18 marzo 2016

Jueves Santo: Ideas homilías



1.- EUCARISTÍA Y LAVATORIO DE LOS PIES: UN MENSAJE DE AMOR Y DE SERVICIO

Por Gabriel González del Estal

1.- Yo estoy entre vosotros como el que sirve. Como sabemos, San Juan no nos dice en su evangelio cómo fue la última cena de Jesús; San Juan nos narra, en su lugar, la escena del lavatorio de los pies. No parece que se trate de un olvido, o de un silencio involuntario. San Juan, en su evangelio, da a todas las palabras que dice y a todos los hechos que relata un sentido teológico profundo. Con el relato del lavatorio de los pies San Juan quiere insistir en el carácter de testamento de Jesús, indicando a sus discípulos que su mandamiento principal es el amor al prójimo, manifestado en un servicio humilde y fraterno. ¿Comprendéis, les dice Jesús a sus discípulos, lo que he hecho con vosotros?... os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.


2.- También la eucaristía tiene un claro mensaje de amor y de servicio. El pan de la eucaristía es un pan partido y compartido. La fracción del pan no tiene significado sacramental y eucarístico si no tiene el sentido de compartir el sacrificio de Cristo con todos los que formamos el cuerpo de Cristo. San Agustín nos dice que el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, están hechos de elementos separados que, al ser triturados y reunidos, significan en la eucaristía el cuerpo místico de Cristo, el Cristo total. Por eso, se atreve a decir a sus fieles: “en la eucaristía tomáis lo que sois”, cuerpo de Cristo. Es un pan partido y compartido, es el pan del cuerpo entregado de Cristo, del que todos los cristianos, la iglesia, formamos parte.

3.- La eucaristía es memorial de Cristo crucificado, recordándonos que hemos sido redimidos por la entrega de la vida de una persona que aceptó morir en la cruz, para llevar a cabo la misión que le había encomendado su Padre. Debemos pensar que celebrar debidamente

4.- En la eucaristía celebramos la memoria de un Cristo vivo, resucitado. Por eso, la eucaristía es llamada “misterio pascual”. La plegaria central de la eucaristía es una plegaria de acción de gracias y de alabanza al Padre por el gran don de su Hijo. Junto a esta alabanza, aparece continuamente el contenido de fraternidad, justicia y solidaridad. Tenemos que celebrar la eucaristía con un pan de justicia, nunca con un pan arrebatado a los pobres, el pan de nuestro egoísmo.

5.- Cuando celebramos el memorial eucarístico y el relato de la última cena del Señor pedimos que Dios haga retornar a su Mesías, que el Señor vuelva, “marana tha”. En esta celebración gozosa de la Cena del Señor y en la participación comprometida del lavatorio de los pies pidamos Jesús que nunca se marche de entre nosotros, que nosotros nunca nos apartemos de él.

2.- BUSCANDO SERVIR MÁS QUE SER SERVIDO.

Por Antonio García-Moreno

1.- LA SANGRE DEL CORDERO.- En la primera lectura, tomada del libro del Éxodo, se dan las normas que regulan uno de los sacrificios más importantes del antiguo culto, el sacrificio pascual, el sacrificio que de modo singular prefiguraba el sacrificio de Cristo, presentado por el Bautista como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La primera condición requerida es que el animal no tenga ningún defecto, pues no se podía ofrecer una víctima que tuviera alguna tara. Ello desdecía de la dignidad de Dios, al que hay de ofrecer lo mejor.

Se sacrificaba al atardecer, y con su sangre se tiñeron las jambas de las puertas, como un signo de salvación. En efecto, ante esa señal el ángel exterminador pasaba de largo, a diferencia de las casas de los egipcios en las que entraba para matar al primogénito, en aquella terrible plaga que, por fin, doblegaría la terquedad del cruel faraón. Con Cristo, nuestro Cordero pascual, somos también librados del poder destructor del pecado, del demonio, nuestro terrible e incansable enemigo.

2.- LA ENTREGA AMOROSA DE CRISTO.- Jesús conocía de antemano lo que iba a ocurrir. San Juan en su relato de la Pasión lo repite varias veces, pone así de relieve que el Señor se entrega a la muerte de modo consciente y libre, llevado sólo por la fuerza de su inmenso amor y no por la fuerza o violencia de sus verdugos. Es cierto que ese conocimiento le hizo sufrir antes de que llegase, tanto en el huerto, como al recordarlo cuando el día de su inmolación estaba cerca.

Pero ese temor que le estremece primero y luego le hace sudar sangre, no fue razón para echarse para atrás a la hora de la entrega. Al contrario, en cierto modo se adelanta a esa donación suprema de sí mismo. En definitiva eso es lo que hace al instituir la Eucaristía, darse por entero como alimento del alma y como compañero de camino, como viático en el recorrido de nuestra tortuosa vía. Y lo hace precisamente cuando lo iban a traicionar.

3.- EL CLARO EJEMPLO DEL MAESTRO.- Qué lógica fue la reacción de San Pedro al ver a Jesús a sus pies. Lo que el Maestro intentaba era el oficio propio del último de los esclavos. Incluso la Mishná prohibía que se obligase a un israelita a desempeñar ese menester en contra de su voluntad. Pero ese gesto de Cristo es inaudito y desmesurado, y al mismo tiempo altamente pedagógico. De otra parte, el Señor no admite la resistencia del discípulo que, llevado por su estima al Maestro, quiere evitar semejante humillación.

Pero el Señor no cede en lo más mínimo. Reacciona de forma parecida a como lo hizo cuando también San Pedro quiso disuadirle de entregarse en manos de sus enemigos. Satanás le llamó entonces. Ahora le asegura que si se somete al rito del lavatorio de los pies, ya puede marcharse pues no podrá tener parte con él. El pobre Pedro se somete sumiso, comprende la decidida actitud del Maestro, aunque aún no entienda ese modo de actuar, buscando servir más que ser servido.

3.- CELEBRAMOS EL AMOR DE DIOS

Por José María Martín OSA

1.- Paso liberador. Al parecer, la Pascua fue originalmente una fiesta de pastores celebrada en primavera. Pero la Pascua recibe su sentido más profundo y definitivo cuando se empieza a relacionar con la salida de los hebreos de Egipto. Entonces se convierte en la fiesta de la liberación. Esto comenzó cuando los egipcios no permitieron a los hebreos salir de sus dominios y es cuando Dios da instrucciones a Moisés para que la comunidad realice el sacrificio de Pascua: al atardecer se matará un cordero o cabrito de un año, macho y sin defecto; se rociará con su sangre las jambas y el dintel de la puerta de sus casas; de noche se comerá la cena de la liberación: cordero y pan ácimo (los pies calzados, ceñida la cintura y un bastón en la mano, en plan de marcha desde aquella tierra de esclavitud hacia otro país de libertad). El Señor, que herirá de muerte a los primogénitos de los egipcios, pasará de largo o se saltará las puertas de los hebreos, marcadas con la sangre del cordero. De ahí que, al menos en este contexto, pascua signifique paso, pasar de largo, saltarse... Siempre, en adelante, se celebrará la pascua, año tras año, y cuando los hebreos, israelitas y judíos sean un pueblo asentado en su propia tierra, la que Dios les había prometido, acudirán a Jerusalén a celebrar la Pascua y las familias se reunirán a comer el cordero y el pan ácimo.

2.- La Nueva Pascua. Jesús celebrará la Pascua -su paso de este mundo al Padre- con una cena entre amigos. En este banquete de despedida, relacionado con la pascua del éxodo, el mismo Jesús se pondrá en lugar de la víctima pascual. Y realizará un memorial, un rito que hace presente y actual lo que realiza. Todo cristiano sabe que el misterio de la última cena de Jesús es el cumplimiento del definitivo paso liberador de Dios (pascua). Se puso a lavarles los pies, un quehacer propio de los esclavos en aquel tiempo. ¿Comprendéis lo que os he hecho...? La pregunta va mucho más allá del lavatorio de los pies; hace relación al todo, o sea, a todo por lo cual Jesús se ha colocado en el último lugar entre los hombres. Juan hace que Jesús se dirija al oyente del evangelio y no sólo desde la sala de la última cena, sino desde la mesa del reino eterno, a la que, después de su "vaciamiento" ha de volver resucitado, exaltado, para sentarse a la derecha del Padre. ¿Comprendéis lo que os he hecho? Esta es la pregunta dirigida a todos "en la víspera de su pasión".

3. - San Agustín llama a la Eucaristía: sacramento de amor, símbolo de unidad, vínculo de caridad. Ante la Eucaristía seguidor de Jesucristo, por medio de la fe, puede barruntar algo de la profundidad e intensidad del amor de Cristo, puesto que ese amor es responsable de la Encarnación, de la Cruz, de la Iglesia, de los Sacramentos... "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo…..". Para San Agustín la Eucaristía es signo de amor y de unidad: "Nuestro Señor ha puesto su cuerpo y sangre en estas cosas -el pan y el vino- que, de múltiples que son en sí se reducen a una sola, porque el pan, de muchos granos, se hace una sola cosa; el vino se forma de muchos granos, que hacen un solo licor". Y realiza la unidad: "Puesto que uno es el pan, un solo cuerpo formamos todos los que participamos de ese único pan" nos dice Pablo en la Primera Carta a los Corintios. Cristo es la cabeza del Cuerpo Místico que formamos con él todos los bautizados. Si recibimos a Cristo en la Eucaristía, recibimos también a todos nuestros hermanos. Comulgamos con todos ellos: santos o no, amigos o enemigos. Vínculo de amor: sin la comunión no habría amor a los demás. Cada comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros. El otro debe ser nuestra hostia diaria. La Eucaristía debe crear en nosotros la decisión consciente de ir hacia los otros y entregarnos a ellos.

4.- El sacerdote, portador de misericordia. El día de Jueves Santo celebramos también la institución del sacerdocio ministerial. El Papa Francisco nos pide a los sacerdotes que vayamos a las "periferias donde hay sufrimiento" y seamos "pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño". Francisco recuerda constantemente que Jesús iba al encuentro de los pobres, los cautivos, los enfermos, los que están tristes y solos. Ha destacado que los sacerdotes deben de hacer exactamente lo mismo: "Nuestra gente agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, las periferias donde el pueblo fiel está más expuesto". Ha criticado con dureza la actitud del sacerdote que, al no salir al encuentro de los demás, "en vez de en mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor". El sacerdote debe ser portador de misericordia.

4.- LA MISERICORDIA POR LOS SUELOS

Por Javier Leoz

No puedo menos que, en este Jueves Santo, remitirme a una de las frases que el Papa Francisco nos regala en el documento de la convocatoria del Año Santo de la Misericordia: “La caridad es la viga que sostiene la Iglesia”.

1.- Si la caridad es la viga que sostiene la Iglesia no es menos cierto que, Jueves Santo, es el bosque donde esa viga nace, crece, se fortalece, consolida, se trocea y hasta se vende.

Jesús, en este día, nos presenta tres ventanas por las cuales podemos ver la grandeza de un Dios que –rico en misericordia y en gestos- se acerca una vez más hasta nuestra condición humana: servicio, sacerdocio y eucaristía.

En Belén Dios se presentó como Niño y, a sus 33 años, es quien nos agarra con sus manos (fuimos nosotros los que con las nuestras lo abrazamos en su nacimiento); es quien, después de lavarnos los pies, nos besa para decirnos que el amor sin farsa y más radical es bendecido y consagrado por Dios (en Belén fuimos nosotros los que le cubrimos a besos).

2.- Jueves Santo no es una agenda de acciones vacías. Es una llamada de atención: para pasar a la Pascua eterna primero tenemos que cruzar el umbral de la generosidad y del amor.

-¿Nos inclinamos ante los pies que reclaman nuestro tiempo?

-¿Besamos las llagas de los que sufren? ¿Las conocemos o, simplemente, cerramos los ojos para no verlas?

-¿Es nuestra caridad universal o limitada, abierta o cerrada, divina o sólo humana?

-¿Está nuestro corazón sensible al sufrimiento o pendiente de la felicidad?

No olvidemos que, en este Jueves Santo, las manos de Cristo son las nuestras; su cintura es la nuestra; su mirada es la nuestra; sus rodillas se sostienen en las nuestras. ¿Es así o, tal vez, preferimos tener nuestras manos limpias, nuestra cintura bien cuidada, nuestras miradas perdidas y nuestras rodillas sobre cómodos almohadones?

3. En este Año de la Misericordia, el Jueves Santo, adquiere también unas características muy peculiares. Cuando mucho se habla del amor es porque, ese amor, tal vez falla. Cuando mucho se incide en algo es porque “ese algo” no goza de buena salud. El Papa Francisco, de una forma insistente, reclama de nosotros los sacerdotes identificación plena con Jesús, servicio de puertas abiertas y sanadores de heridas sin importar la condición física, psíquica o social del enfermo. ¡No es fácil!

Como Pedro, los sacerdotes, a veces podemos caer en la negación de lo que decimos ser y sostener. Nuestra vida, a menudo, está condicionada por una gran realidad: prisas, estrés, soledades, incomprensión y crítica incluso de puertas hacia dentro. Los sacerdotes, lejos de ser “dioses”, somos gente de carne y hueso: con nuestra grandeza y nuestra pobreza, con virtudes y con defectos, con días donde te comes el mundo y con noches en las que quisieras dejarlo todo en un extremo de la luna menguante.

4.- El Jueves Santo es un día en el que, arraigados en el sacerdocio de Cristo, nos damos cuenta de nuestras limitaciones y hasta de nuestras traiciones. No pretendemos ser más que Cristo (no lo somos) pero –aun con debilidades- sabemos que somos otros cristos llamados a ofrecernos y negarnos por vosotros. Pedid para que sepamos presentar el Evangelio con la misma radicalidad y verdad con que lo hizo nuestro Maestro y Señor Jesucristo. El Año de la Misericordia también nos hace pensar mucho sobre nuestro modo de vida y, a veces incluso, en la doble vida que podemos llevar: riqueza o pobreza, alegría o tristeza, coherencia e hipocresía, humildad u orgullo, vehemencia o paz, perdón o rencor. Pedid, pidamos, por nosotros. Que seamos agentes de la misericordia.

5.- Que esta Eucaristía que Cristo nos mandó perpetuar, celebrar, realizar, actualizar en su nombre nos lleve a amarnos con todo el corazón y con toda nuestra alma. Que este Jueves Santo nos ayude a descubrir el potenciar de pasión, muerte y resurrección que contiene cada misa a la que asistimos durante el resto del año: es Cristo mismo quien, en las manos del sacerdote, se ofrece, se entrega, muere y resucita.

Hoy de nuevo, como en Belén, el Amor Divino, está al nivel del suelo. Dejémonos sorprender, seducir y acariciar por Él.

TE  QUEDAS, SEÑOR

En el pan, para calmar  nuestra hambre espiritual

Y, cuando te vemos partir y  repartir así la hogaza,

vemos que nos amas hasta el  extremo

que tu Cuerpo, se desangra y  se derrama en sangre,

para que, nosotros tus  amigos,

tengamos asegurado alimento  en nuestro caminar.

TE  QUEDAS, SEÑOR

Y, al quedarte entre  nosotros,

lo haces como el que siempre  sirve y se da

Como el que, arrodillándose  o inclinándose

nos indica que el camino de  la humildad

es el secreto para llegarnos  hasta Dios

y para mitigar penas y  sufrimientos.

TE  QUEDAS, SEÑOR

Con un amor tremendamente  asombroso 

nos enseñas el valor de la  fraternidad

la clave para vivir contigo  y por Ti

La llave para, abriendo la  puerta de tu casa

contemplar que, el interior  de tu morada,

está adornado con el color  del amor

y con la entrega de tu  Sacerdocio

o con el sacrificio de tu  vida donada

TE  QUEDAS, SEÑOR

Para que, sin verte,

te adoremos en tu Cuerpo en  tu Sangre

Para que, al llevar el pan  hasta tu altar,

nos acordemos que es signo  de tu presencia

Para que, al repartirlo  entre los necesitados,

comprendamos que es  sacramento de tu presencia

TE  QUEDAS, SEÑOR

Y nos dejas un mandamiento:  ¡Amaos!

Y nos sugieres un camino:  ¡El servicio!

Y te quedas para siempre:  ¡La Eucaristía!

Y eres, sacerdote que ofrece

Y eres, sacerdote que se  ofrece

por toda la humanidad

Gracias, Señor

5.- SE HIZO ESCLAVO POR NOSOTROS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Es sabido pero es bueno reseñarlo. Entre el pueblo judío solo los esclavos lavaban los pies al resto de los mortales. Si no había esclavos en una casa, cada uno limpiaba el polvo del camino de sus pies por sí mismos. Cuando Jesús, anudándose una toalla a la cintura, decide lavar los pies a sus discípulos sabe lo que hace: se convierte en esclavo de sus apóstoles y de todos nosotros. Por eso Pedro se escandaliza. Comprende perfectamente el gesto y con su habitual sinceridad se opone a que Jesús, su Maestro, le lave a él los pies. Y este episodio de una gran belleza plástica nos lo narra el Evangelista San Juan. Su evangelio se escribió mucho después de los otros tres Sinópticos y por eso Juan pudo meditar más ese significado de servicio de Jesús a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.

2.- El lavatorio se produce durante la cena de Pascua y fue durante su celebración cuando Jesús realizó otra prueba de amor, perfectamente correspondiente –y aún superior, si se quiere—con el regalo sublime de dejarnos su presencia total en el Pan y en el Vino consagrado. Fue la primera Eucaristía de la historia y el relato preciso de la misma la hemos escuchado en la Primera Carta a los Corintios, uno de los textos más antiguos de los evangelios. Y, obviamente, el texto nos resulta conocido porque las palabras de Jesús, que transcribe San Pablo, son la fórmula litúrgica utilizada para la Consagración, para la conversión del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La primera lectura, procedente del Libro de Éxodo narra las instrucciones dadas por Dios a Moisés para la celebración de la Pascua y es correspondiente, entonces, con la Cena que celebró Jesús y cuyo ritual utilizó.

3.- Con esta celebración de la Cena del Señor entramos en el Triduo Pascual, en el cual vamos a asistir a ese milagro de amor que es la muerte y la Resurrección de Jesús. Esta celebración nos prepara para esas horas y nos deja con la tristeza de lo que ocurrirá un poco después de la cena. Getsemaní aparece en el horizonte y también la detención, la tortura y la falsa condena a muerte de un hombre justo. No hemos de perder la oportunidad de entrar fuerte, con toda nuestra alma y todo nuestro corazón, en lo que se abre para nosotros a partir de esta hora. El sacrificio de Jesús nos ha hecho libres, pero hemos de tener conciencia y consciencia de lo que significa. No perdamos, hoy esa oportunidad. No es difícil es tan solo un lenguaje de amor, de supremo amor.

LA HOMILIA MÁS JOVEN

LA CENA DEL SEÑOR

Por Pedrojosé Ynaraja

Advertencia. Os la hago antes de empezar mi mensaje-homilía para la misa a la que podáis asistir hoy. La solemnidad es rica en contenidos. Riquísima, pero tal vez no lo captéis, si asistís exclusivamente a la misa de cualquier lugar, escaso de tiempo el celebrante, ocupados al máximo en su vida diaria, los fieles.

1.- Os supongo que sois, mis queridos jóvenes lectores, estudiantes que estáis libres de obligaciones obligatorias y dispuestos a aprovecharos al máximo, viviendo plenamente el sentido litúrgico del día. Hoy están programadas en el calendario litúrgico dos misas. La primera, de rica y exclusiva liturgia, pero que con frecuencia se adelanta a otro día, se la llama “crismal”. La preside el obispo de la diócesis, generalmente en su catedral. Incluye le consagración de los santos oleos que se utilizarán durante el año en la administración de algunos sacramentos. Oleo santo o de los catecúmenos, crisma y oleo de los enfermos. Goza también de un ambiente genuinamente presbiteral, debería ser un encuentro fraternal del prelado con sus colaboradores. No sé si siempre ocurre.

2.- Imaginaos que ha tenido lugar por la mañana la misa de la que os he hablado y al atardecer de hoy, os encontráis en una iglesia cualquiera. Añado que en el seno de esta misa existe la posibilidad, recomendada, del lavatorio de pies, en memoria de lo que hizo Jesús aquella noche, ahora bien, en muchos lugares, las ocupaciones profesionales o familiares, no permiten alargar el encuentro. Vosotros que, vuelvo a repetiros, supongo gozáis de más tiempo libre, con anterioridad, y de acuerdo con el sacerdote que os pueda presidir, podéis celebrar este rito, que no será eucarístico, ni siquiera litúrgico del todo, pero sí repleto de sentido.

3.- Hace años, cuando mi situación logística me lo permitía, lo practiqué en muchas ocasiones. Ya entonces, a imitación de lo que ahora hace el Papa Francisco, eran chicos y chicas a los que yo lavaba los pies. Y al disponer de más tiempo y no ser, como os he dicho, propiamente liturgia, nos permitía libertad de iniciativas, adecuadas al sentido de la jornada. Por la noche, acabada la liturgia, después de cenar comunitariamente, nos desplazábamos a otro lugar y meditábamos otros aspectos propios. Pero de esto prefiero hablaros más tarde, concluida la redacción de este mensaje-homilía.

4.- Al atardecer. Misa vespertina de la Cena del Señor. Que así la llama el misal. Como es con este rito con el que se inicia el Triduo Pascual, la primera lectura se refiere a la Pascua judía, la que celebraron como memorial, ¡ojo! y no simple recuerdo, los hebreos salidos de la esclavitud de Egipto. Una buena catequesis es haber organizado por vuestra cuenta, algún día antes, un “Seder de Pesaj” presidido por alguien ducho en la materia. Aprenderéis muchas cosas al respecto y os sentiréis hoy, al escuchar esta lectura, sumergidos en antiguas tradiciones, salvíficas también, para el pueblo escogido. Hoy encontraréis publicaciones en papel y numerosos y buenos artículos en google, simplemente poniendo el nombre que os he indicado o también Hagada, palabra que significa narración, equivalente, de algún modo, al relato de las “palabras históricas” del canon, que generalmente llamamos Consagración. Al pie de la letra, continúan practicándolo los samaritanos. Acabo de comprobar que hay un YouTube muy bueno con el título “pascua de los samaritanos” de 8 minutos. En el lugar de esta celebración, el Garizín, he estado más de una vez y me he entrevistado en otra ocasión con el Sumo Sacerdote, con el que hemos hablado de ello. No os asustéis de la “carnicería” que observaréis, ellos son fieles a sus tradiciones y ninguno de la comunidad deja de asistir.

5.- Jesús, teniendo en cuenta estos preceptos, Él con los suyos, todos judíos, se reúne en la “sala alta”, cuarto de huéspedes de una familia amiga, en semi clandestinidad, para celebrar, en el cañamazo de la hebrea, la Nueva Pascua. Inicia lavando a los suyos los pies. ¿qué le diríais cada uno de vosotros al Señor, si se os acercara y os pidiese que le dejaseis lavaros los pies, porque los tenéis espiritualmente sucios? El sentido fundamental del encuentro del que os estoy hablando, nos lo proporciona la segunda lectura. El texto de San Pablo lo explicita. Es suficientemente claro para que no sea necesario que os lo comente.

6.- No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores: hoy es el día del Amor. No uno cualquiera. El Amor que siente el Señor por nosotros, este es el que se nos invita a imitar, no uno cualquiera, vuelvo a repetir. El Amor que existe entre Él y el Padre, este es el más sublime y enigmático deseo que expresa.

--Hoy es el día de la Eucaristía ¿qué vida cristiana podríamos seguir si nos faltara?

--Hoy es el día del sacerdocio. Uno de estos días, hace de ello 60 años, fui ordenado presbítero, cumplidos 23 años y un día exactamente. Me siento satisfecho, pese a que socialmente no sea un hombre exitoso. Dios me ha dado oportunidad, me continúa dando, de cumplir mi ministerio. Y he sido feliz en ello ¿os atrevéis, os decidís, alguno de vosotros, imitarme? Muchas veces le digo al Señor: si hubiera escogido esposa, si hubiera tenido hijos, por mucho que me amasen, estoy seguro de que no me sentiría tan feliz como me siento. Os hablo de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia, no de la clerecía, que ya sabéis no siempre coincide con los deseos del Maestro.

7.- Por la noche. Vela de Getsemaní. Si podéis hacerlo os lo recomiendo enormemente. Si conseguís las circunstancias que os voy a explicar, será una experiencia provechosa. Os doy detalles. Estábamos en un bosque, hacía frio y había humedad, como en Getsemaní, cuando allí estuvo el Señor. En el horizonte se distinguía iluminación, era la de un cercano pueblo. Nosotros imaginábamos que se trataba de Jerusalén. Como los pinos que nos rodeaban nos parecían olivos. Leíamos individualmente el texto largo del evangelio de San Juan. Desde el capítulo 13, 12 hasta el 17, 26. En otras ocasiones, yo, que dirigía el encuentro, me refería a las tentaciones que sufrió el Maestro, a sus dudas, a su miedo. A la valentía de salir al encuentro de los que venían a prenderle y que durante una buena media hora, había observado que se le iban acercando. Al coraje que denotaban sus palabras y generosamente entregarse. (Podía huir, a sus espaldas salía un camino que le llevaría a Betania, donde nada, ni nadie, le molestarían).

Esta vela la podéis vivir también en el silencio de una iglesia. Os faltará el frio, la humedad y el paisaje sugeridor, pero, aun así, podéis sacarle mucho jugo, si es sincera y generosa vuestra actitud interior.

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