Iniciamos el Adviento, tiempo de preparación para limpiarnos de nuestros pecados y así poder celebrar la Navidad, o sea, la venida de Nuestro Señor Jesucristo al mundo. Por eso, el Evangelio de hoy nos habla de velar, de estar preparados. Cristo se refiere a que como nadie sabe cuándo regresará Cristo al mundo, o cuando daremos cuentas a Dios de nuestras vidas al morir, más vale que todos los días tratemos de ganarnos el cielo con el arrepentimiento de nuestras faltas y el propósito firme de corregirnos, ¡de ser mejores cristianos!
Porque así como nos gana el sueño cuando estamos cansados, así, nos gana el pecado y nos aleja de Dios cuando no estamos atentos y preparados espiritualmente para evitarlo.
Pero Jesús no nos deja solos en esta lucha contra el mal (mentir, flojear, ofender, sentir envidia, sentirnos superiores, ser egoístas…). Y nos da maravillosos alimentos para fortalecernos y prepararnos contra el pecado: la oración, la confesión, la Eucaristía, la lectura de su palabra, el hacer pequeños sacrificios en bien de los demás…
Todo esto son como vitaminas para nuestro espíritu que nos protegen de caer en el mal, pues a través de ellas, Dios nos habla, nos hace reflexionar y nos llena de Él para acompañarnos en nuestro diario vivir. ¡Qué hermosa Navidad podemos vivir si realmente renace Jesús en nuestros corazones!
En este Adviento, ¿en qué “me estoy durmiendo” y dejándome vencer por el pecado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario