23 octubre 2015

Viernes XXIX de Tiempo Ordinario

Lucas 12, 54-59
San Juan de Capistrano, presbítero
En cierta forma, la gente sabía entender las señales del clima y cómo reaccionar. Los nubarrones significaban lluvia y el viento sur anunciaba calor, por lo que era fácil saber cómo vestirse o planear actividades. La gente no dudaba en actuar con inteligencia ante señales naturales, como los cambios atmosféricos; pero no sabía cómo reaccionar ante las señales sobrenaturales, algunas de los cuales eran más claras y definidas que los pronósticos del tiempo.
Jesús preguntó por qué no podían entender “el tiempo en que viven” de la misma manera. La palabra griega traducida como “tiempo” se refiere a una época fijada por Dios. Las señales de los tiempos estaban frente a sus ojos: los panes se multiplicaban, los cojos caminaban, los pecadores endurecidos se arrepentían y la buena nueva se iba propagando. Jesús mismo estaba entre ellos como manifestación del amor y el poder de su Padre. ¿Cómo podía alguien, viendo semejantes señales, no sentirse movido a analizar su propia conducta ante la magnificencia de las obras de Dios?

Todo el mundo ha sido transformado por la resurrección de Cristo y la llegada del Espíritu Santo, y las señales están allí a la vista de todos, y se ven en los milagros y curaciones, la reconciliación entre los esposos y amigos, el gozo cristiano y la comunión fraterna con otros creyentes. También las vemos en aquellos que responden a la gracia de Dios y que demuestran amor a los que sufren en diversos lugares, en los que sirven en comedores sociales y en clínicas para los necesitados. Estas son sólo algunas de las cosas que vemos, pero hay muchas más evidencias que existen y sólo basta mirar y escuchar con atención para ver la obra de Dios en nuestro medio.
Jesús insta a sus oyentes a reconocer estas señales y actuar mientras aún haya tiempo. La parábola que habla de presentarse al magistrado para resolver las diferencias se refiere a Dios y a su juicio. Tratar con justicia al prójimo es lo que el Señor busca en sus fieles. Si procedemos, así estaremos preparados para el juicio venidero.
“Padre celestial, que por tu misericordia nos has redimido y has abierto el cielo para nosotros, ayúdanos, Señor, por tu Espíritu, a reconocer las señales de tu amor y tu poder, y enséñanos a responder correctamente a tu generosa invitación a entrar en la vida.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario