21 febrero 2017

MANOS PROVIDENTES DE DIOS: Domingo 26 febrero

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En el contexto social de Jesús un siervo podía teóricamente servir a dos amos, pero en la práctica resultaba imposible; llegaba el momento en que debía optar por uno y abandonar al otro. Aparentemente esta doble lealtad parecería conciliable en la vida del cristiano; así lo creen y practican algunos pseudocristianos. Es el doble culto que menciona el refrán: “Prender una vela a Dios y otra al diablo (al dinero)”. Es la doble vida que con tanta energía denuncia el Concilio Vaticano II: la del templo y la de los negocios, “cristianos” de “misa” de domingo y paganos del resto de la semana (GS 43).
En este sentido, hay que advertir que “servir” al Señor no se reduce a proclamaciones y aclamaciones huecas: “¡Señor!, ¡Señor!” (Mt 7,21), sino que comporta opciones y compromisos. Dios cuida de sus hijos, pero a través de los otros hijos. Es como el padre que da dinero al hijo mayor para que lo reparta entre sus hermanos. A veces se queda con todo y no reparte ni comparte. Jesús indica a los discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). Recordemos, además, sobre qué se va a verificar el discernimiento final: “Estuve hambriento, sediento, desnudo… y me asististeis” (Mt 25,40).
En la primera comunidad cristiana “nadie pasaba necesidad” (Hch 4,34), pero no porque cayeran paquetes del cielo, sino porque los “hermanos compartían”. Los cristianos sabemos que estamos llamados a ser las manos providentes de Dios. La mejor forma de ser “señores” de los bienes económicos es compartirlos con absoluta generosidad.


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