie a que nos durmamos, a que nos dejemos llevar.

S.- El Salmo 102 es atribuido a David y tenía un uso penitencial como el “Miserere” (Salmo 50) Pero además un bellísimo canto a la misericordia de Dios hacia sus criaturas. Es, sin duda, uno de los más bellos del Salterio.

2.- En la segunda lectura Pablo de Tarso en su Carta primera a los fieles de Corinto viene a decirnos: “el que se crea seguro ¡cuidado! no caiga”; ya que nuestra seguridad tiene que venir de apoyarnos en Él. Es un mensaje de apoyo y conversión. Son palabras muy actuales.

3.- El evangelio de Lucas de hoy es un grito a la conversión. No busques culpables a los que convertir --nos dice--, busca tu interior, mira tus obras, observa si tu religiosidad da frutos dignos; quizá con estas actitudes alguien se convierta sin que tú lo hayas advertido. Jesús de Nazaret no busca culpables, busca amigos a quienes ayudar.



Lectura de Postcomunión

MONICIÓN

La habitual oración del Padre Leoz para estos momentos finales de nuestra Eucaristía dominical es hoy un poco más larga pero tiene un enorme interés.



¿QUÉ FRUTOS, DARTE, SEÑOR?

Mira mi miseria,

y dejándome arrastrar por tu  riqueza

ojala recojas de mí aquello  que a tu Reino convenga

Acoge mi buena voluntad,

y lejos de echarme en brazos  de la vanidad

descubra que, sólo Tú y  siempre Tú,

eres la causa de lo bueno  que brota en mí.



Perdona mi débil cosecha,

y, sigue sembrando Señor,  para que tal vez mañana

puedas despertar,  descubriendo en mí

aquello que, hoy, brilla por  su ausencia:

frutos de verdad y de amor

de generosidad y de alegría

de fe y de esperanza

de confianza y de futuro

de vida y de verdad.



Y no te canses, Señor, de  visitar tu viña, 

tal vez hoy, puede que no, 

pero mañana, con tu ayuda y  mi esfuerzo,

brotará con todo su  esplendor

la higuera de mi vida

Amén      

Exhortación de despedida

La misión no puede ser otra que rezar mucho e insistentemente por la conversión de todos nuestros hermanos y mejor por los más próximos, en nuestra familia, en nuestro barrio, en el lugar de trabajo, en la escuela, en la universidad.

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